El 19 de octubre de 2016, durante el tercer debate entre Hillary Clinton y Donald Trump, este espetó, en uno de sus conocidos arranques antimexicanos: “We have some bad hombres here and we have to get them out”. De esa frase que satanizó de tajo a millones de paisanos, honestos y chambeadores nació también el nombre de un proyecto emblemático del percusionista y compositor mexicano Antonio Sánchez.
En los dos álbumes que ha sacado bajo el proyecto Bad Hombre (el primero, homónimo, de 2017, y el segundo SHIFT, Bad Hombre Vol. II, de 2022) el músico mexicano no ha hecho más que experimentar, girar, colaborar, evolucionar, seguir levantando proyectos ambiciosos y abandonar el Brooklyn que fue su hogar por años para afincarse en Barcelona.
Conversé por teléfono con él días antes de la elección estadounidense del 5 de noviembre, que devolvió a Trump a la Casa Blanca. El pretexto fue su retorno a los escenarios mexicanos, el próximo 1 de diciembre en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris” de la capital. El jazzista mexicano con mayor proyección en el ámbito global de la música sincopada, Sánchez es consciente de que muchos preferirían que no se pronunciara sobre temas políticos, pero él, sin contaminar sus composiciones, que son preponderantemente instrumentales, utiliza su fama y levanta la voz, en sentido figurado. “Yo lo que trato de decirle a todo el mundo es que se mantengan informados, nada más. El defecto y la virtud de Trump, al mismo tiempo, es que es tan burdo y transparente que no esconde nada; dice exactamente lo que quiere hacer.”
No es diplomático de carrera, pero el percusionista es uno de los principales embajadores del arte y la música mexicana en la actualidad. También un modelo de trabajador de la cultura, un ejemplo para las nuevas generaciones de jazzistas mexicanos y de músicos en general. Chilango de 53 años y consabido nieto del fallecido histrión Ignacio López Tarso, Sánchez ha seguido una carrera ortodoxa, con todas las de la ley, que inició formalmente con sus estudios de piano y composición en la Escuela Nacional de Música, continuó en el afamado Berklee College of Music, del que se graduó con suma cum laude, y prosiguió en el New England Conservatory, donde estudió improvisación jazzística.
Su mayor lección, dicho por él mismo, han sido las decenas de colaboraciones, en estudios y escenarios de todo el orbe, que ha tenido con con jazzistas de primer nivel. Su participación en la Orquesta de las Naciones Unidas, comandada por el pianista panameño Danilo Pérez, lo puso en la mira de Pat Metheny, quizás el guitarrista de jazz en activo más dotado del mundo. Que el estadounidense lo fichara marcó un hito decisivo en la carrera del mexicano, quien es apenas el tercer percusionista en las filas del Pat Metheny Group en sus casi 47 años. Con esa agrupación, Sánchez grabó Speaking of now (2002) y The way up (2005) y giró por todo el mundo. El bataco dice que Metheny se convirtió en un mentor. “He utilizado mucho de lo que le aprendí en mis producciones y en la forma de manejar mi carrera. Ha sido un ejemplo por su ética de trabajo, además de ser alguien que me inspira y al que quiero mucho.”
Otro hito decisivo en la carrera del inquieto baterista fue su colaboración con el cineasta Alejandro González Iñárritu en su innovador score para Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia) (2014). Filme laureado, ganador de cuatro Oscares, también se distinguió por su novedosa incorporación de los amplios recursos improvisatorios del percusionista mexicano. Estamos en 2024 y la película, que ya cumple una década, mantiene a Sánchez presentándose por todos los continentes (recién estuvo en Hong Kong y en enero del 2025 se presentará en varios estados de la Unión Americana) con proyecciones que se nutren aún más de la chispa creativa del mexicano.
He visto un par de veces la película con Sánchez en vivo, una en el Auditorio Nacional y otra en el teatro Ángela Peralta. Las dos han sido animales distintos, mutantes, espontáneos, con la magia de lo único y lo irrepetible, con la gracia fugaz de lo que no volverá a ser igual la próxima vez. “Ahora –comenta el músico–, estoy haciendo una versión diez años después, que es la que me hubiera gustado haber hecho entonces, porque hicimos todo básicamente en dos días. Como llevo viviendo con la película desde hace diez años, conozco los diálogos íntimamente, el subtexto. Todavía me divierto mucho con este proyecto.”
La fértil colaboración con González Iñárritu le abrió a Sánchez todo un mundo de posibilidades creativas. Ya compuso música para las series Get Shorty y Stags, y pronto se escucharán sus piezas en The Studio, de Seth Rogen.
