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Feminismo y belleza: Hillary Clinton y Alicia Machado

Hillary Clinton hizo de la crรญtica feminista de la belleza un tema legรญtimo en la discusiรณn electoral mรกs importante de 2016.
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Es mรกs fรกcil hacer que una mujer apoye la igualdad de derechos y la legalizaciรณn del aborto que convencerla de salir de su casa sin maquillaje Susan Brownmiller, autora del primer libro sobre la cultura de la violaciรณn

El lunes pasado sintonicรฉ el primer debate presidencial con la esperanza de que Hillary Clinton pusiera en su lugar a Donald Trump. Con todo, asentรญ cuando el republicano le conectรณ un par de buenos golpes a la secretaria de Estado (el servidor privado que Clinton usรณ para enviar correos oficiales y su promociรณn inicial del Tratado de Asociaciรณn Transpacรญfico son asuntos que deben ventilarse). Pero me alegrรฉ cuando, montado en rabieta como un niรฑo, Trump demostrรณ que es incapaz de permanecer en silencio mientras su oponente formula un argumento en su contra. Celebrรฉ que Trump perdiera no solo la calma, sino algo de la imagen presidencial que ganรณ con su visita a Mรฉxico. Sin embargo, el debate transcurriรณ mรกs o menos conforme a lo esperado. La acartonada Clinton y el chauvinista Trump eran personajes predecibles. Incluso podรญa anticiparse que la demรณcrata sacarรญa a relucir la misoginia del republicano:

Este hombre ha comparado a las mujeres con cerdos y con perros. Ha dicho que los embarazos son un inconveniente para los patrones y que las mujeres no se merecen el mismo salario a menos de que hagan un trabajo tan bueno como el de los hombres. Sin embargo, una de las peores cosas que ha dicho fue sobre una mujer durante un concurso de belleza. ร‰l adora los concursos de belleza. Los apoya y pasa su tiempo libre en ellos. Pues bien, รฉl llamรณ a esta mujer Miss Piggy. Luego le dijo Miss Housekeeping porque es latina. Donald, esta mujer tiene nombre. Su nombre es Alicia Machado. Ya es ciudadana estadunidense y puedes apostar que votarรก en las elecciones presidenciales de noviembre.

ยฟAlicia Machado?, pensรฉ en medio de un flashback a la dรฉcada de los 90 que me hizo recordar aquel escรกndalo de la Miss Universo que tuvo problemas con los ejecutivos del concurso (entre ellos, Donald Trump) por subir de peso durante su reinado. Aunque el feminismo tenga una larguรญsima tradiciรณn crรญtica en contra de la belleza comercial, nadie โ€“ni ahora ni en los 60โ€“ podrรญa haber previsto que este serรญa un tema relevante para la presente contienda presidencial de Estados Unidos.

Esta noticia habrรญa sido una sorpresa para las 400 mujeres que se reunieron fuera del Centro de Convenciones de Atlantic City en septiembre de 1968 para protestar contra el concurso Miss America. Robin Morgan redactรณ la crรณnica mรกs leรญda de aquella โ€œgran manifestaciรณn de militantes que contรณ con el apoyo de mujeres de Florida, Washington, Detroit, Boston, Philadelphia, Iowa, New Jersey, Nueva York [โ€ฆ] y con mensajes de solidaridad provenientes de Chicago, California, etcรฉteraโ€. Vale la pena reproducir esta lista de ciudades para demostrar que la protesta fue producto de la coordinaciรณn eficiente de varias organizaciones feministas, y no el desplante de unas cuantas mujeres gritonas y peligrosas. Gracias a la revisiรณn historiogrรกfica de las fuentes primarias sabemos que las manifestantes arrojaron rizadores de pestaรฑas, zapatos de tacรณn, sostenes y ejemplares de las revistas Ladies Home Journal y Playboy, asรญ como libretas de notas (en alusiรณn al trabajo secretarial) a un bote de basura (llamado Freedom Trash Can) que nunca ardiรณ en llamas, aunque asรญ lo hayan reportado los periรณdicos de la รฉpoca. Entre pancartas, canciones y lemas, las feministas seรฑalaron que el concurso de belleza tambiรฉn era un pastiche de valores anticuados, โ€œde racismo, capitalismo y militarismo (pues la ganadora debรญa viajar a Vietnam para entretener a las tropas)โ€.

