Imagen generada con inteligencia artificial.

¿Si no es crossmedia no existe?

Para los escritores contemporáneos, ser leídos depende no solo de sus habilidades, sino de su talento para hacer que su arte fluya a través de las nuevas herramientas digitales.
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Leila Guerriero no tiene redes sociales. Alguien podría opinar que esto perjudica la difusión de su obra. Y quizá sea cierto. Lo admitan o no, la mayoría de las editoriales y medios revisan los perfiles de los autores antes de decidir si los publican o no. Sin embargo, como escribió Jorge Carrión, tener seguidores está muy bien, pero lo que realmente necesita un escritor son lectores.

Al contrario de Guerriero, Jorge Carrión es muy activo en redes sociales. No tanto publicando las fotos de sus gatos, sino compartiendo las ramificaciones de su trabajo. Ha construido una base de lectores lo suficientemente sólida como para ser una firma apetecible para casi cualquier plataforma cultural, tanto en papel como en digital.

Quienes empezaron la segunda década del siglo XXI siendo autores internacionalmente consolidados quizás han tenido menos problemas para lograr que sus trabajos sean aerodinámicos en el contexto de las nuevas tecnologías. Los demás deben sobrevivir a un mundo en el que la calidad muchas veces no es el aspecto al que le dan más importancia los editores, en algunos casos porque lo único que importa es lo cuantificable, y en otros porque en ciertos espacios el talento se da por descontado y, de nuevo, lo que más preocupa a los editores que quieren seguir teniendo trabajo es cuán leído puede ser un texto.

En una de sus columnas en Infobae –en la que trata de remedar el espíritu de Cartas a un joven poeta, de Rainer María Rilke–, Jorge Carrión explica a su joven lector hipotético que “en el siglo XX, las tertulias de los cafés y las redacciones de los diarios y las revistas eran los másteres de escritura creativa. Ahora esa formación está en el ambiente amable de los posgrados y en la selva difícil de las redes sociales. El escritor está condenado a publicar, a volverse público. Leer tus cuentos con un grupo de jóvenes escritores como tú o escribir hilos en Twitter son formas de entrenamiento. Estrategias para entender mejor tu estilo o tus recursos, al tiempo que estudias cómo te leen los demás, qué efecto provoca en los otros ese cuerpo en formación que ya se parece a tu literatura”.

Una de las preguntas clave es ¿dónde están los potenciales lectores de un texto? Y la respuesta es que en todos lados: saltando, cual Super Mario, de un mundo a otro; del tablero de X al de Instagram, del libro en papel al libro descargado gratuitamente, de la lectura en Kindle al cine, de Netflix al podcast que escuchan mientras hacen ejercicios. Son escurridizos y de lealtad dudosa.

En ese sentido, Jorge Carrión y Leila Guerriero, dos de los escritores más relevantes del mundo hispano actual, que tienen formas totalmente diferentes de encarar los ecosistemas digitales, han logrado que su obra dialogue con viejos y nuevos lectores a través de entender la lógica crossmedia.

Lo crossmedia es hermano de lo que hoy día se conoce como narrativas transmedia. Este último término fue acuñado por Henry Jankins, quien en 2003 publicó un artículo en Technology Review en el que dijo que “hemos entrado en una nueva era de convergencia de medios que vuelve inevitable el flujo de contenidos a través de múltiples canales”. La idea, en resumen, hace alusión a la forma en la que las historias –sobre todo las de ficción– se expanden en diferentes formatos: cine, libros, televisión, podcast, cómic, etcétera.

Es aquí donde varios autores empiezan a hacer distinciones. Porque una cosa es expansión y otra adaptación. Un libro que se lleva al cine o se convierte en audiolibro es una adaptación; la expansión implica hacer crecer ese universo, como por ejemplo ocurre con el podcast Biotopía, de Manuel Bartual, cuyos personajes tienen cuentas de redes sociales en las que van hablando sobre su vida ficticia.

Las adaptaciones, entonces, están más relacionadas con el concepto crossmedia, que implica la presencia de un mismo contenido adaptado al lenguaje de diversas plataformas. Yo agregaría, además, que no se trata solo de el mismo producto en otros espacios, sino que incluso, en términos literarios, podemos referirnos hasta a la difusión de las mismas ideas. Es decir, no es solo transformar los cuentos escritos en audio, como ha hecho con sobrado éxito Hernán Casciari, sino que podría ser también profundizar en las distintas plataformas en los temas que te obsesionan.

