Foto: Villette Pierrick/Abaca via ZUMA Press

¿Cómo actuar ante la amenaza de la extrema derecha en Francia?

Para hacer frente a la ultraderechista Agrupación Nacional y sancionar al gobierno irresponsable de Macron, es necesario orientar el voto hacia la variopinta alianza de partidos de izquierda en las elecciones legislativas francesas.
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Francia se encuentra en una crisis política abierta por la disolución del Parlamento por parte de un presidente bonapartista, obsesionado con la idea de ser un nuevo De Gaulle, cuando no es más que un De Gaulle el Pequeño. Tras ser elegido por un amplio margen en su primera campaña y contar con una mayoría absoluta en la Cámara, y luego ser reelegido con una mayoría relativa, Emmanuel Macron ha dado metódicamente la espalda a su programa, tanto en lo que respecta a las posibles reformas de las modalidades de elección de los diputados y la introducción de una dosis de proporcionalidad, como en los proyectos de reforma de las pensiones que tuvieran en cuenta las condiciones de trabajo y no solo el número de años cotizados. Lo mismo ha sucedido con su timorata política de lucha contra el calentamiento global. Podríamos multiplicar los ejemplos. Lo que es más: Macron se ha esforzado en construir un mundo político bipolar ocupado por su partido, que está por completo bajo su mando, y la Agrupación Nacional, el partido de extrema derecha de Marine Le Pen.

Estos cambios de dirección (un claro giro a la derecha), junto con sus formas provocadoras y un ejercicio del poder desprovisto de cualquier sentido de la conciliación, ya sea con las diferentes oposiciones políticas o con los interlocutores de la sociedad civil, han arruinado la credibilidad de Macron y la de sus diputados, cuyo rol se ha limitado al de cámara de registro de los proyectos de un presidente omnisciente y omnipresente. El desastroso resultado de su partido en las últimas elecciones europeas es prueba de este descrédito.

La disolución del Parlamento, con la que pretendió responder a ese desprestigio, no solo lleva la marca de su indudable hibris, sino que también demuestra una visión cesarista y plebiscitaria del ejercicio del poder. Implica un juego peligroso con lo que Claude Lefort denominó el trabajo de la desincorporación de la ley, del saber con respecto al poder, propio del régimen democrático. Macron se ve a sí mismo no solo como un jefe de Estado elegido por un tiempo determinado, sino como la encarnación de un saber tecnocrático y de una Francia razonable que le daría carta blanca para mandar. Como prueba, un globo sonda que no tuvo nada de anecdótico: uno de sus cortesanos lanzó la idea de una posible reforma constitucional que le permitiera postularse a un tercer mandato… Hoy, Macron juega con las instituciones. La disolución no lleva la marca de una ética de la responsabilidad o del realismo, de lo que tanto le gusta presumir, sino la de una ética de la convicción que pretende doblegar la realidad a sus deseos, sin siquiera intentar medir las consecuencias de sus arrebatos.

¿Cómo entender y actuar ante la amenaza de la llegada al poder de un partido, la Agrupación Nacional, que no solo es “extremista”, sino que conjuga, en un registro parcialmente nuevo, los temas totalitarios del pueblo-uno en lucha contra sus enemigos? Equiparar los “extremos” a la derecha y a la izquierda del espectro político, tal y como hacen el presidente y sus partidarios, así como algunos de sus posibles aliados a la derecha y en el centro, no es sostenible. La Agrupación Nacional es un partido totalitario en el sentido de que se presenta fuera del campo político, al que pretende gobernar en situación de hegemonía. El examen detallado de las medidas que promueve revela claramente su intención de derribar algunos principios fundamentales de la República, especialmente la igualdad de los ciudadanos ante la ley o la independencia de la justicia. Además, ha dejado ver sus conexiones con los gobiernos populistas de la extrema derecha europea y, peor aún, su voluntad de buscar acomodos con los expansionismos ruso y chino y sus proyectos de destrucción de un orden internacional basado en el derecho. Muchos de sus candidatos están lejos de ser novatos, y son, al contrario, militantes alimentados por nostalgias nazis y fascistas, así como por los ideales de la colaboración o del catolicismo integrista. Aunque su discurso ya no pone en primer lugar el racismo biológico, sino un diferencialismo cultural exacerbado, estas matrices antidemocráticas siguen siendo fundamentales. Los votantes de la Agrupación Nacional se sienten incorporados a un nuevo mundo en gestación. Se identifican con los dirigentes del partido, en los que ven imágenes especulares y comulgan con ellos sin detenerse nunca en las incoherencias y contradicciones que salpican su programa.

¿Cómo actuar ante esta muy vigente amenaza? Algunos autodenominados “realistas” afirman que no solo hay que rechazar los extremos –es decir, votar por los republicanos, y el partido presidencial y sus aliados–, sino que, en caso de una segunda vuelta que enfrentara a un candidato de la Agrupación Nacional con un candidato de la alianza de partidos de izquierda Nuevo Frente Popular, lo mejor sería abstenerse, o incluso votar por el primero.

