¿Cómo evaluar con justicia el discurso inaugural de Joseph R. Biden? Podríamos ponerle la vara muy baja y compararlo con el de Donald Trump en 2017, un mensaje oscuro y lleno de resentimiento. Pero así, el discurso de Biden sacaría fácilmente mención honorífica y solo merecería aplausos encendidos. ¿Debemos entonces compararlo con el gran primer discurso presidencial de Obama y su llamado a aceptar “el precio y la promesa” de ser un ciudadano? ¿Con el legendario inaugural de Kennedy y su eterno quiasmo “no te preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”? Esas también serían comparaciones injustas por el contexto en el que cada presidente dio su discurso. Kennedy habló de responsabilidad con la patria y Obama de esperanza, porque supieron leer que eso era lo que su país necesitaba en esos momentos. Por eso sus discursos fueron memorables.
¿Qué necesitaba entonces escuchar Estados Unidos en el discurso de Biden? Un llamado la unidad, como el de Abraham Lincoln en 1861, cuando dijo “no somos enemigos, sino amigos, y aunque las pasiones los hayan lastimado, no se deben romper nuestros lazos de afecto”. Y un llamado al valor, como el de Roosevelt en 1933, cuando dijo que “lo único que debemos temer es al temor mismo”. No solo eso, porque Biden también le habló a una nación enferma y de luto por la pérdida de 400 mil vidas a causa de una pandemia fuera de control.
Reconociendo la dificultad histórica de la tarea, encuentro cuatro aciertos en el discurso inaugural del presidente Biden:
Primer acierto, la defensa de la democracia. Después del asalto al Capitolio del 6 de enero, Biden tenía que hacer una defensa de la democracia. Por eso fue atinado que iniciara el discurso diciendo:
“Hoy, celebramos el triunfo no de un candidato, sino de una causa, la causa de la democracia. La voluntad del pueblo ha sido escuchada y la voluntad del pueblo ha sido obedecida. Hemos aprendido que la democracia es preciosa. La democracia es frágil. A esta hora, amigos, la democracia ha triunfado.”
Segundo acierto, el llamado a la unidad. Eso es lo que todos los medios del mundo están valorando del discurso de Biden y es lo que seguramente quedará más grabado de este mensaje, los constantes llamados a la unidad (ocho en total). En las mejores frases aseguró:
“Restaurar el alma y asegurar el futuro de Estados Unidos requiere mucho más que palabras, requiere lo que es más difícil de conseguir en una democracia: unidad, unidad”
“Unidad para pelear contra nuestros enemigos: ira, resentimiento, odio, extremismo, desorden, violencia, enfermedad, desempleo y desesperanza”.
“La historia, la fe y la razón nos muestran el camino de la unidad. Podemos vernos unos a otros no como adversarios, sino como vecinos. Podemos tratarnos con dignidad y respeto. Podemos unir esfuerzos, detener los gritos y bajar la temperatura. Porque sin unidad, no hay paz, solo amargura y furia. No hay progreso, solo ira extenuante. No hay nación, solo un estado de caos.”
Tercer acierto: la denuncia de la demagogia y la defensa de la verdad. La demagogia se ha apoderado de la conversación pública en Estados Unidos y por eso todo tema se aborda como si fuera una lucha a muerte entre dos bandos irreconciliables. Cuando eso pasa, la verdad es derrotada por la posverdad, es decir, los hechos y los datos se ven desplazados por emociones y narrativas. De ahí que haya sido muy bueno escuchar a Biden decir que:
“La política no tiene que ser un fuego descontrolado que destruye todo a su paso. Cada desacuerdo no tiene que volverse causa de una guerra total. Y debemos rechazar la cultura en la que los hechos mismos son manipulados e incluso manufacturados.”
“Hay verdad y hay mentiras, mentiras dichas por poder y por lucro. Y cada uno de nosotros tiene el deber y la responsabilidad, como ciudadanos, como estadounidenses y como líderes que han jurado respetar la Constitución, de defender la verdad y derrotar a las mentiras.”
Cuarto acierto: hablarle a los que no votaron por él. Un líder que pide unidad y solo le habla a los que piensan como él está condenando a gobernar a un país dividido. Fue bueno que Biden haya hecho un primer esfuerzo para hablarle a los ciudadanos que no lo apoyan:
“A aquellos que no nos apoyaron, les digo esto: escuchenme mientras avanzamos hacia adelante. Vayan evaluándome a mí y a mi corazón. Si después de eso todavía están en desacuerdo, que así sea. Esa es la democracia. Pero escúchenme claramente: el desacuerdo no debe llevar a la desunión y por eso prometo que seré presidente para todos los estadounidenses, para todos. Y les prometo que pelearé igual de duro por quienes no me apoyaron que por los que me apoyan.”
¿Qué le faltó al discurso? Dos cosas, una de forma y otra de fondo:
En la forma, le hizo falta estructura. Parece que Biden simplemente enlista los temas de los que quiere hablar (democracia, unidad, pandemia, futuro) y luego va diciendo frases que expresan lo que piensa y siente de cada tema, sin que se note un trabajo de redacción más fino para hilar los temas entre sí. Por eso frecuentemente da la impresión de estar terminando el discurso, para después tomar aire y seguir con otro tema. Eso reduce el impacto de su oratoria.
Finalmente, en el tema de fondo, Biden debe hacer un esfuerzo persuasivo más grande si de verdad quiere reconciliar a Estados Unidos. Necesita hacer algo que se dice fácil, pero será muy difícil: reconocer la legitimidad de muchas emociones y demandas de la gran mayoría de los 70 millones de estadounidenses que no votaron por él. No hablo de los extremistas que asaltaron el Capitolio, ni del KKK, QAnon o los negacionistas del coronavirus. Tampoco hablo del núcleo del partido Republicano, que se vendió al populismo de Trump por dinero y poder. Hablo de los ciudadanos bienintencionados que podrían regresar al centro político, pero que cada vez que escuchan términos como “racismo sistémico” cierran sus mentes y sus corazones a los llamados a la unidad. Para ese fin, sería mucho mejor usar las palabras clave que el presidente enlistó con convicción: oportunidad, seguridad, libertad, dignidad, respeto, honor y verdad. Esa es la retórica trascendental que necesita Biden, la que pone el énfasis en la humanidad común en vez del enemigo común. Si puede construir su discurso en esa línea, su presidencia logrará grandes cosas, algo que sin duda será bueno para México y para el mundo.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.