Escuchar en directo a Antonio Sánchez es constatar la sensibilidad y el oído de quien alcanza el ritmo y el compás necesarios tras multitud de estudios, proyectos y colaboraciones; nunca se excede con solos desbordantes, aparatosos o sin razón de ser.
Preguntarle sobre sus proyectos en puerta es comenzar a salivar. Apenas en septiembre pasado tuvo una residencia de doce presentaciones en el legendario Blue Note neoyorquino con el virtuoso banjoísta Béla Fleck y el arpista colombiano Edmar Castañeda, y a los pocos días –“calientitos”, como bien subraya–, ya estaban en el estudio grabando un álbum que promete ser una de las fusiones más explosivas del 2025.
Otro proyecto para relamerse los bigotes es un álbum de duetos, con piezas de Sánchez y ejecutantes de la talla de John Scofield, Bill Frisell, Chris Potter, Béla Fleck y el joven vibrafonista maravilla Joel Ross. Y eso no es todo: más temprano que tarde se verán los frutos de sesiones de grabación con el saxofonista canadiense Ben Wendell y con el tecladista japonés BIGYUKI, así como con Elipsis, la agrupación de Sánchez con Michael League, fundador y cerebro del inclasificable pero estimulante combo Snarky Puppy, y Pedrito Martínez, percusionista y cantante cubano del grupo Yerba Buena.
Regreso al proyecto Bad Hombre, que el baterista pondrá en acción de nuevo en territorio mexicano y que muestra el rostro incluyente, abierto, mestizo y sin fronteras de Sánchez. Tras su actuación en el Festival M Jazz del pasado febrero en la capital del país, el concierto del 1 de diciembre se antoja una oportunidad ideal para escuchar un set completo, sin restricción de tiempo y con las pruebas de sonido que permite una presentación individual. Sus acompañantes siguen siendo su esposa Thana Alexa, sofisticada cantante croata-estadounidense que también destaca en la escena jazzística global como solista y con el singular trío vocal Sonica, y dos experimentalistas bien curtidos en la escena neoyorquina de vanguardia, el ya citado BIGYUKI (nombre de pila: Masayuki Hirano) y el bajista australiano Lex Sadler.
Bad Hombre le ha permitido a Sánchez dar rienda suelta a todos sus gustos e influencias musicales. El primer álbum del proyecto lo mostró en abierta experimentación del maridaje percusión y electrónica. En el segundo, la co-creación con Trent Reznor, Atticus Ross, Dave Matthews, Meshell Ndegeocello, Lila Downs, y Rodrigo y Gabriela, entre otros músicos de muy diversos estilos, lo proyectaba en la exploración de vastos territorios sonoros. Sánchez sabe satisfacer las expectativas de la rigurosa y a veces atildada audiencia de cierto tipo de jazz, pero también es un virtuoso en el arte de darse gusto. Por eso no es descabellado pensar que el joven fanático de Neil Peart, Keith Moon, Stewart Copeland y John Bonham, el chavo rockero que aún vive en el respetado jazzista, se asome en estas composiciones que abrevan de pozos diversos.
El baterista ha sabido ser maestro sobre el escenario y fuera de él. La Residencia Antonio Sánchez, que se realiza cada año en el Centro Nacional de las Artes (Cenart), y que ya va en su tercera edición, es una aportación significativa del músico, en colaboración con DeQuinta Producciones, en favor del movimiento del jazz en el país. Decenas de artistas de todas las edades –Ingrid Beaujan, Israel Cupich, Ben García, Carolina Mercado, Toto Nava y Gabriel Puentes, entre muchos otros– han sido seleccionados para recibir conocimiento de modo directo por parte de Sánchez y colegas con alta exposición en los circuitos internacionales de jazz.
Inquieto, el percusionista estrella no deja de generar ideas y levantar proyectos de manera constante. Parece vivir en movimiento continuo. Avecindado en Barcelona, no descarta la colaboración con colegas locales ni la exposición a otros estilos musicales. “Me encanta el flamenco, es un tipo de música que me nueve mucho. Me gustaría ponerme a investigar más y a colaborar con músicos del género”, revela.
Una inquietud más de la imparable máquina de proyectos musicales llamada Antonio Sánchez, bad hombre con atributos. ~
Ernesto Flores Vega (Huichapan, Hgo., 1964) es un melómano ecléctico. Ha ejercido el periodismo y la comunicación corporativa.