Siempre hay algo entre emocionante y sonrojante en ver a alguien descubrir que el sol se pone por el oeste. La semana pasada, Jordi Gracia escribió sobre la novela galardonada con el Premio Planeta 2023, de la periodista y novelista Sonsoles Ónega. No le gustó nada, le pareció muy mala. Libraba a la autora de la “calamidad” de premiarla: “ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria.” Es una alegría esa declaración de intenciones, solo cabe esperar el mismo prurito de profesionalidad a la hora de escribir o encargar la reseña de otros premios, como el Tusquets, el Biblioteca Breve o el Herralde de novela de este año, que tiene más bien estructura de libro de cuentos. Ya descubriremos por qué es una novela.
Desde que Javier Cercas y Manuel Vilas ganaron Planeta y finalista, el suplemento Babelia ha mostrado desigual interés en los premios. Gracia se ocupó de Alegría, de Vilas –obra maestra– y dejó el ganador, Terra Alta, de Cercas, a Carlos Pardo. Los premios de 2020, para Eva García Sáenz de Urturi y Sandra Barneda, ganadora y finalista, no aparecieron reseñados. Tampoco Dolores Redondo (2016), ni Javier Sierra (2017). Sí hubo crítica del premio que oficializó el millón de euros como cuantía, Carmen Mola, una pieza argumentada de Juan Carlos Galindo en la que señalaba puntos flacos de la novela, a la que se acercaba con respeto y sabiendo lo que era: una novela que tira de fórmula buscando el entretenimiento. La ganadora y finalista del año pasado, obras de Luz Gabás y Cristina Campos respectivamente, tampoco gustaron a Gracia. Hay algo enternecedor en su reincidencia en leer las novelas de los Planetas: quizá espera que por fin le hagan caso y premien los libros que a él le gustan.
Aunque hubo quien aplaudió la pieza, como si el crítico fuera el niño que se atreve a gritar que el emperador va desnudo –más bien parece que el último en enterarse era el crítico–, el gesto era demasiado fácil y un poco desencajado: los lectores habituales no buscan en Babelia una reseña del Planeta, y los lectores de premios Planeta no necesitan la validación de un suplemento literario.
La pieza en sí tenía otro problema, y es que la argumentación no era convincente. Los ejemplos que escogió no eran los adecuados a su fin. Dice: “De golpe y porrazo, en el capítulo 15, ‘don Gustavo’ vuelve a buscar a doña Inés ‘en la cama’, donde se recuperaron ‘empapados en su sudor y sus caricias’, sin la menor idea de por qué está pasando eso por parte de Inés (ni del lector), que nunca ‘le preguntó a qué se había debido ese cambio de humor’. La trama necesitaba otro hijo. Como no hay mal que por bien no venga, se quedó embarazada de nuevo o, mejor, logró ella ‘detectar las demostraciones de amor’ (hubiera sido raro no detectarlas) ‘y el vientre fecundado que empezó a moldear su figura’.” Quiere ser eso un ejemplo de mal folletín, pero resulta un ejemplo de folletín. Quizá con otro entrecomillado más contundente que “en la cama” habríamos asentido todos.
Esto escribió sobre Alegría: “Va dopado con esa rara veracidad que entrega la nueva novela global y que parece arrumbar el tecnicismo de autoficción para emplazarnos en la plenitud de otra fase ávida, voraz y expansiva de la novela literaria occidental.”
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).