Casa Rorty XXXIII: La izquierda ante la libertad

El progresismo ha abandonado el discurso de la libertad, un tรฉrmino del que se ha apropiado la derecha para reducirlo a libertad econรณmica.
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Hace un par de semanas, la revista digital Supernova publicรณ un dosier sobre un tema en apariencia intempestivo: Comunismo y libertad. Al fin y al cabo, el nรบmero de regรญmenes comunistas existentes no parece estar en aumento y los partidos poscomunistas han solido ocultar su filiaciรณn bajo otras denominaciones; de la espaรฑola Izquierda Unida a los alemanes Die Linke. Por su parte, la extrema izquierda ha preferido jugar la carta de la identificaciรณn populista antes que insistir en la vieja conciencia de clase. El debilitamiento generalizado del ideal comunista, al menos en el interior de las sociedades liberales, tiene asรญ seguramente poco remedio; asunto distinto es que pueda adoptar formas nuevas en el marco de las propuestas decrecentistas vinculadas โ€“al menos en el plano del discurso pรบblicoโ€“ a la denominada โ€œlucha contra el cambio climรกticoโ€.

Dicho esto, la tradiciรณn comunista es una de las que sostienen al pensamiento de izquierda; de ahรญ que cualquier pregunta sobre el papel que juega hoy la libertad en la izquierda deba tomar en consideraciรณn lo que los teรณricos del comunismo โ€“entre ellos los dedicados a dar forma al socialismo de Estadoโ€“ han dicho al respecto. Por desgracia, el tema es susceptible de agotarse en menos de cinco minutos, ya que la contradicciรณn inevitable entre colectivismo y libertad quedรณ sellada con la famosa respuesta de Lenin al espaรฑol Fernando de los Rรญos. Recordemos que este รบltimo visitรณ la URSS e interrogรณ al lรญder bolchevique sobre una falta de libertad personal que habรญa llamado poderosamente su atenciรณn, a lo que Lenin respondiรณ con una pregunta lapidaria: โ€œLibertad, ยฟpara quรฉ?โ€. Serรญa una simpleza decir que en esa frase estรก todo lo que pueda decirse sobre un asunto tan complicado, pero tirando de ese hilo se puede llegar muy lejos.

No obstante, el dossier incluye un texto de Ricardo Dudda que se titula โ€œLa libertad secuestradaโ€, en el que se aborda este tema desde un punto de vista estimulante. Y es estimulante porque la tesis de Dudda reza que la revoluciรณn conservadora de los aรฑos ochenta invirtiรณ los tรฉrminos en los que se habรญa ido desarrollando el debate sobre la libertad en el mundo occidental. Asรญ, el sentido moral y emancipatorio que el movimiento contracultural habรญa dado a la libertad a finales de los aรฑos sesenta dejรณ paso a una concepciรณn mรกs plana que la reducรญa a libertad econรณmica en el marco de la citada hegemonรญa conservadora; andando el tiempo, la izquierda se dedicarรญa a la defensa de las identidades particularistas y a reforzar las sensibilidades grupales, mientras la derecha se presentaba โ€“se nos presentaโ€“ como defensora de la libertad.  โ€œยกViva la libertad, carajo!โ€, que dice Javier Milei; aunque su libertarismo casa mal con el abrazo al estatalismo que muestran otros lรญderes de la derecha contemporรกnea.

