Foto: u2.com

U2:UV / Flor sideral, light my way

Una crónica impresionista de una presentación de U2 en The Sphere, el nuevo y espectacular recinto de conciertos en Las Vegas.
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Para Patricio,
mientras sostiene el fuego color Kelly green,
one love, one blood

Luz azulada proveniente de la superficie de un cuerpo globular. Ojos, bocas entreabiertas, rayos suspendidos bajo efectos de intermitencia. The Sphere, cual flor carnívora espacial, mantiene su abertura en el costado. Dentro está el Trabant, entre la gente, contraste con la estructura que costó 2,300 millones de dólares construir; del techo del auto fluorescente sobresale Pauli Lovejoy, The PSM Atomic MC; el DJ detona el latido de inicio: Bowie, la estrella negra más radiante, da la bienvenida. Let´s dance. A la expectativa, dieciocho mil personas.

Na Trioblóidí. La guerra se libraba en Irlanda del Norte, cuatro jóvenes se expresaban como acción política: This song is not a rebel song. This song is Sunday Bloody Sunday. Voz con volumen exponencial continua. La escuché por televisión más de treinta años atrás: repetición fiel de lo visible allá en 1983, Colorado, concierto de U2 en el corazón de Red Rocks. Un muchacho irlandés de veintitrés años marchaba sosteniendo una bandera blanca con el valor y la teatralidad que solo da el sentido de rebelión envuelto en utopía; música cual propuesta de paz, tambores aludían una marcha bélica. Asuntos heroicos de sociedades patriarcales, guerreras. La energía dispuesta a salir. Corrían al escenario con movimientos ágiles, rápidos, brincos, pareciera que trataban de controlar los nervios, contenerse, modular las emociones, desbordarse. Out of control.

Foto: Valeria Matos.

La Esfera: bulbo sideral en el desierto urbanizado, ubicada en la decadencia imperial /máquinas de apuesta suenan sin parar, clink clink, saben que salir con las bolsas llenas de dinero es imposible/. Obedecer la compulsión, el placer del juego, supongo que uno por ciento de probabilidad de ganarle al sistema.

Sin Ziggy Stardust, La Esfera jamás hubiera llegado, no tendría las coordenadas. Descendiente de Hal 9000. Productos de un imaginario hegemónico. Igual que Hal, puede oírnos, cerebro brillante, lee los labios, se come las vísceras psíquicas, genera más a través de la composición sanguínea. Sonido/figura con claridad absoluta, ondas al fin, atraviesan el sistema nervioso. Somos una entidad. De pronto, el contenedor desaparece. U2 sigue latente, con ella o sin ella… La vigencia implica cruzar el tiempo. Through the storm we reach the shore.

Por una escalera pequeña, como en acto de alunizaje, suben, bajan Bono, The Edge (dupla que interactúa durante todo el concierto), Clayton en una constelación más alejada, y Bram van den Berg, alumno destacado del extrañado Mullen. Esfera que respira, su muro habla. Frases frases frases:

Everything you know is wrong

(las feministas ya lo sabíamos)

En el concierto del 18 de octubre de 2023 apareció una bandera parecida a la de aquellos escenarios ochenteros, nítida, ahora hecha humo claro sobre muro, imagen. Un dominio absoluto del público, del espacio, de la esfera, de sí mismos. Se le ve el cabello rojizo, color con el que nació, dicen: es Bono, Mirrorball ManMacPhisto ausentes, Bono con rastros de The Fly; pantalones negros, chaqueta negra, lentes oscuros, barítono aunque sin alcanzar aquella nota más alta como lo hizo en el 84, gira sostenido del micrófono, encarna las emociones, las fantasías, lanza chistes. Él y The Edge homenajean a dos símbolos de las Vegas, Presley, “Love me tender”, luego todos cantan Sinatra, “My way”. The Edge tiene la rapidez en las manos, en los dedos, sonidos repetitivos característicos, como gotas en diferentes tonos e intensidades, sonríe, guiña un ojo, alcanzo a ver sus arrugas. Clayton camina delante, atrás, atento a la calidad del sonido, concentrado en la excelencia grave.

