El 7 de julio Kerrville era un caos de sirenas policiales, trancones de tráfico, gente llorando. Llovía y el tiempo pasaba lento y oscuro, aunque algunos vecinos trataban de vivir como si fuera normal, yendo al trabajo o a la tienda. A orillas del río Guadalupe, que atraviesa la ciudad, los equipos de rescate, casi todos estadounidenses, revisaban la zona. Una grúa hundida, carros volcados, personas y animales muertos. Ya había bajado el nivel del agua, que tres días antes había cubierto hasta los techos de las casas. Las cifras de fallecidos y desapariciones crecían constantemente.
Ese día, Patricia Campos Orozco llegó a Texas por primera vez. Salió en camioneta desde Puruándiro, Michoacán, donde vive, hasta la Ciudad de México, y allí tomó un vuelo hasta San Antonio. Pudo hacerlo con su visa de turismo, de otra manera, era muy probable que no la dejaran pisar Estados Unidos, como unos 20 compañeros suyos que se quedaron atrás, miembros, como ella, de Los Topos Azteca, una brigada de respuesta inmediata que lleva 30 años ayudando en terremotos, huracanes, explosiones e inundaciones, como la que ocurrió en el condado texano de Kerr, al cual pertenece Kerrville, el 4 de julio.
Antes de ese día, Kerrville era tan tranquilo que casi nunca salía en las noticias. Una vez al año en medios locales que cubren su festival musical típico, o por algún proyecto muy específico de protección animal. Guadalupe era un río para veranear en un campamento o armar un picnic. Pero ese día las lluvias cayeron con rabia y lo desbordaron. El agua mató a cientos y arrastró cuanto se le cruzó enfrente.
Patricia es flaquita, 21 años, pecosa, trenza larga, gafas ahumadas, tímida como un koala, con tres aretes en la misma oreja. Se presenta como “Pato de Los Topos”. Llegó a Texas a ayudar, como voluntaria, sin cobrar un peso, en sus vacaciones.
–La naturaleza se ve increíble, muy verde, ¿no? —ese es su primer recuerdo—. Pero la situación es catastrófica. Yo, desde que llegué, lo primero que pasó por mi cabeza fue como una escena de terror, algo que casi ni puedes creer.
Pulseras, fotografías, pantalones, adornos, piezas de Lego, comida, ropa interior, la mantita de un niño. Todo eso enterrado en los escombros.
–Me quise poner a pensar cómo pasó, pero no, o sea, simplemente dije, no puedo pensarlo. Es como que tienes que bloquear los sentimientos de alguna forma, y concentrarte. Si no, te gana tu miedo, te gana la adrenalina, te gana la emoción, te bloqueas y no haces nada.
“Cabeza fría, cola caliente”, le enseñó un bombero. Patricia se lo repite todo el tiempo.
San Marcos 10:45
Patricia entró en el cuerpo de bomberos con 15 años, también de voluntaria. Estaba en plena prepa, en esa edad donde la mayoría se enamora de un músico y no ha decidido qué hacer con su vida. Ella iba a clases de lunes a viernes y se apuntó los fines de semana a un curso de paramédico. Poner inyecciones, limpiar heridas, aprender cómo funciona el dolor y cómo se calma. Se convirtió en técnica en el control de hemorragias. Y después se enroló con la Cruz Roja y sacó el diploma de socorrista avanzada.
En 2022 empezó a capacitarse con Los Topos. “Para mí era un sueño entrar a esta brigada. Desde chiquita los miraba en la tele y era como que, wow”. Salió como especialista en rescate vehicular y en rescate con cuerdas. Sobre todo las cuerdas.
–Es para hacer rescates en pozos, en montañas, o como en este caso que en el río hay pendientes. Te vas apoyando y con esa misma parte de las cuerdas puedes subir y bajar material, apoyarte para sacar personas, para bajar tú misma, etcétera.
Es más arriesgado de lo que ella cuenta. Una vez en un entrenamiento se quedó colgando en el aire a cinco metros del piso, atorada en la cuerda. Tuvieron que subir a liberarla.
En 2023 le entregaron el overol naranja, la prenda que la hace oficialmente parte de Los Topos. Lo estrenó en octubre, en Acapulco, poco después de que el huracán Otis tocara tierra allí con categoría cinco, el más intenso que se ha registrado en esa región del Pacífico mexicano. Vientos de hasta 330 km/h, más de 50 muertos, casi un cuarto de millón de casas sin servicio eléctrico. Una anciana en silla de ruedas sacando el lodo con una cuchara porque no podía con una pala. Su nieto, un niño, echando el lodo en cubetas. Otro niño dijo que pensó que se iba a morir. Gente con clavos encajados, infecciones, picaduras de araña, de serpientes, de alacrán. En Acapulco, Patricia aprendió que uno a veces pide más de lo que necesita. Vio a mucha gente suplicar por una botella de agua para su familia, cuando en otras circunstancias la desperdiciaría. “En esa misión, una sola botella se la pichicateaban. No manches, o sea, te llega al corazón”. No rescató a nadie pero ayudó mucho. Repartiendo comida, curando llagas.
–Hay un versículo en la Biblia, San Marcos 10:45. Dice que el hombre vino a dar su vida por los demás. Yo creo que eso es lo mío.
