El escritor argelino y francés Boualem Sansal, amigo mío y de todos los amantes de la libertad, está detrás de los barrotes del régimen militar-socialista de Argel desde el 16 de noviembre de 2024. Ya no es joven (tiene cerca de 80 años) y está enfermo (de cáncer de próstata). Ha perdido su largo y hermoso cabello blanco, con coleta, que le confería una pinta de hippie o de sabio libertario.
Sus recorridos se limitan a ir desde la cárcel al hospital, ida y vuelta, con algunas estancias (pocas y cortas) ante el tribunal. La última vez que se presentó allí, en el mes de junio de 2025, lo condenaron en apelación a cinco años, la mitad de la pena de diez años infligida en primera instancia. Los que creían que el presidente Abdelmadjid Tebboune, a la cabeza de la junta dirigida por el FLN, el Frente de Liberación Nacional, le iba a conceder la libertad con ocasión de la fiesta nacional del 5 de julio, han tenido que constatar que sus ilusiones no iban a ser satisfechas. Para ser claros: el escritor podría morir en prisión.
En ese segundo juicio, que duró poco más de un cuarto de hora, el valiente intelectual replicó contundentemente al fiscal y a la jueza, quienes merecerían figurar en una historia de la infamia. A la pregunta de la jueza de “¿Por qué fue usted a Israel?” (el régimen de Argel es abiertamente antisemita, perdón, “antisionista”; su primer abogado, François Zimeray, fue recusado por ser judío, el segundo, no judío, Pierre Cornut-Gentille, solo pudo ir al país después de la celebración del juicio), contestó: “Yo soy un escritor. Era un Salón del libro”. Eso bastaba para desatar sobre él cierto oprobio. A otra pregunta, “¿No tiene otras cosas que escribir que no sean hablar mal de Argelia? ¿Por qué no escribe otra cosa?”, su respuesta fue clarísima: “Usted no tiene por qué juzgar mis libros”. Frente al fiscal, exclamó: “Protesto, lo que usted dice no tiene sentido. La Constitución argelina garantiza la libertad de expresión y aquí usted está haciendo el proceso de la libertad de expresión y de la literatura”.
Ese es el tipo de hombre que sigue preso, acusado de haber cuestionado la “integridad territorial” de su país por haber dicho que las fronteras entre Marruecos y Argelia no habían sido históricamente intangibles y haber apoyado en parte la legitimidad de la pertenencia del Sahara Occidental a Marruecos, contra las reivindicaciones de su rival argelino y de sus protegidos guerrilleros del Frente Polisario.
Paralelamente, otro ciudadano francés (nacido en territorio francés, no argelino), el periodista deportivo Christophe Gleizes, acaba de ser condenado a siete años, después de haber pasado cerca de dos años en residencia vigilada, por haber efectuado un reportaje hace tiempo ya sobre el club de fútbol de Tizi-Ouzou, emblemático de la región montañosa de Kabilia, que lucha desde siempre contra la dominación árabo-musulmana argelina que pretende acabar definitivamente con sus reivindicaciones identitarias y lingüísticas. El MAK, Movimiento por la Autodeterminación de Kabilia, resueltamente pro Marruecos y pro Israel, clasificado como “terrorista” por el régimen de Argel, constituye el verdadero blanco de Abdelmadjid Tebboune, quien acaba de ser recibido en audiencia privada por el nuevo papa, León XIV (quien se reclama de San Agustín, nacido en territorio hoy día argelino).
En realidad, estos dos casos pueden ser considerados opuestos. Al gran escritor lo defiende en Francia esencialmente la derecha, por la firmeza de sus ataques contra el islamismo y su desarrollo en Francia y en Europa. Los diputados y eurodiputados de La Francia Insumisa (los “insumisos” de Jean-Luc Mélenchon, partidarios empedernidos de los hermanos Castro, de Chávez y Maduro, del otrora presidente AMLO, de Xi Jinping y de Vladimir Putin, por supuesto) se niegan a votar las resoluciones presentadas en los distintos parlamentos en favor de la liberación de Boualem Sansal, acusado de ser de “extrema derecha”, tomando, al contrario, la defensa de Argelia, antaño colonizada por Francia. El periodista deportivo, por su parte, es un simpatizante de los “insumisos”, muy ligado a la amante de Mélenchon, Sophia Chikirou (quien es diputada de mi barrio parisino), originaria de Kabilia. Ahora piensan interceder por su liberación (por la que clamo también), no por la de Sansal.
