Los últimos años de la política de nuestro país han estado marcados por la importancia del relato, la lógica de la imitación y la espectacularización del debate. La historia que se construye parece más importante que los hechos, y la narración que cada uno elabora sobre sí mismo determina quién es. La aceleración de la comunicación y el ciclo informativo que no se detiene nunca potencian fenómenos de contagio y una actitud tan cínica como bien repartida con respecto a la verdad. También facilitan la aparición de alarmas miméticas que pueden crear lo que Josu de Miguel ha llamado “estados de excepción comunicativos”. El resultado recuerda a la idea del simulacro, que según explicaba Jean Baudrillard culmina un proceso sustitutivo: la copia del objeto real se independiza del original de tal modo que el original deja de existir. No quedaría rastro de su referencia. En este número presentamos tres exploraciones de este concepto, controvertido y sugerente, que el propio Baudrillard recomendaba emplear con ironía y que puede dar claves para entender nuestro confuso presente.