Según ellos, la coalición estaría bajo el control de uno de sus componentes, Francia Insumisa, al que consideran más amenazante para la democracia que la Agrupación Nacional. No hay duda de que Francia Insumisa es un partido populista bajo el mando de un ególatra, Jean-Luc Mélenchon, cuyos momentos de inspiración totalitaria indignan con razón al electorado. También dirige su partido con una total ausencia de sentido democrático. Sin embargo, no se puede ignorar que la situación no es muy diferente en la Agrupación Nacional o en el partido macronista. No es menos evidente que Francia Insumisa cierra deliberadamente los ojos ante el totalitarismo que reina en China y en Cuba, así como ante la naturaleza dictatorial del régimen venezolano y de Hamás. También ha hecho comentarios ignominiosos a favor del régimen sirio.

Aunque no se pueden pasar por alto estos hechos, hay que recordar una diferencia fundamental entre el totalitarismo nazi y el de inspiración soviética. El primero se construyó sobre el rechazo de todo humanismo, el segundo sobre su perversión. El primero es culpable de un genocidio contra los judíos y los gitanos, condenados todos a muerte. Los regímenes totalitarios inspirados en la Revolución rusa indudablemente multiplicaron los crímenes masivos más horribles, las purgas más sangrientas y pervirtieron el sentido de la ley, pero nunca condenaron sistemáticamente a muerte a todos los nacidos en una comunidad religiosa o étnica. El nazismo dio un paso más allá en el horror que no dieron otros totalitarismos. Un hombre tan poco sospechoso de indulgencia hacia el comunismo como Raymond Aron siempre tuvo cuidado de recordarlo. Recordemos también La Francia Insumisa ha perdido influencia a favor del Partido Socialista, que supo aliarse con Plaza Pública. Este último partido da la imagen de una izquierda reformista consciente de los peligros del resurgimiento del totalitarismo, así como de la crisis climática y de los callejones sin salida de las políticas neoliberales, que sus aliados socialistas solo combatieron retóricamente para ser elegidos, y luego implementaron con un cinismo perfectamente irresponsable. El Nuevo Frente Popular también cuenta con un componente ecológico, cuyas disputas internas y algunas de sus extravagancias lo han hecho motivo de ridículo y vuelto impopular. Pero este partido rompió hace mucho tiempo con toda complacencia hacia las experiencias totalitarias.

Hay entonces una necesidad absoluta de hacer frente a la Agrupación Nacional, partido totalitario si los hay, así como de sancionar a un gobierno bonapartista, irresponsable y no realista. ¿Significa esto que el apoyo a los candidatos del Nuevo Frente Popular debe ser automático, ciego e incondicional desde la primera vuelta? Tal vez sea necesario recuperar el sentido de la orientación y reaprender a juzgar a la luz de las trayectorias y declaraciones de los candidatos de una alianza que es, al menos, variopinta.

Una primera observación se impone y se nutre del espectáculo de los disensos al interior de Francia Insumisa y de la actitud de las otras fuerzas del Nuevo Frente Popular ante ellos. Se sabe que varios antiguos allegados de Jean-Luc Mélenchon, convertidos en críticos de su control sobre el partido –al que, por cierto, se acomodaban tranquilamente cuando les convenía–, han sido privados por Francia Insumisa del derecho a postularse para un nuevo periodo como diputados en las circunscripciones donde fueron elegidos, así como en cualquier otra. Más aun, Mélenchon ha designado en su lugar a partidarios incondicionales suyos, algunos de los cuales son particularmente poco recomendables.

Los excluidos han decidido, con todo honor, presentarse de manera independiente, y los otros componentes del Nuevo Frente Popular los han apoyado. Se trata de una decisión digna de aplauso. Pero si los opositores internos de Francia Insumisa se han tomado esta libertad, y si los órganos directivos de los partidos asociados rivales de Francia Insumisa dentro del Nuevo Frente Popular han hecho lo mismo, ¿qué nos impide seguir su ejemplo? Como electores, debemos examinar quiénes son los candidatos del Nuevo Frente Popular para determinar cuáles son el más seguro obstáculo contra las derivas bonapartistas macronianas y las aventuras fascistas de la Agrupación Nacional. Algunas candidaturas de Francia Insoumisa indudablemente merecen ser examinadas y juzgadas a la luz de sus declaraciones y acciones pasadas.

Así, si Mélenchon se hubiera presentado, habría sido uno de aquellos a los que habría que bloquear. De igual manera, habría que afirmar que no puede convertirse en primer ministro de un gobierno del Nuevo Frente Popular. Otras candidaturas, a pesar de sus largas complacencias con la dirección egocrática de Francia Insumisa, son indudablemente respetables y merecen apoyo. Evidentemente, se piensa en François Ruffin y Clémentine Autain, por nombrar solo a los más conocidos, pero hay otros. Y si acaso algunos candidatos de otros partidos, de la izquierda no alineada con el Nuevo Frente Popular, del centro o de la derecha republicana, demuestran tener convicciones democráticas indudables, y parecen en posición de figurar en un buen lugar en la segunda vuelta, debemos sentirnos libres de elegir a estos contra los candidatos de Francia Insumisa cuyos credos democráticos son dudosos. De la misma manera, será necesario hacer libremente un balance en la víspera de la segunda vuelta, para ver cuál es la mejor manera de bloquear el camino a la Agrupación Nacional, siempre sabiendo que para ello serán indispensables las alianzas con el centro y la derecha republicana.

Traducción: Emilio Rivaud Delgado

Publicado en Esprit (junio 2024) y reproducido con autorización.

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