La democracia liberal no es un destino inevitable. En los últimos
tiempos asistimos al ascenso de una democracia mayoritaria, que
socava la separación de poderes, debilita el Estado de derecho y
combate el pluralismo. Algunos hablan de democracias iliberales.
Otros, de autócratas electos. Estos regímenes intentan controlar a
los jueces, limitan la actuación de la prensa y niegan la legitimidad
de la oposición. En algunos países, liberales y conservadores
asumen las posiciones de la extrema derecha, reavivan viejas conspiraciones y convierten al adversario político en enemigo.