En EspaƱa ya no hay corrupciĆ³n

En 2011, el 15M iniciĆ³ una breve etapa de reformismo. Los politĆ³logos y comentaristas hablaban de incentivos, reformas y transparencia. Hoy, ese debate estĆ” muerto.
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Hace diez aƱos, el 15M abriĆ³ una brevĆ­sima (y quizĆ” demasiado frĆ­vola e ingenua) ventana de oportunidad para el reformismo en EspaƱa. Aunque el movimiento sirviĆ³ como un paraguas muy amplio de diversas demandas, supo construir una especie de consenso sobre la corrupciĆ³n en EspaƱa. O, al menos, consiguiĆ³ determinar algo innegable: existĆ­a corrupciĆ³n en EspaƱa y todos estĆ”bamos de acuerdo. Esta corrupciĆ³n no era solo la simple malversaciĆ³n de dinero pĆŗblico sino algo mĆ”s amplio: la endogamia, el nepotismo, el favoritismo,el clientelismo, la captura de rentas, el capitalismo de amiguetesā€¦ En eso estaba de acuerdo la gran mayorĆ­a de la poblaciĆ³n, de manera mĆ”s o menos informada.

Sobre esa ola, dos partidos surgieron para recoger ese descontento: Podemos y Ciudadanos. Hoy, ambos tienen escasa relevancia. Ciudadanos tiene 10 diputados y un perfil ideolĆ³gico poco claro tras su intento de dar el sorpasso al PP. Se ha convertido en un partido respetable para gente que nunca lo votarĆ­a. Podemos, por su parte, tiene 35 diputados. Se ha convertido en la muleta del PSOE y ni sus pataletas dentro del gobierno de coaliciĆ³n ni sus intentos por conservar su identidad radical de izquierdas consiguen ocultar su institucionalizaciĆ³n y esclerosis.

El reformismo hoy estĆ” muerto. No es que llegara a estar realmente vivo. Sin embargo, durante algunos aƱos, los intelectuales, politĆ³logos y comentaristas de la polĆ­tica espaƱola discutieron sobre reformas institucionales, incentivos, transparencia y contrapesos. Hubo una especie de ola liberal, entendido el liberalismo como el control del poder. Es indudable que era consecuencia de la Gran RecesiĆ³n. Hace diez aƱos, el paĆ­s estaba al borde de la quiebra, existĆ­a un miedo a un rescate soberano y a los tecnĆ³cratas y ā€œhombres de negroā€ de la UE. Aunque muchos reformistas de entonces querĆ­an profundizar en las mismas recetas que llevaron al capitalismo europeo a la crisis, otros aprovecharon la situaciĆ³n para seƱalar deficiencias estructurales importantes en EspaƱa.

Durante los aƱos de Rajoy, el reformismo conservĆ³ cierto atractivo. HabĆ­a casos de corrupciĆ³n que afectaban al gobierno. Pero despuĆ©s de la victoria de Pedro SĆ”nchez en 2018 tras una mociĆ³n de censura, motivada precisamente por la corrupciĆ³n del PP, la corrupciĆ³n desapareciĆ³ de EspaƱa. Inmediatamente se extendiĆ³ el siguiente axioma: Pedro SĆ”nchez, al derrotar a Rajoy, derrotĆ³ la corrupciĆ³n. A partir de entonces, los problemas de EspaƱa serĆ­an otros.

Con su estrategia de guerrilla psicolĆ³gica y anulaciĆ³n cultural del adversario (y tanto Cs como Podemos son vĆ­ctimas de eso), Pedro SĆ”nchez consiguiĆ³ neutralizar el discurso reformista. El reformismo era Ć©l, que venciĆ³ al presidente corrupto. LogrĆ³ cooptar rĆ”pidamente a aquellos que criticaban la corrupciĆ³n aƱos atrĆ”s y construyĆ³ un discurso de renovaciĆ³n exclusivamente estĆ©tico: al presidente le quedaban bien los trajes, iba guapo a las cumbres del Eurogrupo, y hablaba inglĆ©s y tambiĆ©n un lenguaje de modernidad y vanguardia. Los aƱos oscuros de corrupciĆ³n quedaban atrĆ”s. Igual que durante la pandemia se escudĆ³ en la ciencia para defender decisiones polĆ­ticas (si te comprometes con la Ciencia ya no necesitas seguir el mĆ©todo cientĆ­fico), tras 2018 se escudĆ³ en un discurso de reformismo moral que le permitiĆ³ salvarse de ser realmente reformista. Era el gobierno de la ā€œdignidadā€.

Hay varios ejemplos. EstĆ” el nombramiento de su ex ministra de justicia como fiscal general. Los aƱos de interinidad en RTVE y su posterior reparto. Lo mismo con el CGPJ (en ambos casos ayudado por el PP). La colocaciĆ³n de afines en empresas estatales o con participaciĆ³n estatal. El abuso de los decretos leyes. El reparto clientelar de los fondos europeos (el Consejo de Estado ha denunciado ā€œla eliminaciĆ³n o modulaciĆ³n de mecanismos de controlā€). Los incumplimientos constantes de la Ley de Transparencia, como ha denunciado en varias ocasiones la organizaciĆ³n Civio. Las puertas giratorias constantes entre el periodismo y la polĆ­tica (en el gobierno, por ejemplo, el secretario de Estado de comunicaciĆ³n fue hasta 2018 presentador de noticias en la cadena Cuatro).

El PSOE no es obviamente el Ćŗnico partido asĆ­. Estas semanas, con la renovaciĆ³n de RTVE y el CGPJ, desde el PP a ERC se han sumado al reparto por miedo a perder relevancia. Hace diez aƱos, algĆŗn politĆ³logo mencionarĆ­a que el problema es de incentivos. Hoy, el reparto de cromos se cubre como un deporte mĆ”s.

Pero sĆ­ que hay algo novedoso en el antirreformismo sanchista. En primer lugar, es mĆ”s explĆ­cito y sin complejos que otros gobiernos. Nunca antes un presidente habĆ­a colocado a su ministra de justicia como fiscal (semanas antes dijo en la radio: ā€œĀæLa fiscalĆ­a de quiĆ©n depende? ĀæDe quiĆ©n depende?ā€). En segundo lugar, su imagen de competencia ha ahogado el debate sobre la corrupciĆ³n. Consciente de que las democracias contemporĆ”neas son exclusivamente democracias mediĆ”ticas o de audiencia, el presidente habla de modernidad y progreso mientras afianza las caracterĆ­sticas antimodernas del sistema espaƱol: el nepotismo, el clientelismo, el capitalismo de amiguetes. El presidente sabe que la rendiciĆ³n de cuentas es una idea anticuada. Hoy, con la izquierda en el gobierno y el reformismo muerto, el desencanto con el sistema se vertebra solo a travĆ©s de Vox, que es lo que siempre buscĆ³ Pedro SĆ”nchez.

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacciĆ³n de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemĆ”n' (Libros del Asteroide, 2023).


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