No es euforia de jazzófilo empedernido, ni ataque triunfalista por suponer que ya alcanzamos el más alto estadío de desarrollo del género. Lo incuestionable es que ya existe una vibrante y plural escena jazzística en la Ciudad de México. Los buenos foros se consolidan en todas las alcaldías, códigos postales y colonias y es posible escuchar cada semana atractivas propuestas, locales e internacionales, lo mismo en Polanco, Roma, Condesa y Centro Histórico, que en Coyoacán, Escandón, Juárez, Narvarte, Santa María La Ribera, San Rafael y Portales. Y hay de todo para todos: desde el jazz que algunos llamarían clásico o tradicional, pasando por propuestas contaminadas (para bien) de pop o funk, hasta el más desaforado free jazz.
Pasaron a la historia sitios legendarios y entrañables como Arcano, Papa Beto y New Orleans, pero locales como el Zinco, Parker & Lennox, Jazzatlán, Casa Franca, El Convite, Jazzorca, Casa Imperial, Venas Rotas y Pizza Jazz Café, por solo mencionar un puñado, se han vuelto referentes para gambusinos de la amplia gama de estilos jazzísticos.
Hay quienes están convencidos de que la existencia de una sólida escena de jazz en una ciudad le imprime un sello indeleble de cosmopolitismo. Jordi Funtanet, artífice del festival M Jazz, que el próximo sábado 22 de febrero realizará su tercera edición, es uno de ellos.
Melómano, productor cinematográfico y también socio de Parker & Lennox, club de jazz que este año cumplirá una década de operaciones, Funtanet trabaja bajo la advertencia de los conocedores de que “un festival se consolida a partir del quinto año”. Debe reconocerse que su curaduría ha sido atinada: talento local e internacional, diversidad de estilos y tendencias, innovación y aventura sin despeñarse en ejercicios disonantes o difícilmente asimilables.
En sus dos ediciones, el M Jazz ha tenido el acierto de mostrar al gran público la propuesta de Los Pream, un insoslayable combo oaxaqueño que mezcla sonoridades de banda mixe con jazz y funk; a la Orquesta Nacional de Jazz repasar el repertorio del legendario Juan García Esquivel (santón del lounge y el space age pop); una de las últimas presentaciones en directo de The Comet is Coming, el poderoso e inclasificable trío inglés, antes de que se escindiera el portentoso saxofonista Shabaka Hutchings; y músicos de primera línea en la actual escena global del jazz, como Robert Glasper, Richard Bona, Chief Adjuah y Antonio Sánchez.
Otra muestra del vigor de la escena jazzística chilanga la da el ya próximo Festival de Jazz Internacional de Polanco (5 y 6 de abril), en el teatro Ángela Peralta; el insoslayable ciclo NY Jazz All Stars, en El Cantoral, que inicia el sábado 1 de marzo y se prolonga hasta el sábado 22 de noviembre y va en su treceava edición; el Jazzbook, organizado por El Convite y que en el 2024 se llevó a cabo en las sucursales del Fondo de Cultura Económica y va, también, tras su treceava edición; y el Eurojazz, en el Centro Nacional de las Artes (Cenart), que este año, en noviembre, llegará a su edición número 28. Más que acérrima competencia, parece haber camaradería, complementariedad y decisión colectiva por crear públicos. No por nada un día antes del M Jazz se celebrará en Parker & Lennox el Encuentro Mexicano de Jazz, que reunirá a los diversos actores del ecosistema: músicos, promotores, bookers, propietarios de foros, comunicadores y críticos. “Nos vemos –anota Funtanet– como compañeros aliados para generar una escena. Nuestra competencia es que la gente no quiera escuchar jazz, o piense en salir de casa para hacer otra cosa.”
La alineación del M Jazz 2025 ostenta de nuevo diversidad, sólido y comprobado componente local, tradición, eclecticismo, desafíos a una noción estática y convencional de lo que puede considerarse jazz y, a fin de cuentas, una curaduría en la que se percibe un espíritu incluyente más que purista, sectario o restrictivo.
Será una ocasión inmejorable para atestiguar la óptima salud e inventiva de dos agrupaciones mexicanas que arriban a la veintena de edad con propuestas de abierto mestizaje y polinización cruzada. Una es Klezmerson, banda fundada y liderada por el tecladista Benjamín Schwartz que en el nombre ha llevado la magia y la aventura: un coctel de klezmer (género musical originado en la tradición askenazi de Europa del Este) agitado con son jarocho, funk, sicodelia y ritmos afroantillanos, sobre todo cumbia suavecita. Consentidos mexicanos del saxofonista de vanguardia John Zorn y su sello Tzadik, desde hace una década sumaron al inquieto e inspirado guitarrista Todd Clouser, uno de los personajes destacados de la escena jazzística mexicana y pieza fundamental del poderoso trío A Love Electric.
