En una conocida conferencia de 1959, el novelista y químico inglés Charles P. Snow denunciaba la brecha que se había abierto entre lo que él consideraba “las dos culturas”. Las personas que se habían especializado en ciencias –argumentaba Snow– podían ser sumamente ignorantes en temas literarios y artísticos, y, a su vez, la gente que se dedicaba a las humanidades llegaba a desconocer cuestiones científicas elementales. A pesar de la arraigada impresión de que investigadores y humanistas trabajan en esferas diferentes, la realidad es que han mantenido un diálogo fructífero desde hace varios siglos. La imaginación ha guiado la ciencia, desde las ideas de Laplace hasta la observación de otros planetas, y no es raro que la ciencia alimente e inspire numerosas obras de arte. En este número, en el que filósofos de la ciencia, escritores, científicos y divulgadores encuentran puntos de contacto, Letras Libres reconoce la complejidad humana que bebe tanto del conocimiento científico como de la reflexión humanística.