Murieron como chinos

Lecciones obtenidas en una malsana y fallida aventura literaria que condujo a leer por una breve temporada novelas del oeste.
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Una malsana y fallida aventura literaria me mandรณ por una breve temporada a leer novelas del oeste. Se trata de libros de bolsillo editados principalmente por Bruguera para venta en quioscos. Mis ediciones van desde los aรฑos sesenta hasta inicios de los noventa. Segรบn finas diferencias, las colecciones se llamaban Kansas, Bisonte, Bravo Oeste, Oeste Legendario, Bรบfalo, Ases del Oeste y denominaciones afines. Por su parte, las novelitas llevaban tรญtulos tan atractivos como vulgares: Una forajida, Luna de miel con la muerte, El sheriff que tuvo miedo, El justiciero de la pradera, Cรฉlebre partida de pรณker, Una tumba ocupada, Temido en California o Un ataรบd de 120 mil dรณlares. La palabra preferida era โ€œPlomoโ€; apenas en el lote que tengo aquรญ a la mano leo: Sonรณ la hora del plomo, Clinton plomo y Tratamiento con plomo y cรกรฑamo.

La mayorรญa de los autores publicaba con algรบn seudรณnimo que los hiciera parecer gringos: Silver Kane, Keith Luger, Donald Curtis. El mรกs prolรญfico en el gรฉnero fue Marcial Lafuente Estefanรญa, quien firmรณ la mayorรญa de las novelas con su nombre. Se dice que llegรณ a publicar cerca de tres mil. Aunque lo cierto es que todos estos autores utilizaban varios motes porque igual escribรญan novelitas de vaqueros que de espionaje o guerra o amor o ciencia ficciรณn.

En la portada aparecรญan hombres rudos y viriles porque en aquel entonces la rudeza y virilidad eran atributos. Las pรกginas tenรญan poca narraciรณn y mayormente diรกlogos; pero el inicio era casi siempre narrativo: โ€œMirna Prater contemplรณ extasiada desde la ventanilla de la diligencia aquellas llanuras interminables, aquellas nubes limpรญsimas que lo dominaban todo, aquellos jinetes veloces como rayos que en unos instantes se perdรญan en la lejanรญaโ€.

O: โ€œEl alguacil Ike Martin estaba afeitรกndose en la puerta de la oficina, frente a un trozo de espejoโ€.

O: โ€œRawlings era una ciudad ganadera. Una de las mรกs ganaderas del prรณspero Wyoming.โ€

A los mexicanos nos parecรญa claro un gran defecto de estas novelas que los espaรฑoles nunca alcanzaron a notar: los pistoleros hablaban como gachupines. โ€œNo perdรกis mรกs tiempo. Dick y tรบ debรฉis disparar.โ€ โ€œNo os preocupรฉis, estoy la mar de bien.โ€ โ€œVosotros la seguรญs tocando a ella y yo empiezo a tocar el gatillo, chicos.โ€

Resulta que ayer estaba yo leyendo un grueso tomo sobre la historia de la cultura oriental. Ademรกs de Buda y Confucio, de Ashoka y Lao-tse, ademรกs de zigurats, pagodas, murallas y el Taj Majal, ademรกs de poesรญa, textiles de seda, pintura, caligrafรญa, filosofรญa, religiรณn y misticismo, parte de la cultura es tambiรฉn el castigo y las formas de tortura.

Plutarco cuenta sobre el tormento aplicado por los persas. โ€œSe toman dos artesas hechas de madera que ajusten exactamente la una con la otra, y tendiendo en una de ellas de espaldas al que ha de ser penado, traen la otra y la adaptan de modo que queden fuera la cabeza, las manos y los pies, dejando cubierto todo lo demรกs del cuerpo, y en esta disposiciรณn le dan de comer. Si no quiere, lo obligan punzรกndole los ojos. Despuรฉs de comer le dan a beber miel y leche mezcladas, echรกndoselas en la boca y derramรกndolas por la cara. Lo ponen bajo el sol, de modo que continuamente le dรฉ en los ojos, y toda la cara se le cubre de infinidad de moscas. Como dentro de las artesas no puede menos de hacer las necesidades de los que comen y beben, de la suciedad y podredumbre de las secreciones se engendran bichos y gusanos que carcomen el cuerpo, y se le van metiendo en las entraรฑasโ€. Y nos habla de un atormentado que asรญ durรณ diecisiete dรญas hasta que muriรณ. Cuando destapan las artesas, hallan carcoma, pestilencia, heces y un voraz gusanerรญo.

Mรกs adelante me topo con una tortura aplicada por los chinos. Tiene que ver con enjaular la cabeza de alguien por demรกs atado y meter en la jaula una rata. La descripciรณn era breve y sobria. Pero yo me sรฉ un hombre de lecturas exquisitas, y me dije: โ€œEsto ya lo habรญa leรญdo y mejor descritoโ€. Asรญ es que fui a mi librero y ahรญ estaba: Murieron como chinos, de Silver Kane. Ocurre en San Francisco, en Chinatown.

โ€œEl chino colocรณ la pequeรฑa boca de la jaula de metal bajo la cabeza del aterrado prisionero que ahora lanzaba gritos espasmรณdicos. Mediante el movimiento de un resorte, la boca de aquella jaula se abriรณ de repente, permitiendo que pasase al interior la cabeza del desdichado. Luego volviรณ a cerrarse en torno a su cuello, quedando fรฉrreamente ajustada allรญ. De modo que dentro de la jaula quedaban, metidas en un reducido espacio, la cabeza del hombreโ€ฆ ยกy la rata!โ€

 โ€œEl prisionero lanzรณ un aullido atroz, abriendo la boca con todas sus fuerzas.โ€

โ€œFue su error.โ€

โ€œSu รบltimo error.โ€

โ€œPorque la rata se le metiรณ materialmente dentro de la boca.โ€

โ€œLe apresรณ la lengua.โ€

โ€œY a partir de entonces se oyรณ solamente un murmullo atroz, una especie de convulso horror que palpitaba en el aire.โ€

El chino torturador considera un cobarde a su vรญctima, pues โ€œcuando la rata se le ha metido en la boca, la tenรญa que haber partido en dos de un mordiscoโ€.

No sigo con la narraciรณn. Al final, se sabe, el hรฉroe se queda con la chica.

El bachiller Carrasco dice a don Quijote: โ€œNo hay libro tan malo que no tenga algo buenoโ€.

Yo pensaba echar todos mis libros vaqueriles a la basura, pues no me viene en voluntad ni deseo que otro pierda el tiempo con tales lecturas; pero en una de รฉsas Murieron como chinos, de Francisco Gonzรกlez Ledesma, alias Silver Kane, habrรก de tener la gracia que el cura y el barbero concedieron a tanto libro de la librerรญa quijotesca.

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(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.


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