Si usted llegó a este artículo, habrá oído antes el nombre de Taylor Swift. Sabrá, por ejemplo, que es la cantante más rica del planeta, que tiene legiones de fans que la siguen por todos lados y que a principios de octubre lanzó The life of a showgirl, su disco más reciente.
Sin embargo, si rebasa cierta edad o cultiva ciertos gustos musicales, es muy probable que no haya escuchado nunca una canción de Taylor Swift (fuera de la ineludible “Shake it off”, que se cuece aparte).
Pensando en nosotros, los no swifties del mundo, me aboqué a escuchar de pe a pa sus discos. Resumo mis hallazgos en estas cinco canciones para saber a qué suena Taylor Swift.
1. “Our song” (Taylor Swift, 2006)
En 2004, la familia Swift se mudó de Pensilvania a Nashville para que Taylor, una jovencita que ya a los catorce mostraba su determinación y talento musical, persiguiera su sueño de convertirse en una cantautora country como su ídolo Shania Twain. Dos años después, y luego de varios rechazos, firmaba con la disquera Big Machine y publicaba su álbum debut, Taylor Swift.
“Our song”, una animada balada country que escribió para un talent show de su prepa, sentará las bases de su universo musical: la clásica estructura de canción (intro, verso y coro x 2, puente, coro, cierre), secuencias armónicas accesibles, melodías con ganchos memorables, pegajosos coros y, por encima de todo, historias muy bien contadas.
La canción comienza con una frase inequívocamente country a cargo del violín que, seguida por los arpegios de un banjo y el rasgueo de una guitarra acústica, dan pie a una Swift que narra, a modo de conversación, el momento en que, viajando en la camioneta de su novio, se da cuenta de que la pareja no tiene su propia canción. Él románticamente responde que todo lo contrario, su canción se compone de todos los momentos que comparten cotidianamente: el ruido del mosquitero golpeando la puerta cuando ella se escapa con él, los golpecitos en su ventana, sus risas y sus murmullos al hablar por teléfono por las noches, para que su mamá no la escuche. Abundante en pormenores, la letra podría, a la vez, habitar en el diario de cualquier adolescente estadounidense y muestra recursos que anuncian una escritura original e ingeniosa, como parafrasear a su novio a lo largo del coro para luego invertir los papeles y que ahora sea él quien habla bajito por teléfono para que su mamá no lo descubra. Al final Taylor canta (¿o manifiesta?) que, viajando en la camioneta de su novio, tomó una pluma y una servilleta y decidió escribir su canción… Estupendo storytelling y un cierre profético.
“Our song” fue el primer número 1 de Swift en la lista Billboard de country, y el álbum fue ganando terreno hasta convertirse, tres años después, en el que más tiempo ocupara las listas de popularidad de dicho género de la década de los 2000. Un crítico apuntó que mostraba “una clara sensibilidad pop”.
2. “All too well” (Red, 2012)
Es sabido que los álbumes de Swift describen la “era”[1] que ella atraviesa al momento de escribirlos. Taylor aborda temas de rompimiento y traición sin pelos en la lengua en las canciones de Red, su cuarto disco, dirigidas a exparejas (o sus novias), algunas más introspectivas y catárticas, otras más vengativas, que podrían darle el mote de la Paquita yanqui. Un cambio de piel comienza a ser evidente en Swift: el rock, el folk y el pop han ido ganándole terreno al country, piano y guitarra conviven ahora con sintetizadores y cajas de ritmo.
“All too well”, pilar emocional del disco, es un viaje a los recuerdos más dolorosos de una relación que estuvo destinada al fracaso desde el comienzo, como presagia la frase inicial: “I walked through the door with you / The air was cold / But something about it felt like home somehow”. La voz de Swift nos guía a través de un emotivo recorrido, primero grave y airosa, luego cálida y desoladora, hasta el clímax en que, en su registro más agudo, canta “And you call me up again just to break me like a promise / So casually cruel in the name of being honest / I’m a crumpled up piece of paper lying here / ‘Cause I remember it all, all, all / Too well”. Sin virtuosismos, el despliegue vocal de Taylor es el vehículo perfecto para sus elocuentes letras.