El argumento principal de Dudda, pues, es que la izquierda ha abandonado la defensa de la libertad: su artรญculo arranca con la evocaciรณn del sindicalista norteamericano Eugene Debs, quien le lanzรณ vivas tras salir de la cรกrcel en 1895; aunque la izquierda sigue hablando de dominaciรณn en nuestros dรญas, su aproximaciรณn a la libertad es menos entusiasta. Y eso que, continรบa Dudda, todavรญa disfrutaba del monopolio de su reivindicaciรณn en los aรฑos sesenta y setenta, cuando los movimientos sociales y la lucha en favor del socialismo de rostro humano como alternativa al estalinismo llenaban las calles del mundo entero. Pero los conservadores impusieron su lectura de la libertad como libertad negativa โ€“disfrute de un espacio sin interferenciasโ€“ de la mano de Reagan y Thatcher, la Nueva Izquierda se refugiรณ en las universidades y la rebeldรญa antisistema se hizo pop al tiempo que la caรญda del comunismo llevaba a las sociedades del Este de Europa al descarnado reino del libre mercado. Mรกs tarde, la Tercera Vรญa de Blair y Clinton hizo a la izquierda mรกs liberal, estrechando por el camino el concepto de libertad; la derecha que ha venido despuรฉs sigue la misma senda, solo que doblando la apuesta: motosierra frente al Estado intervencionista. Por su parte, la izquierda ha renunciado a dar la batalla: defiende de manera casi rutinaria el aumento del poder del Estado y se ha hecho menos libertaria, defendiendo incluso la cultura de la cancelaciรณn o las restricciones a la libertad de expresiรณn en nombre de la protecciรณn de las minorรญas. A juicio del autor, la devaluaciรณn del concepto no es una buena noticia: โ€œLos liberales y progresistas deberรญan empezar a hablar de libertad polรญtica como antaรฑo. Para que el concepto no solo signifique bajos impuestos y desregulaciรณn sino tambiรฉn, y sobre todo, antiautoritarismo, lucha contra el despotismo, control al poder absoluto, emancipaciรณn frente a la dominaciรณnโ€.

La libertad y sus significados

Aunque no es el propรณsito del artรญculo, su lectura remite a las enseรฑanzas de la historia conceptual practicada โ€“entre otrosโ€“ por el historiador alemรกn Reinhart Koselleck; entre nosotros, ha sido Javier Fernรกndez Sebastiรกn quien ha liderado los esfuerzos por aclarar la evoluciรณn semรกntica de los conceptos polรญticos de la modernidad en los paรญses de habla espaรฑola. Tambiรฉn las monografรญas de Joaquรญn Abellรกn sobre el significado de democracia, Estado o naciรณn โ€“publicadas por Alianza Editorialโ€“ se han mirado en ese espejo.

Porque no se trata solamente de constatar que su significado se transforma andando el tiempo, sino de identificar las razones por las que ese cambio se produce y de aclarar el sentido del mismo. Hablar de libertad, igualdad o justicia en abstracto no lleva demasiado lejos; la franqueza de Lenin suele ser poco habitual y nada es mรกs fรกcil que enmascarar la falta de libertad individual con la exaltaciรณn de la emancipaciรณn nacional. Pero ยฟacaso no coincidieron durante el siglo XIX la lucha por la libertad individual con la lucha por la liberaciรณn nacional? Lo que Dudda nos recuerda es que los grandes conceptos polรญticos no existen al margen del uso que se hace de ellos; un uso que, como nos ha enseรฑado Michael Freeden, supone de hecho la decantaciรณn de su significado. O sea: cuando hablo de libertad o de igualdad de una manera, estoy dejando de hacerlo de otra; recurro a algunos de los significados que estรกn latentes en el concepto, ofreciendo con ello mi interpretaciรณn de lo que habrรญamos de entender por โ€œlibertadโ€.

Ni que decir tiene que la libertad โ€“igual que la justicia o la igualdadโ€“ puede significar distintas cosas, pero no puede tener cualquier contenido; el concepto tiene un nรบcleo al que no se puede renunciar alegremente. Y por eso mismo tampoco podrรก enarbolarse una idea de libertad desvinculada de su contexto; cuando responde a Fernando de los Rรญos, Lenin solo estรก reconociendo el fuerte contraste existente entre el sentido intuitivo de la libertad y las condiciones polรญticas de la joven URSS. Como luego se dirรก, ahรญ radica el principal problema teรณrico de la izquierda en lo que a la libertad se refiere: no puede presentar una defensa plausible de la libertad sin renunciar a aspectos de su programa polรญtico cuya aplicaciรณn dificulta objetivamente el ejercicio de aquella. Anรกlogamente, la derecha libertaria se equivoca cuando hace una defensa enardecida de la libertad sin reparar en la necesidad de asegurar las condiciones materiales que hacen posible su disfrute.

