Alemania: Elecciones y educación cívica

Algunas lecciones de la democracia alemana.
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Seguir la campaña alemana sobre el terreno mientras en casa volvemos a discutir sobre el concepto de democracia o del Estado de derecho no deja de ser ilustrativo. Porque no cabe duda que la mayor diferencia entre uno y otro país es la inmensa distancia entre una y otra cultura política. Y aquí puede que la clave resida en la gran asimetría en el respectivo nivel de educación o competencia política, la capacidad para evaluar las principales posiciones políticas y participar en debates de esa naturaleza.

Una de las cosas que se ignora de Alemania es que el paso del régimen nazi a la democracia en la República Federal fue acompañando de un adoctrinamiento sistemático en lo que significa vivir en un régimen democrático. Fue algo que se concentró en el sistema educativo, pero también en instituciones específicas, como la Bundeszentrale für politische Bildung, vertebrada en todos los Länder, y cuya función específica consistió en socializar al país en las instituciones y valores democráticos. Superada esa fase hace décadas, se ha convertido en una de las agencias más activas en la promoción de la integración europea, la asimilación de inmigrantes o refugiados y, desde luego, la educación cívica en general. También tendemos a perder de vista que este país sufrió las dos grandes dictaduras del siglo XX, la fascista y la comunista –aunque esta solo en el este–, y que eso lo hace especialmente sensible a la necesidad de velar por una educación en la ciudadanía digna de tal nombre, que se extiende a la propia responsabilidad de los medios de comunicación en este tipo de cuestiones y al fomento de una cultura de debate o discusión pública. El resultado es que Alemania se encuentra entre los países de cabeza en calidad de la democracia, el primero entre los más poblados.

Una de las innovaciones de la ya mencionada Bundeszentrale es una simpática app, llamada Wahl-O-Mat (www.wahl-o-mat.de), donde cualquiera puede someterse a la prueba de verificar cuál de los programas de los partidos se ajusta más a sus preferencias. Es elaborado por un conjunto de expertos que crean las preguntas más relevantes en cada elección y las ajustan a la oferta de los partidos en liza. En esta ocasión consta de 38 preguntas que pueden responderse con “de acuerdo”, “en desacuerdo”, o “neutral”. Por poner un ejemplo, una de ellas es si debe de haber una cuota máxima para demandantes de asilo, pero las hay sobre los principales temas de la elección. Al final el sistema pregunta cuáles son los partidos que se desea evaluar a partir de las respuestas –se incluyen programas de 39 partidos–, se introducen los deseados, y tenemos enseguida el resultado. Aparece así una lista de los partidos por orden de ajuste a las preferencias señaladas.

Que luego se sigan las indicaciones del app ya es otra cuestión. Pero es muy útil también para orientarse sobre la proximidad relativa de los principales partidos entre sí y, por tanto, quiénes conformarían la coalición ideal. Aun haciéndolo con clara conciencia de no seguir el resultado, es muy útil para conocer las líneas generales del debate electoral y lo que está en cuestión en cada elección. En 2013 la web tuvo 16 millones de visitas, cifra que esta vez se ha superado hace ya algunos días. Ahora que en nuestro país disponemos de una amplia gama de politólogos, no sería mala idea diseñar algo parecido.

Pero vayamos a una cuestión que considero bastante relevante. ¿Influye algo este test en el voto? O, por decirlo de otra manera, ¿cuántos han cambiado su voto ya decidido a un partido por el hecho de que el sistema les indicara que hay otro que coincide más con sus preferencias fundamentales? He hecho mi propio sondeo casero; es decir, he preguntado a colegas o gente corriente con las que casualmente he entrado en contacto, y la conclusión que he sacado es que nadie se apea de sus preferencias ya decididas; su influencia se limita los dudosos, y puede que ni siquiera a ellos. Lo fascinante, sin embargo, es que muchos lo han hecho en la familia o en el trabajo, discuten los resultados e incluso ponen en cuestión la redacción de una u otra pregunta. O sea, que contribuye a ponderar las cuestiones políticas fundamentales y sirve para evaluar los posicionamientos políticos. O sea, es un magnífico instrumento de educación política. ¡Todavía nos queda mucho por aprender!

[Este post es el segundo de una serie dedicada a las elecciones alemanas. Aquí, el primero]

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es catedrático de ciencia política en la Universidad Autónoma de Madrid.


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