A lo largo de su vida, el compositor John Cage (1912-1992) difuminó con sus teorías y experimentaciones los límites tradicionales entre la música y el resto de las artes, y entre el arte, la vida y la naturaleza, entregando sus obras a la indeterminación y el azar. A la vez, viajero incansable, propuso sus ideas y creaciones a intelectuales y artistas de los países que visitó, México entre ellos. Estuvo en este país en dos ocasiones por motivos profesionales y se identificó prontamente con el florecimiento y carácter experimental e innovador de las artes y la literatura. Se encontró con creadores de avanzada, conocedores de su obra, que también trabajaban en la improvisación y el diálogo entre las artes.
Cage ya tenía una estrecha amistad con Octavio Paz y el compositor Carlos Chávez, a quienes admiraba por sus creaciones, mucho antes de llegar por primera vez a la Ciudad de México, en 1968, como parte de la Compañía de Danza de Merce Cunningham. De hecho, las recomendaciones de Paz al Instituto Nacional de Bellas Artes contribuyeron a que este grupo de danza fuera invitado a participar en el Programa Cultural de los Juegos Olímpicos de aquel año.
Ocho años después, Cage realizó su segunda estancia profesional en la capital mexicana, gracias al intercambio cultural entre instituciones y personalidades de Estados Unidos y México promovido por Mario Lavista, en ese entonces director del Departamento de Música de la UNAM. En esta ocasión, Cage impartió varias conferencias en la Biblioteca Benjamín Franklin, mientras que en el Teatro Amalia Hernández presentó sus obras para piano “Empty words” y “Etudes Australes”, que ilustraban su uso del I Ching ‒el antiguo oráculo chino‒ como herramienta para la construcción de su música. Cage compartió también sus ideas con amigos y colegas que participaban de su interés por la asociación de las diversas manifestaciones artísticas, en particular de la literatura, la danza, la música y el cine.
En sus estancias, Cage trabó relación con artistas e intelectuales mexicanos, entre ellos, el escritor Ramón Xirau, el artista plástico Arnaldo Coen, el músico y cineasta Nicolás Echevarría y los compositores Raúl Cosío, Eduardo Mata y Conlon Nancarrow.
Admirado por las creaciones de sus pares mexicanos, una de las acciones inmediatas de Cage fue conseguir que Echevarría fuera invitado a Nueva York para el estreno del documental El niño Fidencio (1980), con música electrónica de Mario Lavista. El propio Cage presentó este material en el Carnegie Hall Cinema,antes deque en la sala fueran proyectadas películas del entonces joven cineasta.
En México, la presencia de Cage se manifestó en las obras musicales, literarias y visuales que sus amigos y discípulos crearon en homenaje a él. Un ejemplo directo de esto fue Jaula. Homenaje a John Cage (un juego con el significado en castellano de la palabra cage), de 1976, pieza gráfico-musical para cualquier número de pianos preparados, fruto de la colaboración entre Coen y Lavista.
La partitura de Jaula está construida con distintas figuras de la geométrica del cubo superpuestas, con diferentes profundidades. Fue creada por Coen con base en los cambios y permutaciones del I Ching. Los cubos presentan diversos puntos pintados en los lados que representan los sonidos musicales correspondientes al apellido C, A, G y E (do, la, sol y mi), de acuerdo al cifrado inglés. Estas notas se combinan y ejecutan de manera libre. La composición fue estrenada por Lavista al piano en la Sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes en 1977. Se exhibió también en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM en el cuadragésimo aniversario de su estreno, y dos años después fue presentada y comentada por sus creadores en el Centro de Difusión Cultural Casa del Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Otro ejemplo de los influjos y la presencia del pensamiento de Cage lo encontramos en la obra A Cage for Sirius (Una jaula para Sirius), para piano preparado y set de percusiones. Concebida por Lavista en 2002, esta pieza expresa la deferencia a este compositor, no solo por el título sino por el medio sonoro empleado, un grupo de cámara integrado por el tipo de piano inventado por Cage y un conjunto de percusión con instrumentos, en su mayoría, orientales. A esto se añade la compleja estructura de la obra, que denota los lazos y guiños a los conceptos creativos de Cage.
La relevancia de Cage en México también se hizo sentir en revistas preeminentes como Vuelta, Plural, Pauta, Diálogos, la Revista de Bellas Artes y la Revista de la Universidad de México, donde fueron editados sus ensayos, poemas mesósticos y entrevistas, y donde él mismo fue tema de debates.
Por otro lado, las composiciones de John Cage conforman el repertorio de diversos solistas y agrupaciones. Instituciones como El Colegio Nacional y el Centro de Experimentación y Producción de Música Contemporánea (Cepromusic) han mantenido sus obras en los programas de conciertos hasta hoy. Entre las presentaciones coordinadas por estos centros destacan la gala que en 2012 organizaron Mario Lavista, el ensamble de percusiones Tambuco y el pianista Duane Cochran en El Colegio Nacional en conmemoración el centenario de su natalicio, y la serie dedicada a la música contemporánea, ideada por Lavista en esta misma entidad. A esto pueden agregarse las habituales temporadas de conciertos del Ensamble Cepromusic y sus actuaciones en distintos eventos.
La obra de Cage también se mantiene viva en los más diversos escenarios de América y Europa; en centros de investigaciones, coloquios, conferencias y conciertos. Dedicados a su memoria se proyectan materiales fílmicos, como el One 11 and 103 ‒primer largometraje realizado por Cage al final de su vida‒ y Cunningham (2019), documental con testimonios y materiales de archivo que aborda algunos aspectos biográficos de Cage y su proceso de trabajo con esta compañía danzaria.
Un hecho singular, muy acorde a las concepciones y al sentido del humor del compositor, es que en una iglesia del pueblo alemán de Halberstadt un órgano lleva tocando desde hace diecinueve años la pieza más larga de Cage, “Organ2/ASLSP” (siglas de “as slow as possible”, lo más lento posible). La partitura, de solo ocho páginas, no especifica cuán lento debe interpretarse, por lo que una junta de expertos en Alemania fijó que su ejecución debe durar 639 años, hasta el 2640.
En México el pensamiento, cosmovisión y conceptos artísticos sirvieron de entramado para vivificar la creación artística, infundiéndole nuevos retos y horizontes. El ejemplo de la visita de John Cage ilustra la importancia del intercambio cultural, con independencia del lugar de donde este proceda. Las experiencias de estos eventos enriquecen los enfoques y criterios de los intelectuales y artistas, y signan la vida nacional por muchas décadas. Del mismo modo trascienden y retroalimentan la libertad de expresión y pensamiento más allá de la literatura y las artes, en todos los campos de la sociedad. ~
Ana Gabriela Fernández (Cuba-México) es pianista. Graduada de maestría y doctorado con mención honorífica en la UNAM. Ha obtenido diversos premios en certámenes nacionales e internacionales. Ha realizado numerosos recitales y conciertos en Cuba, Estados Unidos, Canadá y México.
Ha sido becaria del Belgais Center for Arts con Maria Joao Pires, en Castellón Branco, Portugal y de la OAcademy (2022), con la pianista venezolana Gabriela Montero. Funge como coordinadora institucional del sitio Zona Paz y es candidata al posdoctorado en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.