Un aspecto de un evento de Aúna, organización que fomenta la participación política de las mujeres.
Foto: Paulina Campos

Aúna, en busca de representaciones políticas diversas

Surgida en 2019 de un inconformismo compartido, la organización Aúna trabaja en favor de que las mujeres lleguen a puestos de liderazgo. En entrevista, tres de sus integrantes hablan sobre su labor.
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Empezó como un chat de mujeres, en su mayoría chilangas, de distintos oficios y lineamientos políticos, agrupadas bajo el nombre “Mujeres en la política” y un inconformismo compartido.

Sus fundadoras cuentan que Aúna –que hoy es, según su propia definición, una plataforma que impulsa y acompaña nuevas representaciones políticas con énfasis en la igualdad de género, el bienestar social integral y la protección del medio ambiente– surgió de esa congregación virtual en el 2019, luego de que una serie de episodios desafortunados –y una elección en particular– disparara la indignación y el enojo que habían acumulado con los años. Las preguntas que se hacían entre ellas no eran nuevas: ¿Por qué no llegaban las mujeres más aptas al poder? ¿Y por qué, en esa designación de cargos públicos, la experiencia y la trayectoria laboral parecían ser factores prescindibles?

Una de ellas se aventuró con una propuesta: “Agrupémonos y hagamos que esas mujeres que sí están preparadas puedan ocupar los puestos de liderazgo correspondientes”.

Las cifras las respaldaban. Si bien el principio de paridad había sido incorporado en la Constitución en 2014 –luego de un sistema de cuotas que obligaba a los partidos a postular en paridad a los cargos de elección popular–, al cierre de 2020 (un año antes de que se lanzara Aúna) solo un 23% de los cargos de presidencias municipales en el país y alcaldías en la Ciudad de México habían sido ocupados por mujeres. Del total de las personas que habían encabezado instituciones de las administraciones públicas municipales, solo 31% eran mujeres.

Las que formaban parte del chat inicial rápidamente propusieron ampliar la red y convocaron a mujeres de todo el país, pertenecientes a distintos rubros, disciplinas y territorios, que tuvieran alguna inquietud política y social. Con prueba y error, sentaron las bases de un proyecto que pusieron en marcha a tiempo para las elecciones federales de 2021.

Se juntaron más de 100 y cada una aportó desde donde pudo. Las que eran cineastas pusieron cámaras de video; las que venían del mundo de las comunicaciones se encargaron de hacer estrategias de visibilidad; las que tenían buena pluma redactaron manifiestos; otras diseñaron con tiempo una estrategia de corresponsabilidad de seguridad, y así hasta que lograron convocar, asesorar, brindar herramientas y acompañar en sus respectivas candidaturas a las primeras 50 nominadas, como les dicen a las mujeres que representan.

Una primera experiencia artesanal, como dicen ellas, que abrió el camino a muchas otras, porque de eso se trataba; de armar red y dejar legado. Así se motivaban las más de 100 participantes iniciales, cuya intención principal era –y sigue siendo– diversificar los espacios de toma de decisión.

En un país en el que la violencia de género –y la violencia política de género– sigue siendo altísima; en el que, de los 15 municipios que hay en el área metropolitana –área que concentra el 90% de la población y del PIB­­– solo hay una alcaldesa mujer; y en el que la mayoría de las candidaturas de mujeres se limitan a las zonas mal denominadas ‘periféricas’ –¿periféricas en relación a qué?­– donde la influencia es menor, este grupo diverso de mujeres activistas decidió que desde ahí contribuiría a equilibrar la cancha.

Porque las luchas por la igualdad se han dado así; incomodando cuando hay incomodidad, descentralizando cuando está todo concentrado en un solo lugar. Para que las decisiones no las tomen los mismos de siempre, en los lugares de siempre. Y así lo han querido dejar claro desde Aúna, que vieron en la paridad una oportunidad para hacer que mujeres con agendas con perspectiva de derechos lleguen a los puestos de liderazgo. En el último proceso electoral, por el cual salió electa la primera mujer presidenta de México, Aúna acompañó a 73 nominadas, de las cuales 52 obtuvieron una candidatura.

