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Los caminos de la escritura a menudo son azarosos. Paula Puebla (quien nació en 1984 y creció en Berazategui, un municipio al sur de la ciudad de Buenos Aires) tenía veintitantos años, había estudiado diseño de indumentaria y textil y trabajaba como vestuarista en televisión, cine y teatro. Pero un día unos amigos, que llevaban adelante una revista digital llamada Paco, la invitaron a colaborar con textos de crítica y opinión. Y así fue como empezó a escribir artículos.
Un día se le ocurrió una escena: una mujer tiene sexo con un hombre al que aborrece. Y la escribió, en lo que fue, cuenta ella, su primer “coqueteo” con la ficción. Escribió sin saber si eso sería un cuento, un relato más extenso o alguna otra cosa. “Con el tiempo logró darme asco –dice la narradora-protagonista acerca del tipo con el que comparte cama en esa escena inicial–. No solo porque su físico se deterioró, sino porque me quiere”. El caso es que después de ese capítulo vino otro, y luego otro y otro más, y poco a poco aquello fue adquiriendo la forma de una novela. “La escritura de esa novela fue como un experimento, un ‘a ver qué pasa’, una apuesta… sin nada que perder”.
Tan azarosos son los caminos de la escritura, que a veces permiten convertir –como afirma ese adagio tan caro a los emprendedores y la gente optimista– las malas noticias en oportunidades. En el mundo del vestuario, el trabajo de Puebla era precario: entre otras malas condiciones, tenía períodos de desempleo entre el final de un contrato y el comienzo del siguiente. Una de esas interrupciones laborales, de cuatro meses de duración, le llegó cuando ya llevaba escritos algunos capítulos de la novela. Y aprovechó ese tiempo para terminarla, de un tirón.
“Fue un trabajo de mucha soledad”, me cuenta Puebla en un bar de Villa Santa Rita, el barrio de Buenos Aires donde ella vive. “La escritura es un trabajo de mucha soledad, pero en mi caso también era una ‘soledad técnica’, porque nunca había escrito ficción. Eso lo hace doblemente solitario, porque no sabés a qué te estás abismando. Atravesás el proceso y creés que tenés el control, cuando en realidad ya en un punto la historia se te va de las manos y sos vos la que se va dejando llevar por esa historia, por esa protagonista, por esos personajes secundarios”.
La novela –que narra los avatares de María, una mujer que a su manera se enfrenta a hombres a los que desprecia, a los efectos del paso del tiempo sobre su cuerpo y a las “consignas feministas estereotipadas”, como las llama Lola Copacabana en el texto de contraportada– se tituló Una vida en presente y la publicó la editorial argentina 17grises en 2018.
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Una característica de los textos de Paula Puebla es su voluntad de oponerse a los lugares comunes, de cuestionar la corrección política, de “discutir con los consensos”, como me dice ella. En realidad, me lo dice al hablar de Martin Amis, a quien menciona junto con J. M. Coetzee y Michel Houellebecq como algunas de sus principales influencias. “Me gusta mucho el afán de discusión en los autores”, explica. “No cuando replican el espíritu de la época sino cuando lo discuten, cuando miran desde un lugar periférico para abordar un tema. Y es lo que, obviamente salvando las distancias, intento hacer”.
No solo María, la protagonista de su primera novela, se opone a las “consignas feministas estereotipadas”: también la autora cuando escribe artículos periodísticos o tuits. Lo cual, desde luego, no es gratuito. Puebla sabe por experiencia propia lo que es ser víctima de “linchamientos” en las redes sociales a causa de las opiniones vertidas en un texto. “Yo era muy inexperta en esto de alzar la voz o tener una voz propia –explica–. No medía las consecuencias, no me imaginé lo que podía llegar a pasar, ni siquiera me imaginé que nadie podía llegar a leer lo que escribía. Cuando pasan esas cosas tomás dimensión”.
“Con el tiempo aprendés que fuiste construyendo una voz y que tomar la palabra tiene un costo –añade–. Al sistema no le gustan mucho las personas que toman la palabra para decir algo distinto. Le gustan las personas que dicen lo que hay que decir. Muchas veces esas shitstorms (‘tormentas de mierda’) que te llegan por las redes sociales son el costo que hay que pagar por decir algo”.
Ahora Puebla se siente “más sabia, en el sentido de que no hay que ceder a todas las provocaciones ni hay que dar todas las batallas”. Y sabe, también, de la gran diferencia que existe entre las polémicas que se generan en las redes sociales (“donde es un todos contra todos que termina en una batalla campal”) y las discusiones que surgen a partir de los textos de ficción. Estos debates son valiosos y enriquecedores, porque se dan con personas que “tienen la voluntad de leerte y de prestarte atención”. Por desgracia, es algo minoritario, porque depende de “una élite de gente que lee”.
