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Jorge Ramos, el interrogador

La confrontación entre Jorge Ramos y Nicolás Maduro no debe sorprender a nadie. El periodista ha dedicado su carrera a incomodar a los poderosos.
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Jorge Ramos dedicó varios días a revisar la lista de preguntas que había preparado para Nicolás Maduro, el líder que ha sumido a Venezuela en un abismo sin precedentes. Ramos, el principal conductor de Univisión desde hace más de 30 años, puso particular atención a la primera pregunta, la que establecería el tono para la entrevista completa. Sabía que tenía que poner a Maduro a la defensiva para lograr contener su proclividad por la palabrería extensa y vacía. “Quería ponerlo en un dilema”, me dijo Ramos en una conversación telefónica desde Miami. Le preguntó a Maduro si debía referirse a él como presidente de Venezuela o simplemente como dictador, “que es como lo consideran millones de personas”. Resultó ser una decisión periodística brillante.

Al ser confrontado con los crecientes señalamientos de su falta de legitimidad, Maduro se enfadó. La entrevista llevaba 17 tensos minutos cuando Ramos sacó un iPad y mostró a Maduro un video que había tomado unas horas antes, en el que se ve a un grupo de venezolanos hambrientos escarbando entre la basura para comer. “No pudo seguir”, recuerda Ramos. “Se puso mal y detuvo la entrevista”. Maduro intentó “estúpidamente” cubrir el iPad de Ramos para no ver el video y al final se levantó y se fue, enfurecido.

Ramos no tardó en enterarse hasta qué grado molestó a Maduro. Las fuerzas de seguridad venezolanas detuvieron al periodista y a su equipo y confiscaron las cuatro cámaras de Univisión y todas las tarjetas de memoria en las que la entrevista había sido grabada. Les quitaron sus efectos personales e incluso obligaron a Ramos a entregar su teléfono personal. Durante un tiempo, Ramos y su productora permanecieron en una habitación a oscuras, donde fueron cateados. Veinticuatro horas después, el gobierno de Maduro los deportó sumariamente. Para entonces, la noticia de la reacción déspota de Maduro ya había llegado a todos los canales de noticias del mundo.

El incidente quizá haya sorprendido a quienes no conozcan el estilo de entrevistar de Jorge Ramos. A mí no. Como colega suyo (he trabajado con él desde hace ocho años en Univisión), la valentía y las astutas provocaciones periodísticas al líder venezolano no me sorprenden. La reacción de Maduro es un trofeo más en la estantería de Ramos, un episodio notable en la larga lista de enfrentamientos históricos que ha tenido en las tres décadas desde que tiene su noticiero en Univisión.

Firme creyente del estilo de periodismo confrontativo, Ramos eligió la entrevista como su arma preferida. No le faltan críticos. Ha sido acusado de ser un activista disfrazado de periodista. Ese es un mote al que Ramos no le huye. En particular en la era Trump, él no cree en la distancia, a tal punto que su particular manera de hacer periodismo se ha convertido en una especie de bandera personal. “Cuando se trata de racismo, dictaduras y derechos humanos, no podemos permanecer neutrales, tenemos que tomar una postura”, dice en su cuenta de Twitter. Lo que hace que Ramos sea único, sin embargo, es que su apetito por la confrontación es casi universal. Es un implacable interrogador del poder, sin importar quién lo detente.

Tomemos como ejemplo al mentor de Maduro, el astuto caudillo venezolano Hugo Chávez. Hábil comunicador al modo de Fidel Castro, Chávez era capaz de hablar por horas sin parar, mareando a los agotados periodistas. Podía ser seductor e intimidante, y estaba completamente convencido del experimento socialista que había implementado en Venezuela. Ramos se enfrentó a Chávez en momentos muy distintos, pero cruciales, de su carrera. En 1998, antes de las elecciones que lo llevarían por primera vez al poder, Ramos hizo de clarividente al cuestionar a Chávez sobre su compromiso con la legalidad: “Mintió tres veces”, recuerda Ramos, al repasar la lista de las promesas vacías de Chávez respecto de las instituciones democráticas venezolanas.

Dos años más tarde, Ramos volvió a Venezuela y se sentó con Chávez, en esa ocasión rodeado por un grupo de fervorosos simpatizantes del presidente. “Abucheaban mis preguntas y aplaudían sus respuestas”, recordó Ramos. No obstante un temblor nervioso en su voz, Ramos no se intimidó por la escena y confrontó a Chávez en varias ocasiones. Vestido con uniforme militar, Chávez le hizo frente a Ramos con una sonrisa socarrona, aunque cada vez más molesto con la insistencia de su antagonista. “Tú estás repitiendo basura”, dijo Chávez en un intento por descalificar al periodista. No pudo: Ramos siguió insistiendo. “Mi labor es preguntar”, dijo imperturbable.

No solo los dictadores han recibido el trato Ramos. Tuvo la misma obstinación para entrevistar a Barack Obama en 2012, durante una conversación estilo town hall para Univisión. Ahí presionó a Obama por su falencia al cumplir con su promesa de reformar el sistema migratorio durante su primer periodo. Visiblemente molesto, Obama intentó justificar la falta de reforma para la población indocumentada del país. Ramos no lo dejó ir. “Una promesa es una promesa. Con todo respeto: usted no cumplió con esa promesa”, insistió Ramos. Dos años más tarde, Obama volvió a encontrarse con Ramos. En esta ocasión, Ramos enfrentó a Obama por el tema de las deportaciones. “La gente lo llama el ‘deportador en jefe’”, le dijo Ramos a Obama, quien de inmediato respondió, con una mirada severa para el entrevistador. El intercambio fue uno de los pocos en los que Barack Obama evidenció un genuino malestar durante una entrevista formal en televisión.

La mejor obra de Ramos tuvo lugar en 2015, cuando se enfrentó a Donald Trump, un hombre diametralmente opuesto a todo lo que Ramos representa como periodista hispano. En un momento controvertido, Ramos se levantó durante una conferencia de prensa en Iowa para cuestionar con insistencia a Trump sobre su postura frente a la migración. Cuando Trump intentó ignorarlo, Ramos permaneció de pie, repitiendo su pregunta como un mantra. Trump, quien llevaba apenas unos meses en campaña, perdió la calma. “Siéntese. Regrésese a Univisión”, le dijo, en una respuesta sin precedentes. Pero Ramos no se movió. “Tengo derecho a preguntar”, insistió Ramos. Los miembros de la seguridad de Trump sacaron a Ramos a empujones del lugar, en un momento indeleble que, de haberse leído correctamente, debió ser interpretado por los medios estadounidenses como un presagio de las cosas que vendrían después.

Hasta el momento, Trump no ha vuelto a acceder a una entrevista con Jorge Ramos. ¿Se le puede culpar? Ramos tiene muchas preguntas.

 

Publicado previamente en Slate y reproducido con autorización. 

 

 

 

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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