La segunda es Troker, de Guadalajara, que ha sabido amalgamar jazz, punk, funk y hip-hop con mariachi. En sus metales hay ecos de diversas latitudes y orígenes: por instantes remiten a los Balcanes, a las agrupaciones gitanas, o a las festivas bandas de pueblo mexicano, todo con una energía y actitud que se tiende a emparentar más con el rock.
La gran revelación puede ser Bahía de Ascenso, el proyecto paralelo del multiinstrumentalista Roberto Verástegui, tecladista del grupo Paté de Fuá. Es un colectivo de fusión en el que hay que prestar atención a la voz de Silvana Estrada, esta orquesta, como les gusta concebirse, no conoce fronteras, aunque se mueve con facilidad por sonoridades que remiten al rock, la world music y la sicodelia. Para Bahía de Ascenso cabe augurar una trayectoria como la de Klezmerson y Troker, si apuestan por grabar y girar más.
La parte internacional del festival también promete música de altura y acento diverso. El trío inglés GoGo Penguin –de Manchester, para ser más precisos– ha sido apodado por algunos “el Radiohead del jazz”. El mote, aunque llamativo, me resulta impreciso. El Radiohead que siguió a su descubrimiento del Miles Davis de la era Bitches Brew y dio vida a todo el periodo posterior a Ok Computer (1997) es un revuelo polirrítmico (ya no digamos las dos logradas y promisorias excursiones de The Smile grabadas hasta la fecha). A lo de GoGo Penguin quizá le falta algo de swing y conflicto, pero su minimalismo y detalle hacen pensar en un The Bad Plus con muchas horas de escucha de Philip Glass, Michael Nyman y otros minimalistas. La propuesta singular y novedosa de este trío, que contendió en 2014 por el prestigiado Mercury Prize inglés, va mucho más allá del jazz y se ofrece como un crisol de atmósferas no exentas de emoción y propiciatorias de la contemplación. Su presentación será a las 6 de la tarde. Anota Funtanet: “Su música se antoja para un atardecer.” El de GoGo Penguin es de los fichajes más arriesgados del icónico sello Blue Note, que así parecería ostentarse en sintonía con una noción de jazz abierta a lo actual (casi en los linderos del ambient) e indudablemente ubicada en la contemporaneidad que recurre a cuanto sonido contribuya a un buen estado de ánimo.
Melanie Charles, cantante, flautista y compositora nacida en Brooklyn, pero de origen haitiano, es otro talento que sabe mucho de jazz, pero también de soul, r&b, pop y hip hop, con participaciones en escena o grabaciones con Wynton Marsalis, SZA, Gorillaz y The Roots. Es de esperarse que ofrezca al público chilango algunas de las piezas de su álbum Y’all don’t (really) care about black women (2021) en el que reimagina piezas de Dinah Washington, Sarah Vaughan, Betty Carter y Ella Fitzgerald, para dejar clara la dimensión de sus gustos e influencias vocales.
Unos les llamarán míticos, otros veteranos: los brasileños Azymuth, también dados a la buena mescolanza rítmica, escribieron una página notable en el jazz-funk latino desde los años 70 del siglo XX. A sus jóvenes 78 años, el bajista Alex Malheiros es el único miembro original del trío que está gozado de una puesta al día o revival gracias a los oficios de Jazz is Dead, la iniciativa musical (sello discográfico y presentaciones en vivo) de la mancuerna Adrian Younge-Ali Shaheed Muhammad, cuyos carteles y volantes pusieron a la defensiva a más de un jazzófilo desinformado. (“¿Jazz is Dead? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Quién dice?”)
¿Está vivito y coleando el jazz en México y el mundo?, le pregunto a Funtanet, admirador no solo de Miles Davis y Keith Jarret, sino de forjadores mexicanos como Eugenio y Fernando Toussaint y Tino Contreras. “Renaciendo”, responde con realismo, optimismo y cautela. La edición 2023 del M Jazz reunió a 2,300 personas; la del 2024 a 3,100. Otro dato duro es que su podcast “Jazz en las rocas” ya llegó a 130,000 seguidores en solo dos años de vida. Y eso no es todo: “En Parker & Lennox –afirma- cada vez vemos a más chavitos que vienen por cuenta propia.” Algo más: “A los hip-hoperos, cuando los obligan a irse a lo instrumental, en formato tiny desk, optan por apoyarse en músicos de jazz.”
Yo me regreso al cierre de la edición 2024 del M Jazz, cuando la Louis Cole Big Band, una bandota conformada en su mayoría por entusiastas y profesionales veinteañeros, prendieron a un público acosado por el viento frío. Este año, los menores entre tres y doce años pagarán una entrada general infantil de solo 100 pesos. Si eso no es pensar en el futuro y en la creación de públicos, yo soy Coltrane a punto de grabar A love supreme o Miles A kind of blue. ~
El Festival M Jazz 2025 se llevará a cabo el 22 de febrero
en el Parque Bicentenario de la Ciudad de México. Más detalles aquí.
Ernesto Flores Vega (Huichapan, Hgo., 1964) es un melómano ecléctico. Ha ejercido el periodismo y la comunicación corporativa.