Hago una breve desviación para hablar de la armonía. A lo largo de la canción, la base instrumental repite una secuencia de cuatro acordes que hemos escuchado una infinidad de veces, desde “Let it be” y “With or without” you hasta “Despacito”, y que la propia Swift utiliza de manera asidua (según este minucioso análisis de David Bennet, aparece en una veintena de sus canciones). La riqueza armónica en la música de bandas como The Beatles –quienes no repitieron la misma combinación de acordes en ninguna de sus canciones– hace ver a la armonía del pop actual como un páramo desolado, resultado de una ausencia de exploración o pereza a la hora de componer, o en el peor de los casos, un analfabetismo armónico terriblemente limitante para músicos y público a la par.
En 2021, Swift lanzó una nueva grabación del disco Red (aquí un artículo sobre su batalla por recuperar los derechos de sus canciones). En ella incluyó una versión de 10 minutos de “All too well”, un auténtico tour de force emocional en el que, en puro estilo de flujo de conciencia, incluye conversaciones imaginarias con su antigua pareja y recuerdos dolorosamente detallados. Dicha versión se convirtió en la canción más larga en alcanzar el no. 1 de las listas de popularidad de Billboard.
3. “Blank space”(1989, 2014)
Para 1989, su quinto álbum, Taylor Swift se asoció con el productor Max Martin –responsable de una plétora de mega hits al lado de Britney Spears, Selena Gomez, Ariana Grande, Justin Bieber y Ed Sheeran– y su discípulo Shellback, ambos suecos, para hacer un disco inspirado en la música que escuchaba en su infancia. El disco, que abandona cualquier resquicio del country y la consolida como absoluta estrella del pop, se vuelve un éxito descomunal que contiene varias bombas, entre ellas “Shake it off” y “Blank space”. Esta última, escrita por la cantante en conjunto con los productores, es una respuesta al acoso de la prensa y los haters (El peso de la fama será, por cierto, el tema central de Reputation, su siguiente álbum).
Un ritmo de hip hop y un sencillo motivo de cuatro notas componen el acompañamiento de aire extrañamente mecánico, como si se tratase de una cajita musical, sobre el cual Taylor, en modo femme fatale, simula una conversación con su próxima víctima, alternando frases entrecortadas: “Nice to – meet you – where you – been”, “Magic – madness – heaven – sin” con saltos melódicos que se repiten, como “Oh my God, look at that face / You look like my next mistake / Love’s a game, wanna play?”, y breves sentencias al final de cada estrofa: “I can make the bad guys good for a weekend” o la famosa “Cause darling I’m a nightmare dressed like a daydream”. El coro llega subrepticiamente con la entrada del bajo electrónico. Sus largas notas ocupan por primera vez el registro grave, lo cual agrega dramatismo a las palabras: “Got a long list of ex-lovers / They’ll tell you I’m insane / But I’ve got a blank space, baby / And I’ll write your name”. Esta melodía recuerda ligeramente a aquel hit italo-pop de los 80, “Sara perché ti amo”. ¿Será una de las canciones que escuchó?
En una interpretación en vivo, Taylor explica que se inspiró en los chismes de la prensa sobre sus múltiples ligues y atribuladas relaciones para escribir al personaje de la canción, tras lo cual procede a interpretarla. Es refrescante ver a la artista, tan fotografiada con estadios repletos al fondo, armada tan solo de una guitarra y un micrófono. Desprovista de cualquier parafernalia, su presencia escénica es evidente. Su delivery –el uso de su voz, sus inflexiones, expresividad y afinación– es impecable. En el rasgueo de su guitarra se puede escuchar, a lo lejos, el eco de una balada country.
4. “august” (folklore, 2020)
Fruto de su colaboración con los productores Aaron Dressner y Jack Antonoff, el álbum folklore (así, en minúsculas, al igual que los títulos de sus canciones) y su disco hermano evermore, publicado unos meses después, muestran una versión más madura de Taylor, con un sonido que combina lo indie y folk con lo ambiental y cinemático que le da la suma de capas de guitarras, pianos silenciados y sobrias orquestaciones relegadas siempre a un segundo plano. Swift, para mi gusto en su mejor momento, cambia el foco de su narrativa para crear personajes e historias en vez de canciones autorreferenciales.
