En 2020 se cumplen setenta años de la muerte de George Orwell. El autor de 1984 y Rebelión en la granja es una figura compleja y su obra está llena de conceptos y hallazgos fértiles. Él mismo advirtió que “todos los santos son culpables mientras no se demuestre lo contrario”, y en ocasiones algunos han tratado de convertirlo en un santo mientras otros trataban de desacreditarlo.
Orwell –periodista, ensayista, novelista– evolucionó y tenía contradicciones. En él hay aspectos socialistas, liberales, conservadores, anarquistas. Fue un autor de una perspicacia extraordinaria –explicó la contaminación propagandística, la capacidad cegadora del sectarismo, los errores de los intelectuales, los mecanismos de la mentalidad y el Estado totalitario– y a veces tenía también un componente de ingenuidad. Como escribió Christopher Hitchens, acertó al distinguir tres enemigos esenciales: el imperialismo (que conoció como policía británico en Birmania), el fascismo (que vino a combatir en la Guerra Civil española), el comunismo (cuyos métodos descubrió en la misma contienda).
En algunos aspectos era un autor esencialmente inglés: como ha señalado Robert Colls, tenía algo de rebelde anglosajón, con “las tradiciones de la vieja libertad”, con el paisaje de muchas de sus novelas, con su trayectoria biográfica y su relación ambivalente con su propia clase. También era un autor, como dice John Sutherland, con algo francés:por línea familiar, por influencias. Era un autor de libros políticos fascinado por las innovaciones formales de Joyce.
Tenía rasgos conservadores y una preocupación duradera por la justicia social. Su influencia se puede rastrear en las novelas de los angry young men y en una escritura que analiza lo cotidiano, pero también fue uno de los críticos más brillantes de la lengua inglesa. Tenía una capacidad extraordinaria para detectar y describir; su escritura, como ha mostrado Sutherland, es a veces casi olfativa. En los últimos años se ha señalado la importancia que tuvo para su obra Eileen O’Shaughnessy (decisiva, por ejemplo, en Rebelión en la granja), su primera esposa, a cuya biógrafa entrevistamos. La segunda, Sonia Orwell, editó sus ensayos y cartas y encargó la primera de una larga lista de biografías. Otros elementos particularmente interesantes y perdurables de su obra son su preocupación por la desaparición de la verdad objetiva (una angustia que nace con su experiencia de la Guerra Civil), el análisis del lenguaje político y la vocación de honestidad intelectual.
En este número especial traducimos textos, algunos inéditos en castellano, del autor de Homenaje a Cataluña, que ofrecen una especie de ruta por algunos aspectos de su evolución: desde un prólogo a una traducción a evaluaciones de otros creadores, lecturas de novelas distópicas que le influyeron en la escritura de 1984 o las últimas anotaciones de su diario. También incluimos reflexiones y entrevistas sobre su vida y su obra, introducimos dos pequeñas fugas sobre debates actuales que probablemente le habrían preocupado y, en una especie de espejo, mostramos cómo ha aparecido en las páginas de esta revista un escritor que, en palabras de Félix Romeo, tuvo el valor de atreverse a estar solo.