Foto: ChiralJon [CC BY 2.0 (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0)], via Wikimedia Commons

El Brexit y el retorno de lo prohibido

El Brexit sacรณ del closet lo prohibido, haciรฉndolo pรบblico: una historia de violencia, dominaciรณn y xenofobia. El voto del 23 de junio de 2016 ha succionado la energรญa polรญtica del Reino Unido, enmaraรฑรกndolo en problemas que no se resolverรกn sin un segundo referรฉndum.
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Despuรฉs de su victoria en la Gran Guerra, la bancarrota, el racionamiento y la crisis que en 1956 desmintieron su supremacรญa son los hitos de una herida narcisista que marca la historia del Reino Unido en el siglo XX. Las cinco dรฉcadas transcurridas desde entonces han visto el desmantelamiento de su industria para quebrar a los sindicatos y la renuencia a pertenecer al Mercado Comรบn Europeo y posteriormente a la Uniรณn Europea. Ese proceso ha creado un sentimiento de profunda frustraciรณn que se manifiesta en la autoconmiseraciรณn y el rencor ante la injusticia de una historia que, se dice, favoreciรณ a los vencidos sobre sus liberadores. Ese medio siglo de caรญda sin paliativos, un sentimiento de agravio ante la fragilidad de la existencia y el desamparo ante la constante reducciรณn del presupuesto destinado al bienestar social son parte del bagaje que detonรณ el voto del 23 de junio de 2016, cuando 52% de los votantes decidiรณ separarse de la Uniรณn Europea (UE).

Hay otros matices en la insularidad nacionalista, pero el mayor es el pรกnico a la inmigraciรณn, que se manifiesta como fobia a los extranjeros, vรกlvula de escape mediante la violencia focalizada. Se aduce que el terrorismo justifica la xenofobia que propone el rechazo del otro como deber nacional. A ese otro se le percibe tambiรฉn como al famoso caballo concebido por Odiseo para entrar a Troya, esta vez tripulado por los refugiados a los que la UE les abre sus puertas.

El sentimiento de lรกstima hacia sรญ mismo difรญcilmente oculta la herida. Entre las potencias occidentales, se piensa, el Reino Unido ha sido injustamente tratado. El Brexit es la expresiรณn colectiva de ese sentimiento, la coalescencia de factores que desdibujan las fronteras electorales, las alianzas polรญticas, las barreras sociales, de edad y de gรฉnero, un autรฉntico tsunami que destruye la estabilidad del statu quo.

Desde el barrio miserable en el norte de la isla hasta el mรกs caro en Londres, hay quienes coinciden en su rechazo hacia Europa, sentimiento alimentado por los tabloides del seรฑor Murdoch, que desde hace dรฉcadas ven en la UE la fuente de los males nacionales, que incluyen un sistema de salud resquebrajado e incapaz de hacer frente a las necesidades de la poblaciรณn, o un sistema de transporte pรบblico que, como la renta, amenaza con rebasar el presupuesto de los trabajadores. Escรกndalos como el de la Torre Grenfell y el asesinato de Jo Cox salpican durante los รบltimos dos aรฑos y medio lo que empieza como una tautologรญa repetida a manera de mantra y termina en la disonancia de un partido conservador profundamente fracturado y en peligro de escisiรณn, mientras los laboristas, de manera similar, forman campos irreconciliables con el lรญder concentrado en las prรณximas elecciones. Es una carta peligrosa porque, mientras abandona a los conservadores a su merecida suerte, no es seguro que Corbyn sea el prรณximo primer ministro. En tiempos de extrema volatilidad no se puede estar seguro ni siquiera de la lealtad de las propias filas.

No serรญa extraรฑo ver nacer nuevas alianzas interpartidarias entre los representantes que compartan la opiniรณn de que, dado el impasse que prevalece, un segundo referรฉndum es imprescindible. Ya que los polรญticos en Westminster han sido incapaces de lograr un acuerdo sobre el Brexit, es necesario regresar el voto al pueblo. Pero hay quienes afirman que semejante procedimiento atenta contra la democracia, puesto que el pueblo hablรณ claramente. Las posiciones son irreconciliables y los cambios constantes.

La lรกstima no disimula el rencor, sino que lo hace mรกs visible y mรกs โ€œlegรญtimoโ€, naturalizรกndolo. Frente a la catรกstrofe hay quienes prefieren refugiarse en el recuerdo de una ficciรณn que hace posible que, incluso si aceptan que abandonar la UE sin  acuerdo implica un futuro tenebroso, muchos ancianos, personas pertenecientes a โ€œminorรญasโ€, como el caso de los irlandeses que viven en el Reino Unido, jรณvenes que no ven salida fuera de la violencia e incluso gente acaudalada prefieran lanzarse al vacรญo. La fobia antieuropea atraviesa edades, ocupaciones, gรฉneros y clases sociales. A la inversa, quienes ven en la UE una alianza que el Reino Unido debe conservar provienen tambiรฉn de estratos sociales y ocupaciones distintas.

La sensaciรณn de injusticia es proporcional a la propia nociรณn de superioridad. La decadencia del Reino Unido como potencia mundial fue evidente en el desastre de Suez, y el canto de cisne de las expediciones coloniales fue la Guerra de las Malvinas, una representaciรณn costosa pero efectiva para Thatcher, cuya popularidad nunca serรญa mayor, pero tambiรฉn para el argentino Galtieri, a quien la guerra le permitiรณ correr un momentรกneo velo ante catรกstrofes nacionales que, como hoy, involucraban al Fondo Monetario Internacional.

