40 años de The Smiths (el álbum): el origen de una voz

El debut de la banda liderada por Marr y Morrissey se separó de la tónica frívola del pop de su época y resonó con legiones de adolescentes tímidos.
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¿Cómo llegaron a donde están? ¿De dónde vienen?
Ese es el aspecto de The Smiths que más me ha impresionado.
John Peel

Hacia mediados de los años ochenta, mientras Inglaterra pasaba por una recesión y su tasa de desempleo alcanzaba un récord histórico, la música pop pintaba un panorama frívolo y estimulante, donde el sintetizador era el rey. Duran Duran recorrían el Caribe en velero, Wham! asaltaba la barra libre de los hoteles todo incluido y hasta David Bowie, en su nueva iteración, ponía estadios a bailar. El gel esculpía las cabelleras, la brillantina plastificaba las mejillas, las hombreras afilaban las siluetas y los lentes oscuros apenas escondían los sombreados fosforescentes. 

Debajo de esa superficie, en una escena subterránea que transitaba del postpunk, el rock gótico y el glam hacia el new wave, un grupo de Manchester ganaba terreno. No llevaban cuero negro, ni se pintaban los labios, ni lucían peinados extravagantes, pero algo en su sonido los distinguía del resto. Se hacían llamar The Smiths y su primer sencillo, “Hand in glove”, se separaba de la tónica generalizada al celebrar un enamoramiento juvenil frente al juicio desaprobatorio de su entorno: “Hand in glove, the sun shines out of our behinds. No, it’s not like any other love, this one is different–because it’s us. And if the people stare, then the people stare. Oh, I really don’t know and I really don’t care”1. La canción les ganó una invitación al programa de John Peel, que era el termómetro de las tendencias musicales británicas por excelencia. Unos meses más tarde, con la inercia ganada, la banda comenzó a grabar su primer disco. 

Tras una primera tentativa fallida con Troy Tate como productor, la banda trabajó con John Porter, colaborador de Bryan Ferry, en la grabación. Mientras que aquel quiso invocar una estética naturalista, que capturara el sonido del grupo tocando en vivo, Porter propuso un sonido más pulido y refinado. Si las pistas con Tate mostraban el sonido áspero de una banda de garage fiel a los principios del DIY (la grabación no oficial puede escucharse aquí), el resultado de Porter fue diametralmente opuesto, que enmascaró el sonido indie en favor de uno más pop y, por lo tanto, digerible para el gran público.

El disco que resultó de esas sesiones, llamado sencilla y casi confesionalmente The Smiths, salió a la venta el 20 de febrero de 1984 y alcanzó el segundo lugar del UK Albums Chart. Se trata de un compendio de diez relatos en primera persona cuya masa madre son vivencias de su cantante, Morrissey: un diario salpicado de relaciones fallidas, confesiones (y confusiones) amorosas, encuentros y desencuentros (sexuales y no), humorísticamente narrados en una prosa salpicada de aliteraciones –“Manchester, so much to answer for”, “to tease, torment and tantalize”– y frases que parecen epigramas –“Does the body rule the mind or does the mind rule the body?”, “As merry as the days were long, I was right and you were wrong”, “I decree today that life is simply taking and not giving”2–. De sus héroes literarios –con Oscar Wilde a la cabecera, acompañado por Shelagh Delaney, Molly Haskell, Jack Kerouac y James Joyce– el cantante toma prestadas citas y títulos.

Morrissey transforma sus letras en música de forma singular, con sinuosas melodías que transitan entre los distintos registros de su voz de barítono, del grave –profiriendo maldiciones en “Suffer little children”– al medio aterciopelado –”I don’t owe you anything”– o insolente –”What difference does it make?”–; del agudo lastimero –los coros de “Still ill”– al falsete desesperado –el final de “Miserable lie”. Su manera de extender ciertas palabras –como el quejido melismático de “Reel around the fountain” (and you maaade him ooold) o el arrullo de “The hand that rocks the cradle” (“as long as the hand that rocks the cradle is miiine, miiine, miiine…)– también serán parte de su huella vocal, única e inimitable.

