La humillación deja una cicatriz profunda: lo hemos visto en nuestra propia vida, lo hemos leído en las novelas, lo hemos observado en la historia. A veces lo que a uno le resulta una ofensa intolerable es para otro una anécdota insignificante. Es una emoción genuinamente humana, que puede producirse en un instante y dejar un recuerdo que dura toda la vida. Y también puede generar un espíritu de venganza capaz de arruinar una existencia o, incluso, derribar una civilización.