¿Es eso lo que ha llevado al presidente Emmanuel Macron a alzar el tono y a dar instrucciones a su gobierno de aplicar represalias contra Argel? Tal vez, para congraciarse con esa parte del electorado. Hasta ahora, él y su ministro de Asuntos extranjeros, Jean-Noël Barrot, han preferido privilegiar la “vía diplomática” y no armar escándalos, al contrario de lo que han hecho el ministro del Interior, Bruno Retailleau, quien ha sido elegido a la cabeza de Los Republicanos, el principal partido de derecha, integrante del gobierno del centrista François Bayrou, y el Comité de apoyo internacional a Boualem Sansal, animado, entre otros, por los ex ministros Noëlle Lenoir y Jean-Michel Blanquer, buen conocedor de la cultura latinoamericana. En los meses que siguieron a su encarcelación, él promovió una carta de apoyo al escritor encarcelado, firmada por numerosas personalidades de varios países del subcontinente, entre ellos algunos escritores mexicanos. Era una forma de salir del atolladero del enfrentamiento franco-argelino e, incluso, de la politiquería interior francesa.
Por mi parte, prefiero sumirme en los escritos de Boualem Sansal, considerando que su lectura es la forma más adecuada y eficaz de obtener su liberación. Recuerdo aquellas vitrinas de las librerías de Manhattan en 1974, todas llenas del Archipiélago Gulag, celebrando el reciente exilio de Alexander Solzhenitzyn, cuando aún estaba reprimido en la ex Unión Soviética. Leí entonces aquel monumento político-literario, intentando escribir algo parecido sobre Cuba en mi obra El libro negro del castrismo (ediciones Universal). Quiero precisar que, en algunos de sus escritos, Sansal muestra su desprecio hacia Fidel Castro y el Che Guevara, indefectibles aliados del FLN argelino.
En Francia no hay nada de eso, fuera de una vitrina en la librería Les cahiers de Colette, en el barrio parisino del Marais. En otras, resulta hasta difícil (¡el miedo o la indiferencia!) encontrar su último libro, Le français, parlons-en ! (“El francés, hablemos de él”), un elogio a su lengua de escritura y una denuncia de la “arabización” forzada en su país de nacimiento. Ese ensayo fue publicado en 2024, poco antes de su arresto. Boualem aparece en la foto de la portada de frente, grave, sin su eterna sonrisa de intelectual afable, como si intuyera lo que le iba a ocurrir pocos meses más tarde. Evidentemente, no le debe haber gustado a Mélenchon, quien promueve la “criollización” (según la teoría del antillano Edouard Glissant) y la desaparición misma del término “francés” para designar la lengua. Pero poco importa, en realidad. Lo fundamental es su palabra escrita, como en esa obra maestra que es 2084. La fin du monde (2084. El fin del mundo), que es una continuación de 1984 de George Orwell en un universo islamizado, después (o al mismo tiempo) de la sovietización (o de la rusificación, bastante parecida), en cuya “advertencia” inicial nos interpela : “Esta es una obra de pura invención (…) Duerman tranquilas, buenas gentes, todo esto es perfectamente falso y el resto está bajo control.”).
Lean a Boualem Sansal. Estoy seguro de que estas palabras, y los comentarios de todos los que deseen demostrarle su admiración y su solidaridad, le llegarán hasta las mazmorras argelinas y obligarán a la dictadura de ese país a liberarlo, antes de que sea demasiado tarde. ~
Posdata: El semanario marroquí Maroc Hebdo, en su edición del 13 de agosto,publica una carta de Boualem Sansal, sacada clandestinamente de su prisión argelina, en la que permanece desde el 16 de noviembre de 2024. Está dirigida a “mis amigos”, los de dentro y los de fuera de Argelia. La autenticidad de esa carta ha sido cuestionada por muchos, aunque nadie tiene la posibilidad de la posibilidad de demostrar eso o lo contrario. Yo sí creo reconocer la lucidez profética del escritor en el escrito.