1.- Vencer perdiendo. El partido de Angela Merkel ganará claramente las elecciones, pero no podrá celebrar la victoria. Puede parecer una paradoja, pero los titulares de los periódicos y las reflexiones de los comentaristas coincidirán en que lo más relevante del resultado electoral será la entrada –holgada, se supone– de los populistas de la AfD en el parlamento.
Por primera vez desde antes la Segunda Guerra, un partido filonazi tendrá la posibilidad de hacer oír su voz en la casa de la democracia alemana. Si, como algunos temen, pudiera llegar al 13 %, eso significaría, además, que dispondría de veinte mil euros al mes por cada diputado para contratar asistentes u otros gastos. O sea, que dicho partido se embolsaría unos 350 millones de euros anuales pagados por el Estado para despellejar en público los fundamentos sobre los que se erigió la República Federal. El enmarque no será, por tanto, “gana Merkel”, sino “pierde la democracia alemana”.
2.- Inmigración, refugiados e integración como el tema decisivo. Gran parte del éxito de la AfD, cuyo ascenso en las encuestas ha monopolizado la discusión política en los últimos días de campaña se debe a que el gran tema, el que más interesa y sobre el que más se ha discutido, es precisamente aquel que beneficia a la AfD. Un 40 % de los encuestados lo mencionaron como la cuestión principal, muy por encima de cualquier otro, como el de la justicia social. No hay que perder de vista, además, que el 55 % de los votantes tienen por encima de 50 años y propenden, por tanto, a un voto conservador.
3.- Debacle socialdemócrata. Precisamente porque las cuestiones de seguridad han pasado al primer plano, el énfasis de Schulz sobre la justicia no ha encontrado el eco esperable. Su campaña ha estado marcada por la insistencia en recuperar el compromiso de los socialistas con los valores del Estado social y democrático de derecho, Europa y, en consecuencia, por insistir en advertir sobre el peligro de la AfD. De esta forma, Merkel ha dejado de ser de facto su auténtico adversario político, algo poco creíble, además, después de haber compartido con ella la gran coalición. Curiosamente, la gran virtud de la democracia alemana la cultura del pacto, puede convertirse a veces en uno de sus vicios, la despolitización, la anulación de las alternativas, el hueco por el que asoma el hocico el populismo. Como dice el politólogo Karl-Rudolf Korte, las grandes coaliciones se asemejan a una “diferenciación reconciliada”.
4. Voto estratégico e incertidumbre. La amenaza de un gran resultado de la AfD está dando auténticos quebraderos de cabeza a los electores. ¿Deben mantener sus anteriores preferencias o cambiarlas para favorecer una mayor concentración del voto? Esto se ha visto acentuado también porque por primera vez en muchos años el votante ignora cuáles puedan ser las coaliciones posibles. Por ejemplo, los Verdes desconfían del pacto con la CDU, y los liberales de tener que acoger a estos en la coalición tripartita con el partido ganador. Por otra parte, la mejor manera de evitar el éxito de la AfD es el aumento de la participación, la mejor medicina para reducir impacto. Esto parece que se corrobora por el elevado número de votos por correo, que asciende al 25 %, una cifra récord. Pero, entonces, ¿por quién van a votar los que antes no habían decidido hacerlo? Como se ve, todo son incógnitas cuyo resultado sólo veremos al final del domingo.
5.- La “diosa” Merkel. La canciller está teniendo una extraña presencia en esta campaña. Se habla de casi todos los demás actores políticos excepto de ella. Y sin embargo, está omnipresente. N. Luhmann definió a dios como “lo visible invisible”, y este mismo rasgo cabe atribuirle a Merkel. Nadie duda de su victoria, pero apenas se haba de ella salvo cuando es abucheada en algún acto electoral. Su sombra lo recubre todo y aun así los análisis se centran siempre sobre otros personajes, otros partidos u otros acontecimientos. Por valernos de un símil facilón, reina pero no gobierna la campaña electoral.
Ella representa lo más característico de la política alemana, la huida de los extremos, el camino del centro, es el ancla de la estabilidad. Ganará a su manera, con discreción y sus hacer aspavientos, pero este país, al menos en su paisaje mediático, parece necesitar mayor excitación, poder imaginar que las elecciones, la fiesta de la democracia, nos pueden abrir a lo inesperado. Quizá es que no hay democracia de verdad sin sorpresas. Pero, por favor, parecen decirnos los ciudadanos de este país, sin poner en cuestión lo esencial.
¿Quién ha dicho que estas elecciones eran aburridas?
[Este post pertenece a una serie sobre las elecciones alemanas. Aquí se pueden leer los posts precedentes 1 y 2.]
es catedrático de ciencia política en la Universidad Autónoma de Madrid.