En ese sentido, defender la libertad frente a la opresiรณn nazi o comunista โ€“como hacรญa Jorge Semprรบn en Bรผchenwald de la mano de sus camaradas comunistas o los disidentes checos y polacos que se enfrentaban en su paรญs al socialismo de Estado tutelado por Moscรบโ€“ simplifica las cosas: caiga el tirano que, bajo una u otra forma, nos impide ser libres. ยฟY luego, quรฉ? Permitir el ejercicio de la libertad en sociedades complejas y democrรกticas presenta mรกs complicaciones; para empezar, tenemos que ponernos de acuerdo โ€“ya se ha dichoโ€“ acerca de lo que significa ser libre en ese marco. Es, ademรกs, un marco cambiante: las sociedades occidentales de comienzos del siglo XX se parecen poco a las de mitad de siglo, igual que los aรฑos ochenta nada tienen que ver con las รบltimas dos dรฉcadas y aun dentro de estas habrรญa que establecer una clara distinciรณn entre los aรฑos anteriores y posteriores a la Gran Recesiรณn. No es necesario hacer aquรญ el recuento de los cambios โ€“tecnolรณgicos, demogrรกficos, geopolรญticosโ€“ que el mundo ha experimentado durante ese periodo; manejarnos con nociones de libertad que provienen del pensamiento polรญtico del industrialismo, sin embargo, puede resultar anacrรณnico. Pero tambiรฉn el marco cultural ha cambiado decisivamente: aunque yo mismo he puesto el ejemplo mรกs de una vez, es sintomรกtico que en los aรฑos sesenta se detuviera al cรณmico Lenny Bruce por decir obscenidades contra el establishment conservador y en nuestros dรญas sea la izquierda identitaria la que seรฑala a algunos artistas por ofender a la moralidad grupal. Libertad, ยฟpara quรฉ?

Sociologรญa es destino

Tal como se maliciaban los historiadores conceptuales, el contexto social e histรณrico en el que se defienden las distintas versiones de la libertad โ€“o de la justicia o la igualdadโ€“ es tambiรฉn determinante para explicar su sola apariciรณn. Los paรญses tienen distintas tradiciones intelectuales; aunque muchas sean comunes a la mayorรญa, el peso relativo de cada una de ellas serรก diferente. A su vez, esas tradiciones se relacionaban ayer y se relacionan hoy con unas circunstancias dispares: defender la libertad a la manera libertaria en Estados Unidos es mรกs sencillo que hacerlo en Francia o Alemania; proclamar la superioridad del individuo sobre la colectividad es mรกs arduo en Japรณn que en Inglaterra. En clave domรฉstica, la popularidad de Ayuso en Madrid serรญa difรญcil de replicar en Galicia o Andalucรญa. ยกSociologรญa es destino! Por eso mismo, es absurdo juzgar el fenรณmeno Milei sin tomar en consideraciรณn la hipertrofia estatalista que dรฉcadas de hegemonรญa peronista ha traรญdo consigo; y no es precisamente la hegemonรญa de un Estado eficaz en la creaciรณn de riqueza y su posterior redistribuciรณn. O sea: hay que estar muy cansado para votar a Milei.

Para colmo, los conceptos de libertad que se ponen en juego en la esfera polรญtica โ€“cada uno de ellos reclamando la exclusividad interpretativaโ€“ tienen por objeto dar forma a la realidad social; aun en su sentido mรกs elemental, la lucha polรญtica es tambiรฉn lucha intelectual. Y el debate intelectual es, a menudo, la continuaciรณn de la polรญtica por otros medios. Va de suyo que tanto la polรญtica como la teorรญa pueden hacerse mejor o peor, aunque entre ellas hay una diferencia: hace buena polรญtica quien termina prevaleciendo ante los rivales; hace buena teorรญa (polรญtica) quien presenta argumentos coherentes sin perder de vista las condiciones de aplicaciรณn de sus propuestas normativas.

Pero volvamos al argumento de Dudda: la izquierda, incluida la izquierda liberal y tambiรฉn una parte del pensamiento liberal mismo, han abandonado la defensa de la libertad; a consecuencia de ello, esta รบltima se identifica hoy con el ejercicio de la libertad econรณmica.

