Foto: Tom Hudson/ZUMA Press Wire

Crónicas de la ocupación 3. Los padres de familia se organizan

Para proteger a sus hijos de las redadas de ICE, los padres de familia de una escuela de Washington, D.C. se turnan para vigilar y compartir su indignación.
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Sigue los links para leer la Parte 1 y la parte 2 de las Crónicas de la ocupación.

Mucho antes de que Donald Trump oportunistamente la describiera como “un pantano” de corrupción que había que “drenar”, Washington D.C. era, literalmente, un pantano. Cada verano, la ciudad recupera su vocación primigenia y el opresivo calor húmedo y los mosquitos obligan a sus habitantes a buscar refugio donde se los permiten sus bolsillos. La tradicional élite liberal escapa a la plácida costa de Nueva Inglaterra, salpicada de pueblos distinguidos y pintorescos desde Maine hasta Connecticut, y especialmente Cape Cod y la isla de Martha’s Vineyard en Massachussets. La clase media y media baja afroamericana regresa al hogar ancestral de muchas de sus familias en la región llamada Tidewater, en referencia a las distintivas mareas que moldean el paisaje desde la desembocadura del río Potomac hasta Carolina del Norte. Y las familias menos pudientes que la élite y menos enraizadas localmente buscan alivio en la suave brisa que recorre la costa oriental de la península Delmarva, una franja de balnearios que incluye los estados de Delaware, Maryland y Virginia, abreviados en su nombre.

Cuando el presidente Trump anunció su intención de asumir el control directo sobre la policía de Washington, D.C. y traer a la Guardia Nacional, el 11 de agosto, una buena parte de los habitantes de la ciudad estábamos justo a la mitad de nuestras vacaciones de verano, lejos de toda preocupación cotidiana; un escapismo exacerbado este año por el vertiginoso ritmo del deterioro económico y político del país entero. Conforme fuimos regresando a la ciudad a mediados de agosto, nos vimos inmersos en la nueva dinámica entre los ciudadanos y las fuerzas del orden.

El primer encuentro en persona de mi familia con un retén fue el 17 de agosto, en camino a Annapolis a un festín de cangrejos para agasajar a nuestra hija mayor antes de irse a la universidad. Sobre la avenida South Dakota, a la salida de una enorme tienda al mayoreo, un enjambre de agentes de la policía metropolitana, el FBI y otros con el rostro cubierto exigían documentos a todos los automovilistas que circulaban en uno de los dos sentidos. La ubicación no era arbitraria: esa tienda es un centro de abastecimiento para inmigrantes con pequeños negocios de comida, así como un punto de ingreso a la ciudad desde Maryland. A los que íbamos en el otro sentido, saliendo de la ciudad, una agente del FBI se contentaba con mirarnos fijamente al pasar. Mi esposa reportó el encuentro en un sitio web recién creado precisamente para rastrear en tiempo real redadas, retenes y otras operaciones policiacas, especialmente de ICE. En el mapa creado con los reportes de ese día había retenes por toda la ciudad.

La siguiente semana la actividad en línea se volvió febril. Los padres de familia de varias escuelas, especialmente aquellas con presencia significativa de familias inmigrantes (aunque estas familias generalmente no eran las que tomaban la iniciativa), organizaron grupos en la aplicación Signal para intercambiar información sobre operativos de ICE y promover hojas de registro de voluntarios. La intención era ubicar puntos de acceso de los estudiantes a las escuelas, paradas de autobús, estaciones de metro y senderos transitados, para apostar padres de familia en los sitios más sensibles durante la llegada y salida de los alumnos, documentar cualquier presencia policiaca y de ICE y buscar crear una sensación de seguridad en los chicos de familias inmigrantes vulnerables.

En la escuela de mi hija menor, una high school pública modelo charter1 en el cuadrante noroeste de la ciudad, el grupo de Signal se lanzó justó a tiempo para el inicio de clases el 25 de agosto. Desde entonces, la participación de padres de familia cubriendo turnos de vigilancia en seis puntos de acceso se mantiene constante. Cuando inició la temporada deportiva, los turnos se ampliaron para cubrir todas las actividades extraescolares y se nombraron coordinadores por deporte. Tengo el honor de ser el padre de familia responsable del equipo de futbol femenil.

En los turnos que he cubierto durante el horario de clase y en las horas vigilando las canchas de entrenamiento, mientras mi hija busca mejorar sus zurdazos desde fuera del área, no me ha tocado ver presencia de ICE, el FBI o la Guardia Nacional. Tan solo he observado convoyes de la policía metropolitana que han sido tan comunes en nuestra zona de la ciudad que no me he molestado en reportarlos. El grupo de Signal, sin embargo, es un hervidero de informes y comentarios.

Nuestro grupo es dirigido por una madre de familia hispana, estrechamente vinculada con las organizaciones locales que sirven a los inmigrantes indocumentados. Ella tiene el pulso de las necesidades más apremiantes de la comunidad, pero mucha de esa información se difunde por varios otros medios. A juzgar por las campañas de GoFundMe que he visto, ICE ha detenido al menos a cinco padres de nuestra escuela, pero la situación podría ser peor en otras. Todas las mañanas nos encontramos con videos de detenciones de ICE, muchos de ellos concentrados en los barrios contiguos de Mount Pleasant y Columbia Heights, ambos viejos bastiones de la comunidad centroamericana. En otro caso, a tres cuadras de mi casa, nuestra concejal en funciones grabó el arresto de un inmigrante etíope, conductor de Uber, justo al completar un viaje

A veces la situación podría ser ridícula si no revelara las motivaciones oscuras de la nueva milicia de Trump. Hace dos semanas, una amiga muy cercana, blanca y nativa, caminaba a su perro cuando vio a varios tipos encapuchados, con las siglas ICE, gritando órdenes a una pareja en un auto. La mujer lloraba aterrorizada y mi amiga se acercó a increpar a los agentes. Al final no hubo ningún arresto, pero la patrulla en vez de irse del lugar dio tres vueltas a la cuadra y cada vez que pasaron frente a mi amiga uno de los agentes se burló de ella, pretendiendo imitar su voz y sus reclamos de que se fueran del lugar. ¿Cuánto tiempo va a pasar antes de que uno de estos jóvenes, reclutados con la promesa de ejecutar una de las promesas más crueles de Trump, reaccione ante el descontento popular con algo más que una burla torpe?

Nuestro grupo de Signal es un reflejo tanto de las ganas de actuar como de las limitaciones de nuestro sector demográfico: la clase media profesional de la ciudad. Unas veces el grupo se satura de comentarios que pueden parecer irrelevantes, pero que muestran la necesidad de crear comunidad en medio de una situación estresante en extremo. Otras veces el grupo hierve de indignación porque a pesar de nuestros turnos de vigilancia y la repetición de nuestra voluntad de ser útiles para quienes más lo necesitan, ICE no deja de arrancar a padres de sus familias en nuestro entorno cercano.

A veces, sin embargo, el grupo da en el blanco y, por ejemplo, arropa a una familia que no ha podido regresar a su casa porque de milagro escaparon a una emboscada de ICE, y le consigue un respiro temporal. Cuando eso pasa, sentimos que no todo es en vano. ~


  1. Las escuelas charter reciben fondos públicos (y por ello son gratuitas), pero tienen autonomía de gestión; es decir, no están administradas por el distrito escolar, aunque rinden cuentas de su desempeño vía los resultados de los exámenes estandarizados. “Charter” es una traducción común del concepto histórico-político de “fuero”. ↩︎


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