En momentos en los que el áspero duelo entre Israel y Gaza continúa y las sirenas aúllan en mi entorno, se antoja imperativo sugerir y ponderar el devenir de Gaza, ejercicio futurológico que me ocupó en el pasado –en términos absolutamente diferentes– al considerar el devenir de algunos países latinoamericanos.
Gaza ocupa hoy una angosta franja con playas en el Mediterráneo y con fronteras entre Egipto, por un lado, e Israel por el otro. Le abruma un alto coeficiente demográfico que le conduce a superar los dos millones de habitantes en una superficie que apenas abraza 365 kilómetros cuadrados. El resultado: un apretado territorio que exhibe una de las densidades más altas del mundo.
En el abastecimiento de electricidad, gas y agua depende absolutamente de Israel, y para gozar de algún razonable nivel socioeconómico se subordina a la ayuda económica de Qatar. Sin el soporte del uno y del otro, Gaza no puede contar con un elemental nivel de vida.
Entre 1967 y 2005, Israel ocupó la quinta parte de su territorio y levantó allí más de veinte colonias agrícolas. Con el paso del tiempo, las negociaciones con Egipto y con Yasser Arafat condujeron en 2007 a un nuevo orden territorial y político gobernado por Hamás, fracción extremista palestina y musulmana que desde entonces rivaliza con las corrientes algo más moderadas que dominan en Ramala.
El previsible desmantelamiento de la élite hoy dominante en Gaza como resultado de su brusco enfrentamiento militar con Israel me conduce a reflexionar sobre el probable devenir de este territorio.
Sin omitir otras posibilidades, anticipo cuatro escenarios que podrían presentar al concluir el actual duelo militar. Creo que estimar sus desiguales costos y beneficios constituirá una tarea ineludible para las instancias nacionales e internacionales interesadas en instituir un fecundo equilibrio en esta parte del mundo.
1. Gaza ocupada por Israel
Esta situación se conoció desde la Guerra de los Seis Días (1967) hasta el primer quinquenio del siglo. Estimo que podría reproducirse si Jerusalén se inclinara a reimponer en Gaza un severo control militar después de eliminar al liderazgo de Hamás.
En este escenario, Israel no solo ampliaría los servicios de energía y agua que hoy suministra. Para preservar un orden razonable, debería además invertir en servicios sociales básicos y reconstruir –con apoyo regional e internacional– viviendas y servicios básicos hoy disueltos como resultado del choque militar.
Por añadidura, una incorporación informal e indirecta de Gaza a Israel implicaría una abrumadora adición demográfica que se sumaría, de manera directa u oblicua, a los ciudadanos de origen árabe-musulmán, que hoy representan en Israel algo más del 20% de la población total.
En estas circunstancias, la inestabilidad institucional de Israel será constante. Ni la probable ayuda de diferentes estados musulmanes ni el apoyo de organismos internacionales habrán de suavizar el abrumador malestar social y la inquietud religiosa si Gaza llegara a formar parte de Israel.
De aquí mi conclusión: por sus altos costos y flacas perspectivas, este escenario es apenas viable. Solo una perversa fantasía es capaz de enhebrarlo.
2. Gaza administrada por Egipto
Geográfica y culturalmente, Gaza es una prolongación de Egipto. No pocos imaginan que su formal enlace con este país no habrá de presentar altos obstáculos.
Sin embargo, juzgo que la adición de una Gaza empobrecida, que hoy reclama altas inversiones para lograr alguna factibilidad socioeconómica, multiplicaría las severas dificultades que hoy abruman a El Cairo.
En otros términos, para convertir a Gaza en una economía viable o en un seductor núcleo turístico, Egipto debería invertir, en este escenario, considerables recursos que en estos días este país prefiere dedicar a otros temas.
Sin embargo, en contraste con el escenario anterior, no cabe descartarlo absolutamente. Es verosímil que con amplia ayuda internacional y conservando sus acuerdos de paz con Israel, Egipto podría considerar, con múltiples reservas y condiciones, la anexión de Gaza.
3. Gaza como parte del futuro estado palestino
En el pasado, tal posibilidad fue repetidamente considerada por Jerusalén y Ramala. Para concretarla, habría necesidad de diversificar las vías de comunicación entre la capital palestina y Gaza, con la activa participación de Israel.
Tres factores tornarían factible este escenario: primero, el sensible acortamiento de las distancias religiosas e ideológicas que hoy se conocen entre los palestinos que habitan estas zonas. Después, la amplia disposición de Israel para aceptar una entidad palestina que le rodearía desde la frontera con Jerusalén hasta el Mediterráneo. Y, en fin, la negociación definitiva de los territorios ocupados en la Guerra de los Seis Días, de suerte que buena parte de ellos se incorporarían por acuerdo mutuo a Israel.
Ninguno de estos factores se presenta hoy en el escenario regional.
4. Gaza como entidad independiente
Los acuerdos de Abraham concertados con países de la Península arábiga, abren hoy la perspectiva de una amplia ayuda por parte de todos ellos, y no solo de Qatar.
Ciertamente, organismos internacionales y no pocos países –desde Estados Unidos a Turquía, por ejemplo– revelarían un interés estratégico o económico para respaldar a Gaza, al menos en sus primeros pasos como entidad nacional independiente, ya inserta en las Naciones Unidas.
Es verosímil que en estas circunstancias, y por propio y elemental interés, esta nueva entidad nacional habría de moderar por fin la efervescencia religiosa que hoy sacude a Gaza.
En suma: más allá de los violentos choques que hoy afectan a las poblaciones de Israel y de Gaza, y sin soslayar las tensiones étnicas y políticas que nos abruman en este rincón del mundo, cabe imaginar en este contexto futuros posibles y factibles.
No es un hueco ejercicio intelectual. Se trata de una imperativa necesidad que se tornará ineludible al concluir las hostilidades, hoy gobernadas en gran parte por una maliciosa cibernética y una errada política.
es académico israelí. Su libro más reciente es M.S. Wionczek y el petróleo mexicano (El Colegio de México, 2018).