Foto: Tmy350, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Ucrania: la riqueza en juego

Si el pacto entre E.U. y Rusia sobre Ucrania tiene una cláusula secreta, esta debe ser una larga lista de recursos estratégicos.
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To be America’s enemy is dangerous;
to be America’s friend is fatal.

Atribuido a Henry Kissinger

En su segunda versión –que presenciamos en vivo y en directo– este Pacto Mólotov-Von Ribbentrop tiene, como el original, varias capas de intereses. En las cláusulas secretas de aquel, firmado entre los ministros de Relaciones Exteriores de la URSS y Alemania en 1939, nazis y soviéticos se repartían a todos los países que los rodeaban, desde Polonia hasta Finlandia. Los alemanes, para empezar a fincar su lebensraum y tener las manos libres en el frente occidental; los soviéticos, para fortalecer al Ejército Rojo, que Stalin había dejado en ruinas después de fusilar a miles de sus mejores estrategas y militares, y para crear un cordón sanitario de países entre Europa y la URSS.

Pero la posibilidad –escalofriante– de que la Alemania nazi pudiera consolidar su Tercer Reich milenario dependía, a fin de cuentas, de un recurso que abundaba en la URSS y los nazis necesitaban como el agua: el petróleo. Para asegurarlo, dos años después, Hitler tiró el pacto con Stalin a la basura y diseñó una nueva estrategia. Después de avasallar a Europa, la maquinaria militar nazi se desplegó como una tijera: una hoja invadió a la Unión Soviética y se encaminó al Volga; la otra avanzó desde el norte de África para cerrarse en el Cáucaso. Buscaban apoderarse de inmensas reservas de petróleo. La derrota en Stalingrado fue el principio del fin de esa estrategia, y del nazismo: el inicio de la retirada de los alemanes de la URSS y de África. Sin petróleo, el poderoso ejército de Rommel quedó varado en el desierto.

Ahora, frente a Ucrania, Trump y Putin –y sus portavoces en el exterior–, el avezado diplomático Sergei Lavrov, que como Mólotov sacrificó su prestigio para apoyar a Putin hasta la ignominia, y el bisoño secretario de Estado Marco Rubio, hablan de campañas redentoras para pacificar a Ucrania y alejar al país de la tentación de incorporarse a la OTAN y a la UE: su destino, predican, es la neutralidad desmilitarizada.

Una neutralidad muy conveniente. Si este nuevo pacto entre enemigos históricos tiene una cláusula secreta, ésta debe ser una larga lista de minerales “críticos” y elementos de tierras raras (REE). Se llaman “críticos” porque son cruciales en las cadenas productivas modernas. Indispensables para la transición a energías limpias (desde plantas nucleares hasta turbinas eólicas), la producción de aparatos electrónicos, de IA y de armamentos (entre ellos, aviones de combate y drones).

El paisaje ucraniano es su bandera: cielos azules que cubren grandes plantíos de granos y girasoles. Una de las zonas agrícolas más fértiles del mundo. Pero el subsuelo es tan rico como la superficie: contiene el 5% de los recursos minerales del mundo. Depósitos de 22 de los 45 minerales “críticos” –REE incluidos. Entre ellos, 500 mil toneladas de reservas de litio y la quinta parte de las de grafito, necesarios, entre otras cosas, para el funcionamiento de plantas nucleares. Putin lo ha sabido siempre, por eso ha insistido una y otra vez que ningún arreglo de paz puede incluir la devolución de las provincias ucranianas que ha invadido: contienen el 40% de la riqueza mineral del país.

Donald Trump se enteró hace menos tiempo y el botín resultó irresistible; hizo a un lado la propuesta de Zelenskii, que le había ofrecido invertir en la explotación de minerales a cambio de ayuda, y decidió, simplemente, apoderarse de ellos. Haciendo gala de su crudeza y avaricia, envió a su secretario del Tesoro, Scott Bessent, con un documento para firma –de Zelenskyii por supuesto- que establecía que E.U. se apoderaría, como compensación por su ayuda, y de forma permanente, de la porción más productiva de la economía ucraniana. El presidente Zelenskii, un estadista valiente, hábil y bien informado, le dijo no.

Trump parece incapaz de visualizar y entender la red de intereses que mueven a los principales actores globales y las repercusiones de sus iniciativas sobre ellos. Leyó mal a Zelenskii y más aún a Putin. El dictador ruso no compartirá con él los recursos ucranianos y, ciertamente, jugará siempre a favor de su principal aliado: el líder chino Xi Jinping. China tiene la mitad de las reservas globales de REE y es la principal procesadora en el mundo de metales “críticos” como el níquel, litio y cobalto. Limitar la exportación de estos minerales es su mejor arma contra la política arancelaria de Trump. Hará hasta lo imposible por evitar que se apodere de los depósitos minerales ucranianos. Trump puede salir de este juego triangular con las manos vacías. ~


Publicado en Reforma el 23/II/25.

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Estudió Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Política en El Colegio de México y la Universidad de Oxford, Inglaterra.


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