No puedes controlar el miedo, pero te puedes controlar a ti
En Texas la rutina es levantarse a las 5:00 a.m., tender la cama, untarse bloqueador, peinarse, limpiar las botas. “Verme un poquito presentable, ¿no? Porque la imagen de uno es la que habla ante los demás.” Desayunar corriendo en lo que se alistan las camionetas y comprobar que no le falta nada en el botiquín porque hace de paramédico: de una venda elástica que no tenga puede depender la salud de cualquiera. De camino le dicen dónde va a trabajar, las órdenes específicas, y la sueltan sobre las 7:00 a.m. en un punto del desastre. Toma una pausa como a las 10:00 a.m. para merendar y otra a las 3:00 p.m. para comer. A las 6:30 p.m. recoge sus cosas. A veces más tarde, depende…
Patricia viajó a Texas junto a otros cuatro Topos, liderados por Héctor “el Chino” Muñoz, un contador de 78 años que fundó la organización en el terremoto del 85 en la CDMX.
–Nos hemos estado dividiendo en grupos para abarcar más área. En los equipos que yo he estado trabajando hemos tenido puras falsas alarmas. Sí se han encontrado cosas, pero en equipos distintos.
–¿Tienes miedo?
–Pues hubo un momento en el que sí sentí miedo y creí que ahí iba a quedar. Pero se trabajó bien y, pues, ahorita estamos acá. El miedo es natural, te está avisando de que algo va a pasar. No puedes controlar el miedo, pero sí te puedes controlar a ti misma para que no te gane.
La primera vez que hablamos con Patricia eran más de las 8:00 p.m. y recién había llegado a la casa que le gestionaron para quedarse. Se hizo un moño y se entretuvo jugando con Milagro, un perro dorado y grande que le ponía la cabeza en la mano para que lo acariciara. Comió ensalada. No es vegana, pero casi no le gusta la carne. Sin nosotros, a esa hora se hubiera puesto a lavar ropa y a alistar todo para el día siguiente. Conversamos. Una hora después dijo que iba a bañarse. Y se quedó dormida.
–La verdad es que me he sentido bien físicamente. Pero ya la parte emocional es un poquito diferente. La situación es desgarradora. Ni siquiera te puedes imaginar un escenario de cómo es posible que llegó equis objeto a equis lugar. Piensas, si la corriente le hizo esto a un objeto imagínate qué puede haber hecho con la gente.
Esta tragedia en Texas es considerada como una de las más grandes en Estados Unidos. Repentina y mortal. Más de 130 personas fallecieron, entre las que había más de 37 niñas, y más de 100 desaparecidos.
Miriam y Milagro
Durante una semana, Patricia fue la única mujer-topo colaborando en las inundaciones. No es la única mujer en la brigada, sino la única que estuvo disponible para el primer llamado. Román Ruiz Jiménez, uno de los compañeros con los que comparte labores de búsqueda, dice que su sobrina de 14 años entró con ellos y calcula que el 40% de sus integrantes son mujeres. Ahora Patricia comparte habitación con Miriam Jiménez y con Milagro, un golden retriever de tres años entrenado para encontrar cadáveres.
–No me gusta decir que soy instructora canina, aunque sepa cómo entrenarlos. Soy psicóloga. Pero en este caso, soy la manejadora de Milagro —dice Miriam, de 51 años, como si tuviera que justificar qué hace una profesora de psicología rastreando cuerpos a cientos de kilómetros de su casa.
Desde hace tres años ella trabaja con perros de búsqueda con Los Topos en la sección Sonora. Este es su debut en una emergencia internacional, al igual que Patricia. Llegó a Estados Unidos hace dos días, luego de un viaje de 17 horas desde la ciudad de Hermosillo. Cruzó la frontera por Arizona, con su visa de turista, la carta de vacunación de Milagro y su número de microchip.
En su primer día en Texas, Miriam y Milagro registraron durante 14 horas tres zonas al borde del extenso río Guadalupe. Milagro trabajó por tiempos cortos de búsqueda, de 20 a 25 minutos. Una vez escarbó con insistencia, la señal para cuando detecta posibles restos humanos. Enseguida, los rescatistas empezaron a mover la tierra y no encontraron nada.
–¿No había cuerpos o no los encontraron?
–Es distinto decir que no hay un cuerpo a decir que no se encontró.
Se refiere a que tanto los perros como los rescatistas pueden percibir un olor a cadáver, pero a tantos días de la inundación es cada vez más difícil localizarlos.
–Nosotros, los manejadores, no somos rescatistas. Nuestro trabajo termina cuando el perro marca.
Como Patricia y el resto de los Topos, Miriam llegó a Texas con sus propios ahorros, sin cobrar.
–No venimos por política ni por dinero. Venimos a ayudar a que los cuerpos aparezcan. Porque no saber dónde está tu familiar es lo peor que le puede pasar a alguien.
Cosas que se acomodan, como mandadas a hacer
Patricia mide 1.66 y cree que ha subido de peso, pero se ve frágil como una figurita de vidrio dentro de su uniforme de Topo. Florituras rosadas en el casco y guantes negros y amarillos. Dice “Pato” bordado bajo sus apellidos en el pecho.
Antes de salir hacia Texas su mamá le dio la bendición y le deseó que le fuera bien con ese gesto en la boca de cuando se está a nada de llorar. Patricia insistió en viajar. Se siente bien. Además, tiene la sospecha de que Dios le va organizando el tiempo en función de que pueda cumplir misiones. En 2023, el huracán Otis coincidió en fecha con un paro laboral que convocaron sus maestros. No tuvo clases. Ahora coincidieron las inundaciones con el periodo vacacional de la escuela donde estudia Agronomía.
–Entonces, haz de cuenta que las dos veces que he salido se han acomodado las cosas, como mandadas a hacer, digamos.
No sabe hasta cuándo va a estar en esta región montañosa de Texas; probablemente hasta que empiece el curso.
–Sí estoy un poquillo cansada. Ya llevo varios días y ya se empieza a sentir el cansancio. Pero aquí sigo, echándole ganas para poder apoyar en lo que se pueda y en lo que se necesite.