Durante esa dรฉcada y la siguiente, las artistas de la Segunda Ola se resistieron a las convenciones de belleza, sexualidad y feminidad imperantes. Pauline Boty fue una de las primeras en denunciar la divisiรณn entre el asรญ llamado โ€œmundo de las mujeresโ€ โ€“caracterizado por imรกgenes mediรกticas de โ€œchicasโ€ delgadas y desnudasโ€“ y el mundo de los hombres โ€“que incluye el respetable รฉxito de โ€œรญconos como Einstein, Lenin y Elvis Prestleyโ€.[1] Un dรญptico le sirviรณ a la artista para evidenciar que el gรฉnero divide al mundo en dos.

A Boty le siguieron Valie Export (quien usรณ sus senos para confrontar a los transeรบntes de Viena), Marina Abramovic y Yoko Ono (quienes evidenciaron la agresiรณn de los espectadores contra el cuerpo de las mujeres por medio del performance), Hanna Wilke (quien, en un inteligente paralelismo entre los piropos y las excoriaciones, se pegรณ en el torso los chicles que mascaban los hombres que coqueteaban con ella), Karen LeCocq (quien hizo de la rutina del maquillaje un performance que revelรณ el cuerpo de disciplinado y dรณcil de las mujeres que intentan ajustarse a los estรกndares de belleza que se difunden en los medios de comunicaciรณn), Cindy Sherman (que se autorretratรณ emulando e ironizando a los personajes femeninos, pasivos, hipersexualizados y bobalicones del cine hollywoodense). Entre protestas y expresiones artรญsticas, las feministas de los 60 y los 70 fijaron una postura de resistencia frente a la belleza comercial.

Despuรฉs de la dรฉcada de los 80 (que varias cronologรญas feministas consideran perdida por la embestida del conservadurismo polรญtico y del liberalismo econรณmico que, entre otras cosas, puso a Ronald Reagan en la presidencia de Estados Unidos y contribuyรณ a desarticular al movimiento feminista de izquierda, tanto en Estados Unidos como en Mรฉxico) no fue sino hasta 1990 que Naomi Wolf retomรณ el frente. En The Beauty Myth, Wolf advierte que a pesar de las victorias en las trincheras laboral, educativa y democrรกtica, se ha hecho muy poco para desmontar la expectativa de belleza que pesa sobre las mujeres.  Ademรกs de trabajar y de ocuparse โ€“casi exclusivamenteโ€“ del quehacer domรฉstico, las mujeres estรกn sometidas a una tercera jornada, es decir, al trabajo de verse y presentarse bellas. El segundo capรญtulo de este best seller es una compilaciรณn razonada de casos que las cortes estadunidenses resolvieron a favor de los patrones y en contra de las empleadas, estas รบltimas despedidas por ganar cinco kilos de mรกs, envejecer un par de aรฑos o rehusarse a vestir uniformes sexualmente provocadores. En cada uno de estos litigios, los jueces decidieron que los empleadores tenรญan el derecho de descartar a las mujeres que por su edad o โ€œfalta de bellezaโ€ fueran contraproducentes para el negocio. De acuerdo con las sentencias, lo anterior no califica como discriminaciรณn, sino meramente como una โ€œselecciรณn por aptitudesโ€. El criterio terminรณ por afectar no solo a las concursantes de Miss America o Miss Universo, sino a meseras, aeromozas, secretarias, asistentes y mecanรณgrafas; la encargada de una librerรญa, por ejemplo, fue despedida por vestir pantalones, y no falda, en su horario laboral.

Naomi Wolf tambiรฉn hizo รฉnfasis en el carรกcter billonario de la industria de la belleza; quizรกs lo hizo inspirรกndose en la estrategia de Catharine MacKinnon y Andrea Dworkin, quienes seรฑalaron a la industria de la pornografรญa como un fraude multimillonario de explotaciรณn sexual de las mujeres en la dรฉcada de los 80. Sin embargo, y a pesar de que el libro de Wolf supuso una fuerte embestida contra la belleza comercial, lo cierto es que las ganancias de este sector se han mantenido a la alza desde el 2002 y se pronostica que para 2017 alcanzarรกn los 265 mil millones de dรณlares. Al respecto, falta considerar que las mujeres, ademรกs de recibir un salario inferior al de los hombres (en tรฉrminos agregados), deben gastar en tintes, visitas al salรณn, tratamientos para el cabello, labiales (en plural), sombras, rรญmel, barnices (tambiรฉn en plural), pestaรฑas y uรฑas postizas, depilaciones, productos dietรฉticos y una variedad de cremas para la piel y la cara. Solo asรญ podremos apreciar el verdadero costo que supone la belleza comercial. Me pregunto quรฉ asesor financiero o contador aconsejarรญa derrochar buena parte del ingreso personal en este ritual de feminidad.