“august”es una de las tres piezas (junto con “cardigan” y “betty”) que describen un triángulo amoroso, cada una desde el punto de vista de uno de los implicados, en este caso el de la parte no correspondida: “Cancel plans just in case you’d call / And say ‘Meet me behind the mall’ / So much for summer love and saying, ‘Us’ / ‘Cause you weren’t mine to lose”. Una canción refinada, de sonido cálido y melancólico que combina a The Sundays, Lana Del Rey y The National, la banda de Aaron Dressner.
folklore y evermore resultan una bocanada de aire fresco al alejarse de las fórmulas tradicionales del pop (incluso hay una canción en 5/4, algo muy poco frecuente en la música comercial) y explorar formas más libres y expansivas, a la vez más variadas que aquellas de su melopeico sucesor, The Tortured Poets Department (2024).
5. “The fate of Ophelia”(The life of a showgirl, 2025)
The life of a showgirl pretende homenajear a las divas del espectáculo, que deben aprender a navegar la fama y la celebridad mientras viven permanentemente frente a las cámaras y bajo el escrutinio público. Después de colaborar en sus últimos discos con Aaron Dressner y sobre todo Jack Antonoff, su principal socio creativo y coautor de medio centenar de sus canciones, Swift abandona el pop más maduro, lleno de nostalgia e introspección, en pos de un sonido más directo, para lo cual se alía nuevamente con la dupla Max Martin / Shellback. Lejos de que esto derivara en un álbum synth-pop, como se preveía, The life of a showgirl despliega once cortes que observan los más estrictos cánones del pop en todas sus vertientes y estilos, haciendo guiños a los Jackson 5, Fleetwood Mac, Eurythmics, Jonas Brothers, Weezer y hasta los Pixies (no hay más que escuchar los primeros acordes de “Actually romantic”).
La cantante, quien recientemente anunció su compromiso matrimonial con la súper estrella del fútbol americano Travis Kelce, atraviesa una etapa emocionante y alegre, lo cual se refleja en sus canciones. Es verdad que el disco, abundante en dobles sentidos, innuendos y demás referencias procaces (la pegajosa “Wood” destaca visiblemente), ha recibido críticas por su “nivel de picor” por parte de un público acostumbrado a una Swift mejor portada. Si esta nueva faceta de la cantante se siente o no impostada es decisión de cada quien, aunque cabe decir que no cualquiera editaría en paralelo, pensando en su público más joven, una “versión de boca limpia” en que reemplaza todas las palabras altisonantes por otras bien sonantes (y que rimen).
Un redoble de una tarola con sabor añejo y unos acordes sincopados del piano dan paso a una prominente línea de bajo sobre la cual Taylor canta las primeras líneas del disco. “The fate of Ophelia” alude al trágico personaje de Hamlet, cuyo destino cambió al encontrar el amor verdadero (las canciones de Swift están plagadas de referencias literarias, como se describe aquí). El ingenio de la mancuerna Swift / Martin / Shellback se demuestra en el uso de un coro doble (que duplica, para fines prácticos, el clímax de la canción) o en la cuidadosa mezcla de la voz, que ayuda a alternar entre la narración de la cantante y el eco de la voz de Ofelia. A medio camino entre el new wave y una fiesta con bailarinas agogó, la canción se aleja del sonido electrónico más asociado a los suecos en pos de uno más refinado.
Afirmar que la música de Taylor Swift es un calculado producto comercial sería simplificar de más a una artista que lleva más de veinte años dedicada a escribir canciones. Sin embargo, mi reciente zambullida en su universo me dejó un poco obnubilado. Los hooks de su último disco resonaban en algún rincón de mi cabeza mientras sentía un empacho similar al de mis días de adicción a la leche condensada. No hay nada de malo en escuchar un buen hit de vez en cuando, siempre que se contrapuntee con otros productos menos procesados. ~
Gracias a Valeria Porthoz por sus recomendaciones para adentrarme en el universo Swift.
[1] En el vocabulario Swift, cada “era” implica una transformación completa de imagen, un enfoque y temática nuevos, acompañados de videos que ella concibe y con frecuencia dirige, y mil y un easter eggs para el deleite de sus leales swifties.