La nobleza del tema y el virtuosismo de la forma: desde estos presupuestos probaré a empezar a escribir sobre los Poemas escogidos de Joseph Brodsky que acaba de publicar la editorial Siruela, porque desde el libro parten, hacia el futuro y hacia el pasado, una enorme cantidad de carreteras y caminos secundarios. En gran parte se debe al enfoque elegido, a la propuesta de edición, que es curiosa porque tiene algo subjetivo que se apoya en un gran rigor. El libro es más que una antología; se trata de una edición muy personal del también poeta y virtuoso traductor Ernesto Hernández Busto. Es un volumen manejable, de doscientas cincuenta páginas, y los poemas abarcan desde 1962, el año en que Brodsky conoció a Marina Basmanova −con quien tendría a su primer hijo, Andrei, en 1967−, hasta 1996, año de su muerte en Nueva York. Se incluye también un ensayo introductorio y al final un cuerpo de notas que se lee con el gusto que daría una enciclopedia portátil, por la variedad de temas que se abordan, históricos, geográficos, literarios, detalles de la vida del poeta y su vínculo con los poemas del libro y algunas decisiones de traducción.
Sobre el tema y su valor: se cuenta en el ensayo cómo Anna Ajmátova, que adoptó como protegido al joven poeta, le transmitió “la concepción de la poesía como un mecanismo similar a la plegaria: el poeta es alguien que habla siempre a una instancia superior”. Más adelante se nos informa de que Susan Sontag “quedará fascinada por la manera en que Brodsky no tenía miedo de abordar los ‘grandes temas’”. La grandeza del tema era un rasgo de la tradición de la poesía rusa que Brodsky recogió y con el que se comprometió, o probablemente le saldría solo, porque la naturalidad con que se desenvuelve delante de nosotros la voz de los poemas no parece muy fácil de impostar, y desde luego no a lo largo de cuatro décadas. No es que el tema inmediatamente identificable de cada poema se nos presente con aires marmóreos ni solemnes: sería más bien que en el poema se aprecia la conciencia de lo importante de expresar bien su fondo. La lectura de cada uno deja la sensación de que algo significativo ha pasado en el mundo (y el poema lo ha consignado). Pero este poema consignador, en virtud de su forma, ha provocado, en retrospectiva, un efecto significador, ¿no es así? Un arte noble y verdadero que transforma el modelo. Creo que la grandeza se refiere a eso. Al leerlos yo siento un poco de vergüenza por ser descuidada muchas veces en lo que hago, pero también una sensación de reconciliación con el mundo que siempre llega como una emoción a la vez recién nacida y familiar.
Tampoco quiere decir, esa grandeza, que Brodsky utilice un registro altisonante. Como se dice en una de las notas del final, en 1967 Brodsky “ya era un apestado, impublicable en su propio país, y podía despreocuparse, por lo tanto, de cualquier tipo de corrección política o autocensura. Usa entonces la poesía para mezclar todos los registros de la lengua rusa, desde el más alto hasta el más bajo, lo culto y lo barriobajero. Hasta ese momento, la poesía rusa era sumamente pudibunda, muy escasa en groserías. Y ni hablar de la poesía soviética”. Que Brodsky conociese su valor como poeta no quiere decir que el gobierno no pudiese hacerle la vida imposible. Cada cual lucha con sus fuerzas. En el año 1972 fue invitado a dejar la Unión Soviética, después de haber pasado ya todo tipo de penalidades desde que fue declarado un “parásito social” y cumplido un año y medio de trabajos forzados en una granja remota y aislada, entre otras cosas. Aquí cumple un papel clásico, el del individuo más valioso y brillante de la comunidad, que a la vez no encaja, ni le da la gana de encajar, en lo que a la autoridad, o a la comunidad, le vendría bien.
Esta edición de los poemas resulta especial por la manera de imbricarse que tienen todas sus partes. La meticulosa y podríamos decir apasionada traducción de Hernández Busto −directamente del ruso y trabajada a lo largo de muchos años, atenta a la métrica y capaz de trasladar los juegos de rimas muchas veces internas de los poemas originales a formas españolas, de modo que la forma de decir nos provoque una emoción similar, chocante o reconfortante, a la que debe de provocar en el original; hablando también a una “instancia superior” a través del lenguaje de la traducción− podría funcionar como explicación misma de las características literarias y vitales de Brodsky. Lo que se nos explica de su vida en el ensayo introductorio encuentra su reflejo en los poemas que vienen después. La selección misma de los poemas es personal y está mediada por los que se ha ido traduciendo, como si el volumen recogiese una relación (entre el autor y el traductor) de años, comenzada sin que se supiese muy bien adónde iba a llevar, y que al cabo ha terminado presentando esta forma. En la introducción y las notas se aprecia algo así como un afecto verdadero a Brodsky, un hermanamiento nacido en parte de la dedicación a la traducción de su obra y seguramente a más razones. Los poemas de Brodsky son buenísimos, por supuesto, a veces de aire cínico, siempre conscientes de una dignidad que se nos contagia por la mera lectura, y es algo maravilloso leerlos aquí o en otros libros, pero quizá lo característico de esta edición es que su editor y traductor nos guía en la lectura y nos da unas pistas muy clarificadoras, pero a la vez ha compuesto el libro de manera que los lectores podemos llevar una lectura libre. El enfoque personal de esta edición consigue a la vez que para el lector sea posible una recomposición propia e íntima de Joseph Brodsky.
Poemas escogidos 1962-1996
Joseph Brodsky
Edición de Ernesto Hernández Busto
Siruela, 2025
253 páginas