Desde hace años, Leila Guerriero escribe una columna en El País. Son textos breves, casi siempre de un solo párrafo, en los que la contundencia es el atributo que sobresale. Aunque la columna de opinión es un género que se ha desarrollado desde muchas décadas atrás, estos textos de Guerriero, me parece, valen más por su cercanía con la poesía y el relato breve que por las opiniones en sí mismas. Pedro Mairal las definió, en el prólogo de Teoría de la gravedad, como “estructuras verbales, dispositivos de prosa afilada, que tienen algo de poema. Es decir, se refieren a algo, pero a la vez son en sí mismas algo”.

Guerriero ha ganado prestigio gracias sobre todo a sus crónicas y perfiles, en las que, siguiendo con la visión de Mairal, es imposible diferenciar el periodismo de la literatura. O, en opinión de Mario Vargas Llosa, se demuestra que el periodismo puede ser una de las bellas artes. Sin embargo, en los últimos años su trabajo como columnista ha alcanzado una popularidad en internet que ha rozado lo viral.

En esto ha influido no solo la calidad literaria de esas piezas, sino el hecho de que han coincidido con la cultura del snack y que se han vuelto crossmedia. Varias de ellas se compilaron en el libro Teoría de la gravedad. Pero parte de su éxito reciente tiene que ver con que caben en una captura de pantalla destinada a difundirse en X, a través de la cuenta homenaje @leilaguerriero2. Además, Cadena SER inauguró lo que llama La píldora de Leila Guerriero, pequeños episodios de podcasts en los que la escritora lee textos escritos –con la misma estructura– para la ocasión.

Todo es difundido a través de la cuenta en X, con un formato que facilita su circulación por WhatsApp y stories. He visto cómo de esta manera han caído seducidos nuevos y jóvenes lectores, que se han vuelto tan adictos a las píldoras que inevitablemente terminan comprando varios libros de la autora.

Algo parecido sucede con Jorge Carrión, cuyas ideas viajan a través del podcast, el libro en papel, el libro escrito con ayuda de una inteligencia artificial, los hilos de X, las columnas en medios y su boletín. Todos, de algún modo que recuerda esa idea empresarial de que las formas son negociables pero el fondo no, se conectan entre sí. Su boletín y su podcast, que comparten el nombre de Solaris y mantienen un espíritu similar, son más transmedia que crossmedia, puesto que los ensayos planteados en el audio conforman un universo en constante ampliación en el boletín. También, Carrión incrusta tuits suyos (o como se le diga ahora a los textos de X), sin distinguirlos como tal, en sus libros, como es el caso de su diario fake Lo viral.

Hablamos de un escritor que no se limita a compilar en papel sus crónicas y ensayos publicados en medios digitales, sino que expande y adapta sus ideas e historias a tantas plataformas como sea posible, al tiempo que habla con sus lectores y monitorea lo que se dice de él y de su trabajo.

Hace poco escribió sobre Ibai Llanos y Bizarrap que ambos “comparten esa presencia doble: la creación de contenidos solo tiene sentido si se difunde y, en el nuevo paradigma de lo viral, es imposible separar una parte de la otra”. Esta es la misma lógica que se observa en el trabajo de él y en el de Guerriero, en contraposición a aquellos tiempos en los que la autopromoción en especial y la promoción en general estaban mal vistas en los ambientes literarios: la literatura de ambos es arte, es crossmedia y también acaba siendo branded content.

En su texto “Literatura en el siglo XXI”, Gisela Kozak Rovero dijo que “el presente y el futuro de la literatura sin duda están relacionados con los universos transmedia y, desde luego, con los caminos que tome el mundo editorial en tanto negocio e iniciativa promotora de determinados valores”. Que los escritores contemporáneos sean leídos parece no solo depender de sus habilidades escriturales y de su capacidad para seducir a los grandes vendedores de su tiempo (como pasó con el boom latinoamericano), sino, tal como ocurre con Bizarrap en la música, con su talento para hacer que su arte fluya a través de las nuevas herramientas digitales. ~

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(Caracas, 1993) es lector, escritor, entrenador y analista de fútbol, y codirector de Círculo Amarillo Producciones


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