La discrepancia y el conflicto son elementos esenciales de la política. Lo que diferencia a los populistas de los pluralistas es una manera de entender la confrontación, de aceptar o no la legitimidad del adversario. El populismo crea un discurso que disfraza los verdaderos problemas y designa al otro como enemigo. En este número, Müller reivindica un espacio entre la tecnocracia y el populismo, Bascuñán analiza la relación entre la desigualdad, la crisis de representación y los nuevos movimientos políticos, y Wieseltier realiza una defensa de la cultura y el reconocimiento del otro como arma frente a la barbarie.