La originalidad y riqueza de Morrissey como escritor y cantante encuentran su contraparte en la elegancia e inteligencia del guitarrista y compositor Johnny Marr. Sus sofisticadas armonías, producto de usar acordes con extensiones y de dejar cuerdas al aire en su guitarra, rara vez se utilizan en el pop. En vez de rasgueos o power chords, Marr pellizca las cuerdas con una púa a la usanza de los guitarristas folk como Bert Jansch y –algo impensable en la era de Eddie van Halen– sustituye el ubicuo solo de guitarra por pegadizos riffs (frases musicales cortas y llenas de carácter, acaso su contribución más memorable). Finalmente, cual orquestador, Marr aprovecha las posibilidades del estudio para grabar múltiples capas de guitarras, algunas en primer plano, otras subrayando algún detalle, otras más en el fondo. El cuarteto se completa con Mike Joyce, cuya batería suma ímpetu y precisión en partes iguales, y con Andy Rourke, fallecido en 2023, cuyas melodías y contrapuntos al bajo le ganaron un lugar de respeto entre sus pares.

A pesar de tener personalidades tan distintas, Marr y Morrissey se reconocían en sus orígenes –familias irlandesas radicada en Manchester–, en sus gustos musicales –Dusty Springfield y Sandy Shaw, la irreverencia de los New York Dolls y la poesía indómita de Patti Smith– y en la nostalgia mancuniana. El ermitaño devorador de poesía y el extrovertido guitarrista que jugaba fútbol compartían una faceta profundamente nostálgica, “ese sentimiento de cuando vas apoyando tu cabeza en la ventana del autobús en una mañana lluviosa de un miércoles de noviembre, recorriendo Manchester”, según contaría el guitarrista. Así sería también su música, a la vez explosiva y melancólica. 

La colaboración de la mancuerna tenía un elemento ritual: Marr grababa la música de una nueva canción en un casete que dejaba en el buzón de Morrissey, quien escribía la letra. A veces, nadie conocía la parte vocal sino hasta que el cantante la interpretaba desde la cabina de grabación. 

“This charming man”, segundo sencillo de la banda, y que aparecería en la edición estadounidense del disco, ejemplifica la sintonía y sofisticación de la banda. Compuesta por Johnny Marr, junto con “Still ill” y “Pretty girls make graves”, en una prolífica tarde que pasó creando material para su segunda invitación al programa de John Peel, la canción contiene todos los ingredientes antes descritos: un riff brillante y desparpajado, que de la noche a la mañana se volverá mítico, toma el primer plano de capas sobre capas de guitarras acústicas y eléctricas (quince en total), unas tocando y duplicando el riff, otras haciendo acordes, una más reproducida al revés y con un reverb larguísimo, como se puede oír en esta grabación. El bajo de Rourke comienza con una sencilla figura de notas sincopadas para después transformarse en una suerte de “walking bass” con escalas y saltos: una canción dentro de la canción. Los remates y pausas de Joyce al final de cada frase subrayan con eficacia la narrativa lírica y musical. El toque final corre a cargo de Morrissey, con una letra-pastiche (con frases sacadas de películas como Sleuth y A taste of honey, y obras de teatro como Loving, de Henry Green) que desde la primera frase desborda originalidad –”Punctured bicycle, on a hillside desolate. Will Nature make a man of me yet?“–, ironía –”Why pamper life’s complexity when the leather runs smooth on the passenger seat?“– y, como siempre, aliterante musicalidad –”It’s gruesome that someone so handsome should care“–3

La canción, llena de humor autodespectivo, sobre la inexperiencia del narrador ante la oportunidad de atravesar el umbral de la edad adulta, en nada resonaba con el aspiracionismo de MTV, pero sí mucho con legiones de adolescentes tímidos en busca de una voz sensible que los representase en toda su singularidad.

The Smiths fueron, y siguen siendo, esa voz. ~


Pd. En ocasión de la muerte, con unos días de diferencia, de Tina Turner y Andy Rourke, hice este mashup de canciones icónicas de la diva y de The Smiths.

Ppd. Acá las letras completas de la banda.



Notas

1. “Codo a codo, el sol brilla desde nuestras espaldas, no, no es como cualquier otro amor, este es distinto, porque somos nosotros. Y si la gente se nos queda viendo, pues la gente se nos queda viendo. Realmente no lo sé, y realmente me da igual.”

2. “¿Rige el cuerpo a la mente, o rige la mente al cuerpo?”, “Tan alegres como largos fueron los días, yo tenía razón y tú te equivocaste”, “Hoy decreto que la vida es simplemente tomar, y no dar.”

3. “Bicicleta pinchada en una ladera desolada. ¿Cuándo hará de mí un hombre la naturaleza?” / “¿Por qué sopesar la complejidad de la vida cuando el cuero del asiento del pasajero se desliza suavemente?” / “Es espantoso que a alguien tan guapo le deba importar.”

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Compositor mexicano proclive a borrar las fronteras entre la música clásica y la popular. Ha compuesto cuatro óperas, así como música para teatro y cine. Es codirector de la compañía Ópera Portátil.


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