Ocurre que tal vez habrรญa que cuestionar la distinciรณn entre libertades separadas. En el รกmbito jurรญdico-constitucional, las tipologรญas cumplen una funciรณn discernible al expresarse en derechos susceptibles de ser reclamados ante los tribunales: libertad de asociaciรณn, de expresiรณn, de movimientos. Y, sin duda, podemos describir los variopintos รกmbitos en los que se desenvuelve nuestra libertad: de la libertad de que disfrutamos como ciudadanos a la que tenemos como consumidores, pasando por el ejercicio de la libertad sexual o el disfrute de la libertad de credo. Pero todas ellas remiten a la misma matriz: la capacidad del individuo para decidir por sรญ mismo cรณmo ha de gobernar su vida. Se trata del objetivo bรกsico del liberalismo: dar forma a sociedades donde todos seamos iguales en la libertad. No podrรก evitarse que, a consecuencia del ejercicio que cada uno haga de la libertad, difieran los resultados que cada uno coseche; la igual libertad se predica de las oportunidades del individuo, pero no puede significar que todos se encuentran siempre en posiciรณn idรฉntica a los demรกs.

El crecimiento econรณmico no es un fin en sรญ mismo

Ahora bien: la libertad econรณmica tambiรฉn es un medio al servicio de fines colectivos; de ahรญ el lugar sensible que ocupa en nuestras discusiones sobre el asunto. Sabemos desde los ilustrados escoceses que el mercado libre โ€“diseรฑado y regulado por los poderes pรบblicosโ€“ produce beneficios sociales; el sรญmil de la mano invisible es un buen sรญmil. Porque tropo es: quienes hacen una lectura literal de la famosa mano justo antes de descalificarla como supercherรญa muestran una pobre comprensiรณn lectora. Adam Smith dice literalmente que el individuo que persigue su fin egoรญsta en el mercado se ve llevado โ€œcomo por una mano invisibleโ€ a realizar un fin distinto al que tenรญa previsto; la actividad econรณmica en rรฉgimen de competencia, resumiendo y simplificando, genera una riqueza que sirve al progreso de las sociedades… generando una abundancia material que constituye la condiciรณn necesaria para la realizaciรณn de la libertad personal. Asรญ que el crecimiento econรณmico no es un fin en sรญ mismo; lรกstima que muchos otros olviden que no es un medio como cualquier otro, sino aquel que hace posible la mayorรญa de los demรกs. Si existiese evidencia incontestable de que la persecuciรณn del crecimiento econรณmico nos lleva al colapso ecolรณgico, pues, ningรบn liberal podrรญa negarse a limitarlo. Pero esa evidencia no existe y los riesgos de abrazar el decrecimiento exceden con mucho sus beneficios.

Naturalmente, la economรญa de libre mercado no estรก libre de problemas: externalidades medioambientales, propensiones oligรกrquicas, destrucciรณn creativa que conduce a la obsolescencia de empresas y trabajadores, desigualdad negociadora entre capital y trabajo, ocurrencia de crisis periรณdicas, tendencia a la concentraciรณn de riqueza. Pero no hemos encontrado nada mejor. De hecho, el consenso neokeynesiano de la segunda posguerra forma parte de la concepciรณn dominante de la sociedad liberal; asunto distinto es que discutamos acerca de cuรกnto bienestarismo estatal es deseable o sostenible. A menudo, empero, los mercados funcionan de manera deficiente por falta de competencia, como sucede con la sanidad en Estados Unidos; la captura del poder pรบblico encargado de regular la actividad econรณmica es un serio problema que resta dinamismo a las sociedades. No es la รบnica captura posible, por lo demรกs: el sistema de pensiones que rige en Espaรฑa es un ejemplo del poder que pueden ejercer los grupos electorales de los que depende la reelecciรณn de un gobierno. Defender la libertad hoy supone, entre otras cosas, desmantelar por igual el crony capitalism que merma la libre competencia y denunciar a los poderes pรบblicos allรญ donde interfieren en el legรญtimo ejercicio de nuestra autonomรญa: menoscabando nuestra libertad de asociaciรณn, adoctrinรกndonos acerca de quรฉ valores morales debemos preferir, limitando las libertades expresivas, y asรญ sucesivamente.