El mundo en guerra, permanentemente en guerra. Ahora no escuchamos “Sunday Bloody Sunday”. Vibración íntegra en la memoria. Bono y su armónica en la boca, “Desire”. Hincarse siempre, se levanta lento. Unidos: ciclónicos. Atrás quedaron las marchas de batalla, igual que la firma del Acuerdo de Viernes Santo, 1998. La Esfera se impregna de “One”. Hey, honey… nos dirigimos hacia el lado salvaje con Lou Reed. Lo anterior no sé en qué orden, me es irrelevante. La memoria es así, la mía cuando menos.

Foto: Valeria Matos.

The Sphere nos contiene, she moves in mysterious ways, se alimenta de nosotras, de ustedes, sobre todo de U2, igual que yo, y de la energía que ahí generamos; quienes la habitamos nos nutrimos de ella en conexiones atómicas, células con movimiento molusco listas para succionar. La Esfera también juega… La banda se eleva sin subir, Even better than the real thing. Mareo. Estoy inmersa en una ente viva. Poco a poco las nervaduras eléctricas son uniones sin borde.

El séptimo álbum de U2 tuvo un cumpleaños treinta pandémico, pero en el 2023, se reinventa en la celebración gracias a cables venas conectadas a la curvatura enorme. Cada partícula de Achtung Baby nostraspasa, avanza a la par que el líquido cefalorraquídeo; entran además aves, agua, insectos, atardeceres celestes, rojos, azules, amarillos. Ahí, en el espacio matriz, somos seres híbridos atestiguando el desarrollo de la era cíborg.

Miles de personas de otros lugares han llegado para verla. No saben todavía que no es estar ni ver ni escuchar.

“There’s room for everyone” dice la vocecita. No es verdad. Hay lugar para quien pague. Imperio, el dueño. La Esfera prefiere no darle importancia. Dentro sucede lo que no se puede controlar.

talk to strangers

Se sabe que los públicos son distintos, cuestiones culturales. Esa noche apenas me rocé con gente, la edad nos cambia, los gritos más cercanos eran los míos. Lágrimas idénticas. Olvidamos con qué secarlas.

Foto: Valeria Matos.

Nadie más podría haberle dado a La Esfera el soplo de vida en proceso de simbiosis. U2, punta de lanza en conciertos multimedia con la gira Zoo TV, sobrecarga de sentidos. The Joshua Tree fue derribado desde lo más profundo, aunque una raíz permanece ensortijada en ciertas ramificaciones aórticas.

¿Qué queda de esa banda irlandesa nacida en 1976, descendiente de los caminos vórtex del punk? No la nostalgia, sino la potencia. Ese es el vínculo. Potencia en su manifestación pura, sin forma definida, sin lenguaje asible, potencia sin rastros de colonialismo ni siquiera en la música o el imaginario colectivo occidentalizado inyectado durante siglos. La potencia, capaz de estallar lo aprendido, aquello introyectado sin darnos cuenta. En un principio el cuerpo se resiste, al ser parte de un todo vibrátil, se transforma en inmensidad.

Hay una reina en Las Vegas: The Sphere. No es un escenario. Engulle, somos un organismo, tragamos luminosidad en cualquier estado. U2 cruza hacia el nuevo siglo dentro de las entrañas ígneas de la nueva era… por ahora, mas no será su único sitio.

Si el sistema, representado en un cuerpo circular primoroso, nos ha zampado por completo, habremos de transformarlo desde dentro. ¿Podremos? Quizás la emoción sea la clave, el combustible.

… In my dream I was drowning my sorrows
 But my sorrows, they learned to swim.
~

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ha publicado en distintos medios (Lectora, de la Universidad de Barcelona, Nexos, Confabulario, entre otros). Fue columnista en Este País. Su más reciente libro es Nahui Olin. La loca perfecta (Lumen, 2020).


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