Con toda esta tradiciรณn crรญtica a cuestas, sorprende que el incidente Machado-Clinton-Trump casi no fuera discutido en las redes sociales mexicanas. Tengo para mรญ que la nueva generaciรณn de feministas en Mรฉxico debe revisitar el debate sobre la belleza. Y es que todavรญa hay quien piensa que โ€œla decisiรณn de ser bonitaโ€ es cosa de cada una, como si no existiera una industria multimillonaria que constantemente define a la belleza en tรฉrminos de consumo, como si las expectativas de los empleadores fueran nimiedades por las que ninguna de nosotras ha perdido el trabajo, como si la belleza no fuera un pretexto para acosar a las mujeres, como si la publicidad del siglo XX no hubiera ideado el combo entre el desnudo femenino (por lo demรกs, un gรฉnero problemรกtico para la historia feminista del arte) y la promociรณn de mercancรญas. Al respecto, hace apenas una semana la Galerรญa Yautepec clausurรณ la muestra Miss Universe en la que Chelsea Culprit presentรณ โ€“ademรกs de una serie de esculturasโ€“ tres pinturas que hacen patente la relaciรณn que hay entre la belleza comercial (que sexualiza y cosifica el cuerpo de la mujer) y el mercado de comida chatarra.

Por si fuera poco (y no recuerdo quiรฉn lo dijo, quizรกs fue Naomi Wolf), la belleza rompe las alianzas entre las mujeres. En vez de crear redes de sororidad, competimos por ser La Mรกs Guapa, La Mรกs Sexy, La Que Tiene Mรกs Pegue, La Que Sรญ Puede Comprar Ropa de Marca โ€“sรญ, la belleza comercial tambiรฉn divide a las mujeres en razรณn de su ingreso: las dinรกmicas sociales que acompaรฑan al mercado dejan muy en claro que las mujeres que compran cosas โ€œpatitoโ€ no alcanzan el nivel ni el estatus de belleza de las que sรญ pueden derrochar miles de pesos en su apariencia.

 

โ€œLe dijo Miss Piggyโ€ no es un chisme de farรกndula ni la cabeza de la primera plana de un tabloide, cosa que se vuelve evidente cuando recuperamos las dimensiones econรณmicas, sociales, polรญticas, artรญsticas y militantes que deberรญan ocuparnos. Cรณmo no pensar en esta larga historia de resistencia cuando el lunes pasado Hillary Clinton hizo de la crรญtica feminista de la belleza un tema legรญtimo en la discusiรณn electoral mรกs importante de 2016.

 

 

Adenda

No puedo desaprovechar la oportunidad de transcribir la canciรณn que las feministas adecuaron para la protesta contra Miss America en 1968.

Para ser cantada con la melodรญa de Ainโ€™t She Sweet:

Ainโ€™t she sweet

makinโ€™ profit off her meat.

Beauty sells, sheโ€™s told, so sheโ€™s out plugginโ€™ it,

ainโ€™t she sweet.

 

Ainโ€™t she cute

walking in her bathing suit.

Selling products for the corporation, now

ainโ€™t she cute.

 

Just cast an eye

in her direction.

She has to buyโ€“

Itโ€™s her oppression.

 

(Coro)

Ainโ€™t she quaint

with her face all full of paint.

After all, how can she face reality,

ainโ€™t she quaint.

 

Ainโ€™t she nice.

Maybe theyโ€™ll give her a slice

of the profits that sheโ€™s bringinโ€™ in for them,

ainโ€™t she nice.

 

(Coro)

Ainโ€™t she fine.

On her face thereโ€™s not a line.

Just a packaged doll, a prize commodity,

ainโ€™t she fine.

 

[1] Ver Peggy Phelan y Helena Reckitt, Arte y feminismo, Phaidon Press Limited, Barcelona, 2005, p. 54.

 

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(Ciudad de Mรฉxico, 1986) estudiรณ la licenciatura en ciencia polรญtica en el ITAM. Es editora.


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