La respuesta del gobierno de Su Majestad ilustraba la idea de una civilizaciรณn que consiste en una manera de vivir considerada superior y deseable no solo en casa, sino en el mundo. El imperio envรญa primero a sus compaรฑรญas mercantiles y luego al ejรฉrcito para proteger los intereses nacionales y extender los beneficios imperiales a los locales. Esa misma mentalidad estรก detrรกs de su aversiรณn por la UE, que impone condiciones que segรบn los recalcitrantes los convierte en lo que antes eran sus dominios: colonias de un megaestado.

Esta es una de las heridas narcisistas: no gobernamos ya el mundo sino que el mundo nos domina. En el Irish Times, Fintan Oโ€™Toole ha seรฑalado que para salir de la UE era necesario que se reunieran tres condiciones: la renovaciรณn del sentimiento de frustraciรณn, un cambio en la naturaleza de la vรญctima expiatoria y la incredulidad ante el reconocimiento de que negociar implica dialogar. Hechos a un mundo que dividรญan con regla y lรกpiz, para los antiguos colonizadores negociar significa una humillaciรณn nacional, algo cuya gravedad les recuerda la Gran Guerra y el espรญritu de Dunkerque.

La frustraciรณn ha sido hรกbilmente explotada por ciertos miembros del partido conservador y sus aliados norirlandeses del Partido Democrรกtico Unionista, con la amenaza de desintegraciรณn de la Uniรณn que justifica traicionar el acuerdo con el gobierno de May.

El problema que impide resolver el acertijo del Brexit es algo que el gobierno de May se propuso ignorar desde el principio, confiando que en la negociaciรณn serรญa un aspecto poco importante, pero que ha crecido hasta imposibilitar todo acuerdo que no la respete. Se trata de la llamada backstop que Irlanda exige como garantรญa polรญtica y legal para impedir el regreso a la frontera formal con Irlanda del Norte incluso en el caso de que no se llegue a un acuerdo de salida del Reino Unido de la Uniรณn Europea. Este mecanismo implica que Irlanda del Norte permanezca dentro del mercado comรบn para garantizar una frontera libre de fricciones y forma parte de la negociaciรณn iniciada en diciembre de 2017.

Los conservadores recalcitrantes ven en esta exigencia definida por la UE una forma de dominio, ya que la existencia del backstop implica una situaciรณn excepcional que requiere un alineamiento mercantil de Irlanda del Norte con las leyes que gobiernan la UE.

Esta soluciรณn resulta inadmisible no solo para los conservadores, sino tambiรฉn para el Partido Democrรกtico Unionista, que ve en esto la desintegraciรณn del Reino Unido y la posible integraciรณn territorial con la repรบblica de Irlanda, considerada otra seรฑal de la decadencia britรกnica. El retorno de la frontera formal pone en peligro el Acuerdo de Paz de 1998 e implica el posible retorno a la violencia. El equilibrio es muy precario y la falta de gobierno desde hace mรกs de un aรฑo en Irlanda del Norte complica mรกs el proceso. Recordar el carรกcter circular de la historia se ha convertido en un lugar comรบn y la cuestiรณn irlandesa hoy como hace un siglo es el retorno de lo prohibido.

Por lo que respecta a la modificaciรณn del chivo expiatorio, tanto la inmigraciรณn como el terrorismo son argumentos de peso no solo en Inglaterra sino en el resto de Europa, y forman parte de la esencia del Brexit. No se trata de discutir lo absurdo del miedo a los inmigrantes ni de la voluntaria ignorancia acerca de la catรกstrofe que implica una salida no negociada porque creer en el supuesto peligro que entraรฑa la inmigraciรณn es mรกs fรกcil.

El elemento de mayor peso es la certeza de la valรญa nacional comparada con el oportunismo imperial de Europa. En el circo de la polรญtica parlamentaria, un payaso dirige la representaciรณn de una guerra de resistencia, como si los ingleses estuvieran luchando contra la dominaciรณn de una potencia enemiga. El martirologio es preferible si en el camino puede cantarse โ€œAlways look on the bright side of lifeโ€, como los crucificados de La vida de Brian.

Conforme marzo se acerca, el gobierno de May ha conseguido la aprobaciรณn del Parlamento para buscar negociar un nuevo tratado con la UE, que solvente los problemas derivados del backstop. Las declaraciones iniciales de la primera ministra, โ€œun mal negocio es peor que no negociarโ€, la persiguen dรกndole la razรณn a sus detractores: la negociaciรณn no es mala, es peor. O eso consideran tanto los conservadores que quieren separarse de la UE como los laboristas euroescรฉpticos, como Corbyn. Tirios y troyanos coinciden en un sentimiento de traiciรณn que los ha llevado a intentar desbancar a May, quien ha conseguido doce meses para continuar la guerra entre su cansina seguridad de dar al pueblo lo que demandรณ para defender los valores que definen la democracia, y quienes ven impotentemente acercarse la colisiรณn.

Como fantasรญa sado-populista, el Brexit sacรณ del closet lo prohibido, haciรฉndolo pรบblico. Una historia de violencia, dominaciรณn y xenofobia, de ansiedad ante la falta de control, se rebela prรญstina en la carta de renuncia de Boris Johnson, donde denuncia la transformaciรณn de Gran Bretaรฑa en una colonia de la UE. Como el dolor autoinflingido, el Brexit da la ilusiรณn de recuperar el control para realizar la cuarta restauraciรณn: la de la monarquรญa en 1660, el remplazo de Jaime Estuardo por Guillermo de Orange en la Revoluciรณn Gloriosa en 1684, y la creaciรณn del estado social en 1945. Esta restauraciรณn aspira al restablecimiento de la soberanรญa nacional.

El voto del 23 de junio de 2016 ha succionado la energรญa polรญtica del Reino Unido, enmaraรฑรกndolo en problemas que no se resolverรกn sin un segundo referรฉndum.

 

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