Dudda seรฑala en su texto que la izquierda decimonรณnica de inspiraciรณn marxista, asรญ como el propio Marx, defendรญa la libertad como antรณnimo de la dominaciรณn; de ahรญ que subraya la filiaciรณn ilustrada y antidespรณtica del pensamiento del Marx original. No en vano, el filรณsofo alemรกn supo ver la cualidad revolucionaria de la burguesรญa โ€“aunque quizรก tampoco era tan difรญcilโ€“ y nunca pensรณ que los paรญses atrasados fueran el lugar adecuado para la revoluciรณn socialista. Tambiรฉn hay buenas razones para pensar que la interpretaciรณn leninista de la โ€œdictadura del proletariadoโ€ tiene poco que ver con el sentido que Marx le daba. Pero no deja de ser cierto que el gobierno autoritario de una clase social parece un marco institucional poco halagรผeรฑo para la libertad individual; la sociedad sin clases que habrรญa de poner punto final a la historia, dedicados sus miembros a la pacรญfica administraciรณn de las cosas, no deja de ser una utopรญa propia de su รฉpoca.

Mรกs interesante a estas alturas es reparar en la defensa del libre comercio como herramienta del pacifismo cosmopolita a la altura de la mitad del siglo XIX que hizo buena parte de la izquierda del momento. De ella da cuenta el historiador Marc-William Palen en Pax Economica: Left-Wing Visions of a Free Trade World, publicado por Princeton University Press este mismo aรฑo. Se nos habla en รฉl de los pensadores y activistas que contemplaron el libre comercio mundial como la herramienta que harรญa posible construir un orden econรณmico prรณspero sin guerra ni imperialismo; la Pax Economica del tรญtulo. El autor seรฑala que reformistas y revolucionarios por igual vieron en la interdependencia econรณmica un medio para el fomento de la democratizaciรณn, la justicia social y la armonรญa mundial. Asรญ razonaba Marx selbst pensando en las condiciones objetivas de la revoluciรณn, pero tambiรฉn reformistas como Mark Twain, Henry George, Richard Cobden o el propio Tรณlstoi, y socialdemรณcratas de la envergadura de Edward Berstein o Karl Kautsky. Frente al mercantilismo dominante en la รฉpoca, los librecambistas de izquierda se erigieron en defensores de la globalizaciรณn; para el autor, recuperar el denominado โ€œliberalismo de Manchesterโ€ liderado por Cobden permite reescribir la historia cultural de la globalizaciรณn. Y, podemos aรฑadir, establecer un contraste entre aquella izquierda y la que hoy sigue minusvalorando el papel de la prosperidad en la buena salud de las sociedades.

Liberales antes que conservadores

Todo esto, por supuesto, presenta innumerables complicaciones. Asรญ, por ejemplo, hablamos de la revoluciรณn conservadora liderada por Reagan y Thatcher en la รบltima dรฉcada โ€“nadie sabรญa que iba a ser la รบltimaโ€“ de la Guerra Frรญa, pasando por alto el estancamiento de las sociedades bienestaristas y los efectos de la crisis del petrรณleo, y olvidando que esa revoluciรณn โ€“por llamarla de alguna maneraโ€“ tuvo mucho de liberal. ยฟAcaso no transformรณ las economรญas y, con ellas, cambiรณ las sociedades occidentales? Eso tiene poco de conservador; el buen conservador, de hecho, habrรญa de recelar del libre mercado tanto como de la globalizaciรณn: su objetivo es preservar una realidad social que estรก vertebrada por una tradiciรณn, por lo general de carรกcter nacional, frenando el cambio que inevitablemente se deriva de la apertura de las sociedades al cambio tecnolรณgico y la hibridaciรณn cultural. Salta a la vista que tambiรฉn parte de la izquierda, asรญ como todo el nacionalismo, comparten ese objetivo; la sociedad abierta tiene pocos amigos declarados. En su epรญlogo a The Constitution of Liberty, publicado en el aรฑo 1960, el propio Hayek se vio obligado a aclarar que รฉl no era conservador: si el conservadurismo se caracteriza por la drรกstica oposiciรณn al cambio, desempeรฑรกndose como rival principal del liberalismo hasta la apariciรณn del socialismo en suelo europeo, el liberal parte de la premisa de que la esencia del ser humano es la producciรณn de lo nuevo y, aun sin considerar bueno todo lo nuevo, estรก dispuesto a aceptar su producciรณn incesante como fundamento del progreso social. Hayek dixit.

