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Un año negro para Ucrania, pero también para Rusia

La guerra de Ucrania es un desastre y es difícil hablar de ganadores.
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El 24 de febrero de 2022  Vladimir Putin cambió el curso de la historia al iniciar la invasión a Ucrania. Un año después puede hacerse un balance de la tragedia.

Rusia no logró su objetivo primario, que era ocupar Kiev en tres días y controlar el país. Llegó a tomar el 30% del territorio ucraniano, pero desde agosto la contraofensiva ucraniana apoyada por Occidente lo redujo al 19%.

En un año, Rusia perdió material militar suficiente para equipar a un ejército moderno. El portal Oryx verificó visualmente la destrucción de 9,324 vehículos rusos de todo tipo; entre ellos 1,761 tanques, aunque es lógico suponer que la cantidad definitiva es mayor. Las estimaciones de bajas rusas van de 100,000 a 180,000 según fuentes occidentales. Si se considera que para la primera fase de la invasión Putin movilizo 190,000 hombres y 2,700 tanques, las cifras implican pérdidas inmensas.

Con la movilización de 300,000 hombres ordenada en septiembre, la proporción de reclutas y profesionales de la fuerza invasora pasó de 15% al 60%. Esto tiene un resultado obvio en su capacidad militar: la ofensiva de seis meses en Soledar y Bakhmut solo ha permitido retomar 150 kilómetros cuadrados y avanzar 12 kilómetros desde la línea de frente, a un costo dantesco de bajas.

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En el mismo año, Ucrania perdió 468 tanques y 2,988 vehículos. No hay cifras fidedignas de bajas de personal, pero las estimaciones más confiables las estiman en 135,000 militares y civiles.

Hagamos un balance económico de la guerra. Rusia sorteó durante gran parte de 2022 el anunciado derrumbe de su economía por las sanciones impuestas por Occidente, entre las cuales están su exclusión del sistema de comercio SWIFT, el embargo de activos estatales y de personas vinculadas a su dirigencia y la incautación de sus reservas por 300 mil millones de dólares. Sin embargo, el alza en los precios de las materias primas –en particular del gas y el petróleo– le permitió ingresos adicionales por 250 mil millones de dólares. El rublo se recuperó del derrumbe de marzo gracias al control del mercado de cambios y la obligación de pagar las importaciones de crudo y gas desde Rusia en esa moneda.

A fines de 2022, la bonanza tuvo su fin. El precio del gas y el petróleo, que constituyen el 40% de los ingresos rusos, regresó a su precio de preguerra y se terminaron las ganancias extraordinarias.

De acuerdo al Rosstat, el instituto de estadísticas ruso, a partir de entonces el gasto central se duplicó, producto del aumento del 43% en el gasto en defensa. Desde septiembre, el ingreso fiscal cayó a la mitad y el consumo interno un 10%. La huida de un millón de rusos por el temor económico y al reclutamiento mantuvo baja la tasa de desempleo (3%), pero a costa de una fuga de cerebros de consecuencias aun no medidas.

Resulta lógico entonces que el PIB de Rusia cayese 2.9% en 2022, menos del pesimista 8.5% calculado antes de las superganancias por la venta de hidrocarburos. Para 2023, el gobierno ruso calcula otra caída del 0.9%, aunque el Banco Mundial prevé que será del 3%. Antes de la guerra se preveía un crecimiento de 15% entre 2022 y 2023, producto del aumento exponencial de volúmenes y valores de exportaciones. Con la invasión, Putin destruyó 190 mil millones de dólares de riqueza en un año, y aún queda por contabilizar el costo final de su aventura militar.

El impacto de las sanciones se refleja claramente en el rublo, que perdió su fortaleza y se depreció un 36% frente al euro y un 27% en relación al dólar.

Occidente impuso un tope de 60 dólares para el barril de crudo y restricciones para la importación de diésel ruso a sus mercados. El cierre en enero del oleoducto Druzhba, que desde 1964 bombeaba petróleo a Europa, simbolizó el fin de la dependencia energética. Para Rusia, Europa representaba hasta la invasión 72% de ventas de gas, 31% de petróleo y el 45% del carbón. No era una relación simétrica: Rusia era el origen de 40% del gas, 27% del petróleo y 46% del carbón que importaba Europa. Con la guerra, Rusia perdía su mejor comprador y Europa lo reemplazó con otros proveedores. Putin amenazó con un invierno gélido para frenar la ayuda militar a Ucrania. Europa no murió de frío y Rusia perdió a su principal cliente y quedó aislada en lo político. Allí reside el mayor daño de las sanciones.

China e India incrementaron su compra de hidrocarburos rusos, pero con descuentos del 30%, lo cual implica que Rusia exporta mayores volúmenes pero con menores ganancias. Esto impacta en la reducción del superávit que exhibió en mitad de 2022 para alardear su resiliencia económica

Y los pocos aliados de Rusia no compensan las pérdidas: Bielorrusia está sometida a sanciones similares, y las economías de Irán, Corea del Norte y Venezuela atraviesan su propia decadencia similar y no suplantan a los mercados occidentales.

Dicho todo esto, a Ucrania no le ha ido mejor. En 2022 su PIB cayó un 30.4%. Se estima que la invasión ha provocado daños en su infraestructura por 700 mil millones de dólares, y 7.2 millones de sus habitantes están refugiados en otros países.

Pero, a diferencia de Rusia, cuenta con el apoyo futuro de Occidente. Estados Unidos prometió ayuda no militar por 125 mil millones de dólares; Alemania otros 52 mil millones. La Unión Europea aprobó un envío de 17 mil millones de euros y 3 mil millones mensuales dentro de un programa de reconstrucción más amplio, que estiman demandará 345 mil millones de euros. Y Kiev tendrá un gran mercado para financiar su recuperación.

Por otra parte están la ayuda militar entregada hasta el presente a Ucrania, que se valúa en al menos 120 mil  millones –el doble del gasto anual de Rusia–, y una alianza que lo respaldará en los años por venir.

En perspectiva, la guerra es un desastre y es difícil hablar de ganadores. Pero Ucrania afronta el segundo año de hostilidades respaldado por una alianza con un PIB 32 veces mayor al de Rusia y con un formidable e intacto aparato militar industrial. Putin, en soledad, ruega por un milagro que, quizá desde China, lo salve de otra debacle. ~

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Escritor y periodista argentino.


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