Es fuerte la tentación de dispersarse en la numeralia de un año frenético; estoy a punto de caer en ella, pero prefiero hacer un ejercicio de selección crítica. Una selección de la selección. No 10 cosas, ni cinco. Sólo tres. El 2025 ha sido muchas cosas; yo elijo poner la mira en tres puntos cardinales que definen el presente y que por su importancia mantendrán un espacio en nuestra conversación: una estabilidad económica y política que resiste bajo nubarrones, el naufragio ético de una parte fundamental del grupo que gobierna y la capitulación definitiva del Poder Judicial.
Lo primero es una fachada de solidez económica que desafía los pronósticos más sombríos. El peso ha mantenido una resiliencia sorprendente. La inflación cerró por debajo de lo esperado y, en medio de la violencia criminal y la creciente protesta callejera, no hay crisis política. Esa estabilidad cambiaria y esa paz institucional no se perciben estables o duraderos, pues hay señales de alerta y son producto del monopolio político que ha logrado apropiarse del relato nacional. Esta no es una estabilidad robusta. Es una calma bajo control.
Ahora bien, detrás de esta aparente normalidad, el año nos entregó dos cismas que pasarán a la historia como desgracias institucionales sin retorno. Primero: el colapso del mito de la Marina debido a las políticas del actual gobierno. Durante décadas, la Armada fue el último reducto de integridad, la institución que sobrevivía al naufragio moral de los cuerpos civiles. El 2025 será recordado como el año en que el huachicol se reveló infiltrado en las entrañas de la Marina, y no porque hubiese unas manzanas podridas entre los admirados almirantes, sino por decisiones de política energética, encargos equivocados, complicidad gubernamental e incentivos económicos corruptores por todos lados. Hubo muchos otros registros de abusos y corrupción en el grupo que gobierna, pero este es, sin duda, el más revelador del agrietamiento institucional que vivimos.
El segundo cisma, y quizás el más profundo, es la consolidación del nuevo orden judicial. El 2025 deja como herencia la instauración de la elección popular de jueces, magistrados y ministros. Este salto al vacío pasará a la historia como el momento en que México clausuró el experimento de la justicia independiente. Al sustituir el mérito técnico por la lealtad electoral, el país ha decidido que la ley debe ser un eco de la voluntad de la mayoría y no un límite para el poder. Esto es una desgracia histórica de la que aun no dimensionamos los efectos.
Así cerramos el año. Con una moneda fuerte, una narrativa estable, un gobierno que lo controla todo… y al mismo tiempo, un entramado institucional con fisuras graves. Nada se cae todavía, pero todo cruje. Como ocurre con las vacunas: no se nota su ausencia hoy, ni se siente mañana, pero el daño llega. El hecho de que la mitad de los niños nacidos este año no haya recibido la vacuna contra el sarampión no tiene efecto hoy. Lo tendrá en unos años. Igual con el sistema judicial, con las Fuerzas Armadas, con la democracia. Un país puede mantenerse a flote por inercia, pero en algún momento tendremos que ir al cuarto de máquinas para contrarrestar la fuerza de las tormentas y nos encontraremos con que nos faltan piezas. ~