Asรญ que tambiรฉn Milei y Ayuso son liberales antes que conservadores. Pero basta leer el ensayo de Raymond Aron sobre la idea hayekiana de la libertad, que acaba de publicar Pรกgina Indรณmita con el tรญtulo de La definiciรณn liberal de la libertad, para constatar que incluso dentro del liberalismo hay distintas formas de concebir la libertad y su relaciรณn con la democracia. El perspicaz Aron cuestiona el individualismo hayekiano, entre otras cosas porque no lo encuentra cuando se asoma a la ventana: lo que ve son grupos sociales que defienden sus intereses en el mercado electoral. Siendo francรฉs, Aron ve con buenos ojos la planificaciรณn econรณmica de la que abjura Hayek, que entiende necesaria para una sociedad que โ€“vรฉanse sus lecciones de 1955-1956 sobre ese tema, publicadas por Seix Barral en 1965โ€“ prefiere definir como industrial antes que como capitalista. Tambiรฉn los separa el hecho de que Hayek ve en la democracia un peligro potencial para la libertad allรญ donde la voluntad de la mayorรญa se considere fundamento suficiente para una toma de decisiones polรญticas sin limitaciones; y en eso tiene razรณn. Aron es mรกs republicano: no solo defiende una concepciรณn mรกs sofisticada de la libertad, sino que nos previene contra el abandono de la polรญtica concebida como medio colectivo para la toma de decisiones sobre aquello que a todos afecta. Quiere que el ciudadano sea virtuoso y piense en el bien comรบn; se niega a aplaudir el simple goce de los vicios privados. Y bien estรก, pese a que no sabemos bien cรณmo articular institucionalmente ese propรณsito ni estemos seguro de que ese ciudadano ideal exista o pueda existir alguna vez. Si bien se piensa, tampoco hay manera de evitar que el ciudadano interesado en la cosa pรบblica termine interesรกndose por la secesiรณn ilegal de Cataluรฑa o defienda la muerte civil de los sospechosos de incurrir en comportamientos sexuales inapropiados.

Iliberalismo y decrecimiento

En cualquier caso, Dudda tiene razรณn: la izquierda contemporรกnea parece poco interesada en defender la libertad y la propia idea de emancipaciรณn ha quedado relegada en su lista de prioridades. Yo mismo he participado en un nรบmero especial de la revista European Journal of Social Theory dedicado a preguntarse si la emancipaciรณn es un concepto anacrรณnico que ha dejado de tener utilidad como ideal movilizador y como recurso intelectual. Hay que tener en cuenta que el despliegue histรณrico de la emancipaciรณn consiste en una remociรณn de barreras y obstรกculos que impiden el libre desenvolvimiento de individuos o grupos; la lectura mรกs caritativa del movimiento woke entroncarรญa con esa lรณgica. Que buena parte de la izquierda se haya hecho hoy decrecentista sugiere, sin embargo, que la orientaciรณn expansiva del pensamiento emancipatorio โ€“incluido el liberalโ€“ topa con el freno que suponen los lรญmites ecolรณgicos al crecimiento. No obstante, existe una alternativa que consiste en la reforma ecolรณgica del capitalismo; la izquierda, sencillamente, descree de esa posibilidad y prefiere convertir a Marx en un pensador decrecentista โ€“eso hace Koehi Saito en su sesudo libro Degrowth Communismโ€“ desvinculado del productivismo moderno.

Me interesa el decrecimiento, con todo, porque ilustra de manera inmejorable la contradicciรณn esencial de la izquierda antiliberal: la que consiste en renegar de la democracia representativa y la economรญa de mercado mientras, simultรกneamente, dibuja una sociedad donde los individuos disfrutan de una libertad mรกs autรฉntica y el autogobierno colectivo se lleva a efecto. En el caso del decrecimiento, la imposibilidad de cuadrar ese cรญrculo es obvia; en una comunidad de tamaรฑo reducido y dedicada a la supervivencia ecolรณgica en condiciones de escasez, no se dan las condiciones para el ejercicio de la autonomรญa personal ni pueden tomarse apenas decisiones colectivas significativas. En un espacio social asรญ definido, las constricciones que padece el individuo son tales que hablar de libertad carece de sentido.

