Pero cuando vio la masa, compacta, oscura y robusta del rinoceronte, que se movĆa en cĆ”mara lenta, tuvo tanto miedo que se meĆ³ encima.
El rinoceronte le parecĆa un error de Dios, que Ćl me perdone, por favor Āæeh?
Clarice Lispector. La hora de la estrella.
En abril de este aƱo, el Congreso de la Ciudad de MĆ©xico solicitĆ³ a la SecretarĆa del Medio Ambiente local un informe sobre el estado de salud de Toto, el orangutĆ”n que hasta hace unos dĆas vivĆa en el zoolĆ³gico de Chapultepec. AƱos atrĆ”s el Proyecto Gran Simio MĆ©xico habĆa pedido que fuera trasladado a su hĆ”bitat o a un santuario. ĀæHabrĆa tenido sentido entonces?
Se prevee la extinciĆ³n de un alto porcentaje de primates en las prĆ³ximas dĆ©cadas; lo lamentable es que hayamos tenido que recurrir a las jaulas y las fertilizaciones para prolongar el mayor tiempo posible la vida silvestre. Pero como el camino es tan largo y pedregoso, tan industrial, voraz y difĆcil de desandar, las jaulas son lo que nos queda para las especies en peligro. Encerramos a los animales para evitar que nuestra propia estirpe termine con ellos.
AdemĆ”s, Toto era un animal hĆbrido y sus padres no podrĆan haberse reproducido de no haber sido por la intervenciĆ³n humana. Desde el mundo de los espĆritus, mucho antes de ser concebido, esa materia misteriosa que dio la vida a Toto estaba definida por el cautiverio de sus padres. Es tarde para decir que la desgracia de su existencia fue causada por los humanos.
ConocĆ a Toto hace tres aƱos, en 2018. En aquella Ć©poca, su jaula era mĆ”s pequeƱa que en tiempos recientes. Era famoso en el zoolĆ³gico y las personas iban sin fijarse en los otros animales hasta encontrarse con Ć©l. Entonces, publiquĆ© una serie de cuatro crĆ³nicas bajo el tĆtulo āSemanario simiescoā. Una de las crĆ³nicas incluyĆ³ fragmentos de la entrevista que le hice a Marielena Hoyo, quien fuera directora del zoolĆ³gico de Chapultepec por mĆ”s de 15 aƱos y se encargĆ³ de la crianza de Toto y su hermano Jambi en los primeros siete aƱos de su vida.
Ahora la he vuelto a buscar para preguntarle, entre otras cosas, quĆ© le representĆ³ la muerte de Toto: āLa estuve esperando desde 2015, desde que muriĆ³ Jambi. Todos los dĆas estaba esperando que llegara esa llamada, tras ver cĆ³mo sobrevivĆan dentro del zoolĆ³gico. Yo supongo que ellos no miraban lo que tenĆan como recinto. Si lo hubieran hecho no me hubieran dejado pasar al tener unas condiciones tan miserables.ā
Los primeros aƱos de la vida de Toto podrĆan convertirse en pelĆcula. Cuando entrevistĆ© a Marielena Hoyo en 2018, supe que la madre de Toto y Jambi no lactaba y habĆa que encontrar la manera de sacarlos adelante. Marielena fue su madre no biolĆ³gica: ella se encargĆ³ de alimentarlos con biberones y calostro de mujeres donado por el Hospital de la Mujer, con la autorizaciĆ³n de ellas. Toto iba y venĆa al zoolĆ³gico en coche con ella, dormĆa en su casa, pasaba el dĆa en la jaula ante las visitas y de cuando en cuando se daba la vuelta por las oficinas.
Su desarrollo en esos primeros siete aƱos fue modificĆ”ndose con la compaƱĆa de los humanos, hasta presentar lo que los biĆ³logos denominan āimprontaciĆ³nā, es decir, muchos de sus comportamientos tenĆan caracterĆsticas humanas. Su vida fue determinada por partida doble: era motivo de atracciĆ³n pĆŗblica y, ademĆ”s, viajaba en automĆ³vil hacia su domicilio. ĀæHabrĆa sido mejor llevarlo a un santuario?
SegĆŗn la informaciĆ³n oficial, Toto fue encontrado muerto el 8 de diciembre por la maƱana en su jaula del zoolĆ³gico. HabĆa dejado de comer un par de dĆas antes, con sĆntomas de algĆŗn padecimiento grastrointestinal. Estaba cerca de cumplir 30 aƱos, cuando la vida media de estos animales es de 35 a 45 aƱos.
En la primavera de 2018 hice seis visitas al zoolĆ³gico para detenerme frente a la jaula que resguardaba a Toto como animal de circo. Me detenĆa a observar sus acciones allĆ dentro y anotaba y fotografiaba sus movimientos. Sin embargo, la historia de Toto era especialĆsima. Es probable que, si indagamos en las vidas de otros animales en cautiverio encontremos, tambiĆ©n, que su destino ha sido determinado por el hombre desde generaciones anteriores a su nacimiento. La vida de Toto fue interferida desde antes de nacer y sus primeros aƱos de vida fueron la procuraciĆ³n de su salvaciĆ³n. La culpa es nuestra.
Marielena recuerda cuando la separaron de Toto: āLes falta un segundo para ser humanos. Creo que tienen el nivel de criaturas de determinada edad. La vez que me separaron de Toto, que fue de manera forzada, rompiĆ³ todos sus juguetes. Todo lo destruyĆ³. No querĆa soltarme, me arrebatĆ³, me jaloneĆ³. Ćl sabĆa y sentĆa que era la Ćŗltima vez que estaba conmigo. Ellos me veĆan como madre y yo a fuerza tenĆa que verlos como mis hijos. No los tratĆ© como los animales que son.ā
En aquella Ćŗltima visita que le hice a Toto, hubo un instante que considero eterno porque nunca lo olvidarĆ©: Toto solĆa acercarse al cristal para mirar a los visitantes. Lo hizo y se colocĆ³ frente a mĆ āno alcanzo a definir lo imponente de su existencia, fallo como escritora aquĆ. Entonces, se quedĆ³ quieto y me mirĆ³ directamente a los ojos. En ellos vi el nacimiento del universo, las estrellas rojas y azules, el mar, las islas, la soledad, la muerte, la ruina humana. Yo creo que me enamorĆ© de Ć©l. Me enamorĆ© de la vida otra vez y me desencantĆ© por completo al mismo tiempo, en aquel instante eterno.
(Ciudad de MĆ©xico, 1975) es autora, entre otros, de El animal sobre la piedra (AlmadĆa, 2000) y El beso de la liebre (Alfaguara, 2012). En 2022 obtuvo el Premio de Literatura Sor Juana InĆ©s de la Cruz por su novela mĆ”s reciente, Isla partida (AlmadĆa, 2021).