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Una veintena de los artículos y ensayos de Puebla –sobre temas como la maternidad y la paternidad, el aborto, el amor y el sexo, el nudismo, los swingers o el BDSM, siempre con una mirada crítica, a menudo corrosiva, la de quien se para frente a algo ya visto muchas veces y lo observa el tiempo suficiente para romper la cáscara de lo consabido y examinarlo con unos ojos que llegan más allá– fueron compilados en el libro Maldita tú eres, también editado por 17grises, en 2019.
Por esa época, Nicolás Mavrakis, uno de los responsables de la revista Paco, le propuso que indagara en un tema que también podría ser interesante para un artículo: la subrogación de vientres. A poco de investigar, Puebla descubrió un “panorama siniestro”, que “daba para muchísimo más que un artículo”. “Vi una ficción –describe–. Una ficción inserta en la realidad. Lo que sentí fue: esto solamente requiere darle forma, escribirlo, porque ya está, existe, no es una distopía”.
Y lo escribió. El resultado fue su segunda novela, El cuerpo es quien recuerda, editada el año pasado por Tusquets. Se trata de una historia con tres protagonistas (una hija y dos madres, la de crianza, en Buenos Aires, y la biológica, en Ucrania), en la que se ponen en cuestión asuntos tan variados como la maternidad, los mandatos sociales, la identidad, la nacionalidad, los límites de la ciencia, la eugenesia, la mentira y la verdad, la impostura, el uso y abuso de los cuerpos propios y ajenos, el poder del dinero.
Entre los agradecimientos que aparecen al final del libro hay uno “en especial a Betina, que en una sola frase me ayudó a entender el sentido de esta novela”. Le pregunté a la autora cuál era esa frase. Me lo contó:
“Betina y su marido adoptaron a un chico que se llama Serafín. Durante el proceso de escritura de la novela me reuní con ella, y mientras tomábamos un café me dijo: ‘Nosotros queríamos tener un hijo a quien le pudiéramos contar su historia’. Esa es la frase. Me parece que al subrogar un vientre tal cosa no siempre es posible. Ni siquiera es obligatoria. Que esos bebés conozcan su verdadera identidad pasa por la buena voluntad de los padres de intención. Y, cuando es así, la identidad queda mucho más expuesta a ser perforada, malversada, traficada, desviada. Si eso pasa a nivel individual, también pasa a nivel social. De acá a unos años va a haber una legión de chicos con su identidad distorsionada, a los que no se les quiso contar su historia”.
Si tal hecho resulta en sí mismo significativo, lo es mucho más en un país como la Argentina, donde todavía unas 300 personas, que fueron apropiadas cuando eran bebés, durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983), desconocen su verdadera identidad, su verdadera historia. “Antes fue por la mano genocida del Estado, hoy es lo que propicia el mercado –agrega Puebla–. Entonces, le estamos permitiendo al mercado hacer algo que al Estado ya no se lo permitimos más. Hay una prepotencia de la industria, del mercado, en la que me parece que hay que pensar críticamente”.
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El cuerpo es quien recuerda se publicó en junio de 2022, pero ya estaba terminada cuatro meses antes, cuando comenzó la guerra en Ucrania. Las noticias que poco después daban cuenta de “bebés de vientres subrogados atrapados por la guerra” hicieron casi inevitable atribuirle a la novela de Puebla cierto aire profético.
No obstante (y pese a que, desde la publicación de la novela, participó de varias charlas sobre alquiler de vientres) a ella no le interesa convertirse en un referente sobre ese tema. Es más bien lo contrario: una autora ecléctica. Entre noviembre y diciembre escribió, junto a Julia Kornberg, un blog llamado e-Scaloneta, sobre el Mundial de fútbol disputado en Qatar. Los textos publicados en esa web serán publicados en formato de libro, nuevamente por la editorial 17grises.
Puebla ya trabaja en una nueva novela, que tendrá por protagonista a Margaret Thatcher. Viene leyendo sobre la ex primera ministra británica desde hace un par de años y, aunque todavía admite sentirse “medio atada” a El cuerpo es quien recuerda, empezó a escribir hace algunas semanas y ha avanzado ya unas veinte páginas. ¿Por qué el interés por la Dama de Hierro? La idea comenzó con la consulta del archivo de Thatcher, sus cartas y llamadas telefónicas y otros documentos durante la guerra de Malvinas; lo que nació como un posible “diario” de la mandataria durante ese conflicto se amplió hasta abarcar a todo el personaje, una de las figuras más destacadas de la política internacional de la segunda mitad del siglo XX. Puebla revela que le interesa mucho “el poder de hacer daño” de las personas, y en particular el de las mujeres. “Me interpela mucho –subraya–, porque corre a las mujeres de ese lugar más victimista o victimizado en el que muy fácilmente se puede caer”. ~
(Buenos Aires, 1978) es periodista y escritor. En 2018 publicó la novela ‘El lugar de lo vivido’ (Malisia, La Plata) y ‘Contra la arrogancia de los que leen’ (Trama, Madrid), una antología de artículos sobre el libro y la lectura aparecidos originalmente en Letras Libres.