Pero es que hay que discutir que los movimientos sociales de los aรฑos sesenta se orientasen hacia un horizonte emancipatorio o hubieran trazado un plan coherente que condujese a รฉl. Basta recordar el influjo que sobre aquellas protestas organizadas y formulaciones intelectuales ejercรญan doctrinas tan estrambรณticas como el maoรญsmo, ciertamente poco amigo de la emancipaciรณn de los chinos realmente existentes. El potencial emancipatorio de aquellos movimientos fue realizado dentro de la sociedad liberal: expandiendo sus contornos, creando nuevos espacios de autonomรญa personal, llamando la atenciรณn sobre problemas tales como el riesgo medioambiental, lanzando una nueva ola feminista. Pero el tipo de sociedad ideal defendido por sus jรณvenes protagonistas se caracterizaba en el mejor de los casos por la ingenuidad y en el peor por el autoritarismo. Con otras palabras: los fundamentos emancipatorios de los movimientos contraculturales podรญan realizarse en el marco de la sociedad liberal, pero no hubieran sobrevivido a la puesta en prรกctica de las utopรญas colectivistas hacia la que apuntaban sus propuestas. De ahรญ que sobre la relaciรณn de la izquierda con la libertad pueda decirse irรณnicamente lo mismo que decรญa Hayek del conservadurismo en las pรกginas antecitadas: โ€œpor su propia naturaleza no puede ofrecer una alternativa a la direcciรณn hacia la que nos movemos. Puede tener รฉxito a la hora de resistirse a estas tendencias si ralentiza sus desarrollos indeseables, pero, en la medida en que no puede indicar ninguna otra direcciรณn, no puede impedir su continuaciรณnโ€.

De manera similar, la izquierda antiliberal siempre ha sido mรกs aguda cuando ha sometido a crรญtica los presupuestos del liberalismo que cuando ha debido ofrecer una alternativa sistรฉmica a este รบltimo; si bien no hay que conceder excesivo valor a la teorรญa de la alienaciรณn sobre la que se basan buena parte de las objeciones a las formas de vida contemporรกneas. Una vez fracasada la alternativa comunista, la izquierda se ha quedado sin proyecto; de ahรญ que no sepa hablar el lenguaje de la libertad y haya recurrido a esa maniobra regresiva que consiste en abrazar el populismo. Todo serรญa mรกs sencillo si esa izquierda aceptase pacรญficamente la sociedad liberal como marco irremplazable en el que ha de realizarse la emancipaciรณn humana (y quizรก no humana); su tarea consistirรญa entonces en contribuir a la tarea de mejorar y refinar esa sociedad, en lugar de perder el tiempo soรฑando con sus alternativas. Al fin y al cabo, tambiรฉn el pensamiento liberal posterior a la crisis financiera ha escarbado en la tradiciรณn para resaltar su dimensiรณn social: todos tenemos deberes que hacer.

Don’t fight the feeling: el ejercicio de la libertad individual es un fin deseable que solo puede asegurarse en el marco de una democracia liberal donde el poder pรบblico hace su parte del trabajo, persiguiendo la igualdad de oportunidades y facilitando el libre debate acerca de los problemas sociales mรกs urgentes, mientras que la cultura y la tecnologรญa introducen sin cesar novedades sobre cuyos efectos habremos a su vez de seguir discutiendo. ยกEstรก todo inventado! El funcionamiento de este modelo en la prรกctica estรก lejos de ser ideal; contribuyamos, entre todos, a mejorarlo. Y valoremos como se merece, a izquierda y derecha, la posibilidad de decidir cรณmo vivir nuestras vidas sin que otros decidan por nosotros.

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(Mรกlaga, 1974) es catedrรกtico de ciencia polรญtica en la Universidad de Mรกlaga. Su libro mรกs reciente es 'Ficciรณn fatal. Ensayo sobre Vรฉrtigo' (Taurus, 2024).


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