No es fácil. Preparar el discurso que va a marcar tu paso a la historia de México y hacerlo con menos de 36 horas de antelación, estresado y con la incertidumbre de si va o no a venir el enemigo público número uno, sin saber si llegará a gritar e insultar o se comportará civilizadamente, con los números de aprobación en el sótano histórico, con los maestros en las calles y las redes sociales convertidas en una jungla de burlas, memes e insultos, con la familia convertida en carne de cañón para la prensa, con un gabinete mediocre y dividido en luchas de poder, con un escándalo nuevo cada semana. Les digo, no es fácil.
Pero la política es así, y el presidente Enrique Peña Nieto ha sido el arquitecto de su propio destino. Es en esas condiciones en las que llegó este día surreal, en el que el enemigo público número uno de todo lo mexicano se presentó en nuestra propia casa, prepotente, agitando una carta-invitación de la que nadie se hace responsable. Sin entrar a la discusión de cómo diablos se les ocurrió invitarlo, analicemos el discurso del presidente Peña Nieto ante el demagogo. ¿Qué le faltó? ¿Qué le sobró? Aquí las cinco claves para analizar esta intervención en el evento que, no creo exagerar, será la marca del sexenio 2012-2018.
1.- El presidente no conectó con la emoción de su pueblo. No se trataba de regresarle los insultos a Trump. Tampoco creo que era el lugar o el momento de exigirle disculpas públicas – la confrontación frontal y la firmeza no son el estilo retórico de Peña Nieto, se hubiera visto falso y más débil si lo hubiera intentado. Pero dentro de los límites de la cortesía diplomática, Peña Nieto debió entender que estaba hablando a nombre de todos los mexicanos, y debió decir con claridad que las palabras que ha usado Trump para referirse a nosotros son ofensivas y dividen a nuestros países, que esa es una retórica que no corresponde a dos naciones aliadas que buscan trabajar en paz, que no son dignas de la tradición democrática de Estados Unidos ni de la amistad con México. Al no ventilar nuestro agravio, el presidente (por enésima vez) no conectó emocionalmente con nosotros, generando una profunda decepción.
2.- El presidente habló como si fuera mediador, no como la parte agraviada de un conflicto. Me da la impresión de que el presidente confundió su rol en la puesta en escena. México es el país más agraviado por Trump y su retórica de odio. Ni siquiera China o las naciones islámicas con las que Estados Unidos mantiene conflictos armados han sido tratadas con ese desprecio. Pero Peña Nieto habló de diálogo, de respeto, de encontrar coincidencias, de que no todo es “suma cero”, como si estuviera llamando a dos partes en conflicto a que se sienten a la mesa y pongan a un lado sus diferencias. No se asumió el representante de un país que ha sido injustamente tratado, no solo por Trump, sino por buena parte de los medios y la sociedad estadounidense. No hizo lo posible por decir que tenemos el tamaño, la fuerza económica y el peso cultural y demográfico para exigir respeto. Pienso que la frase “los mexicanos merecemos respeto” (en plural) es buena, y pudo haber sido usada como una anáfora que permitiera a la audiencia recordarla como el mensaje central. Algo así como:
“Los mexicanos merecemos respeto, porque somos un pueblo que ha estado con Estados Unidos en las buenas y en las malas. Los mexicanos merecemos respeto porque la prosperidad de Estados Unidos depende en buena medida de nosotros, de nuestro trabajo honrado, del sudor de nuestra gente que es la que con sus manos construye sus casas y pone comida en sus mesas. Los mexicanos merecemos respeto porque no hay otro país en el mundo que influya tanto en la sociedad estadounidense: en la cultura, la comida, la música, el cine, la televisión, la prensa, en todo ello México está presente a diario en la vida de su pueblo como una influencia positiva, señor Trump. Los mexicanos merecemos respeto porque nosotros respetamos al pueblo estadounidense. Los consideramos más que vecinos, nuestros amigos y aliados. Y los amigos y aliados no se insultan, no se humillan, no se ofenden. Los hemos visto sufrir y hemos sufrido con ustedes. Los hemos visto salir adelante, y nos ha dado gusto. Nos han ayudado y los hemos ayudado en las horas de necesidad… etcétera”
3.- El presidente no le envió un mensaje claro al pueblo estadounidense. Más que hablarle a Trump, el presidente tenía la oportunidad de dirigir un mensaje al pueblo de Estados Unidos. Muy pocas veces los medios de allá tienen una transmisión en vivo desde México con nuestro presidente hablando. Peña Nieto pudo aprovechar esto para enviar un mensaje claro: debemos conocernos mejor, debemos dejar atrás viejos estereotipos y prejuicios, debemos hacer un esfuerzo por construir una relación más madura, debemos superar a Trump y acercarnos más, por el bien de las dos naciones. Algo, caray.
4.- El presidente no habló de los costos que tendría que gane Trump. Más que recitar como profesor las estadísticas de comercio bilateral, que por sí solas no dicen absolutamente nada, el presidente debió ser claro en que si se lastima la relación comercial y económica con México, Estados Unidos va a enfrentar también costos elevados en términos de empleo y crecimiento. Al no hacerlo, dejó ir otra oportunidad para poner en su lugar al demagogo sin atacarlo.
5.- El presidente no nos consultó, ni nos pidió apoyo en ese momento clave para todos. Creo que aquí estuvo la principal falla. La reunión se acordó en secreto y se filtró desde Estados Unidos. No hubo un esfuerzo de comunicación del gobierno para explicar las razones de la entrevista, ni para darle un contexto favorable a México. El presidente debió salir en cadena nacional por la mañana a decir que iba a recibir a Trump como una forma de defender a México. Debió darnos un adelanto de lo que pensaba decirle y, sobre todo, debió pedir nuestro apoyo, decir que era un momento en el que teníamos que estar unidos, que él iba a ser nuestro portavoz. En fin, una comunicación que llamara a la unidad y a la fuerza colectiva ante una amenaza exterior que debemos enfrentar juntos.
De Trump, de su demagogia, de su zalamería hipócrita, de su bajeza al venirnos a decir en nuestra propia casa que habrá un muro, de todo eso seguiremos hablando en esta bitácora de aquí al día de su derrota en noviembre.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.