Así me lo contaron en esta conversación la cofundadora y coordinadora operativa, Rebeca Moreno; la codirectora de Aúna en Nueva León, Ana Fernández Hierro; y la codirectora de Aúna Oaxaca, activista y líder comunitaria, Rubí Cortés, quien fue convocada en el plan piloto de la plataforma, cuando recién partía.

Esa invitación, como recuerda Rubí hoy, llegó a hacerle frente a una duda que la inquietaba hace tiempo. ¿A quién le interesaba realmente que llegaran mujeres de territorios, mujeres indígenas, a los espacios de poder? Y sobre todo ¿quién, en México, iba a formar a esas mujeres en la política? Nadie.

Hablemos de las últimas elecciones. Es un enorme avance, incluso a nivel simbólico y en términos de representatividad, que haya una mujer presidenta.

Rebeca Moreno (RM): Lo primero es lo primero; estamos contentas de que haya una mujer presidenta por el simple hecho de lo que significa eso en la sociedad mexicana. También de que haya una Secretaría de Mujeres, que de a poco se entiende lo beneficioso que puede ser eso para toda la sociedad, considerando las intersecciones. Pero con eso no es suficiente.

Rubí Cortés (RC): Las que hemos dado esta lucha, desde las distintas veredas, jamás imaginamos que íbamos a ver una mujer en la silla presidencial. Esto se celebra, entonces, porque es fruto de nuestra resistencia. Dicho eso, lo que pienso es que el cuerpo de mujer no garantiza una consciencia de género. También es necesario pensar en quiénes van a estar a su alrededor y si efectivamente va a haber presupuesto para empujar una agenda consciente, sensible y las políticas públicas correspondientes, más allá de un mayor entendimiento al respecto.

Ahí el tema está en que la sociedad civil y las plataformas de activismo no bajemos la guardia ni descansemos en la idea de que el trabajo ya está hecho. Se ha avanzado mucho, pero bien sabemos que nuestros derechos no están garantizados y se mantienen en la medida que sigamos generando diálogo al respecto. No nos podemos sentir aseguradas y tenemos que seguir trabajando; aún falta por visibilizar a mujeres de territorios, aún tenemos índices altísimos de violencia y no cumplimos el porcentaje total de la paridad. Entonces hay que celebrar, sí, pero no conformarnos. Hay que tener esperanzas, pero seguir presionando a las instituciones.

¿Qué ejes promueve Aúna?

Ana Fernández Hierro (AFH): Lo primero es fomentar representaciones políticas diversas para alcanzar resultados en igualdad, bienestar social integral, justicia y conciencia de medioambiente. El foco está puesto en la diversidad y la pluralidad, para así impulsar políticas públicas y económicas acorde a eso. La visión que promovemos es en clave feminista, pero no se acota a temáticas tradicionales de igualdad de género, sino más bien propone un enfoque y una perspectiva por la cual se puede abordar todo, desde la economía a la justicia y a los activismos sociales. Como somos una plataforma multipartidista, no buscamos imponer una agenda específica, pero sí transversalizar ciertos temas a todas las agendas.

Eso habla de cómo se debería hacer política hoy en día, quizás. Todas estas temáticas se solucionan y potencian juntas, no disociándolas o atribuyéndoselas a una única ideología.

AFH: Y en eso, la pluralidad y la descentralización son claves, porque los perfiles demográficos del país son muy diversos por región y la capacidad de tener voz en lo local es muy importante si es que pretendemos cambiar el centro. Si la diversidad que hay no se refleja o no cuenta con un correlato en la representación, el eje central nunca se va a desplazar. Las decisiones que hoy afectan a las regiones se toman en ese centro que no está para nada conectado con ellas, es un centro que las ve como “periferia”. Por eso, pensar esto en clave feminista implica que se modifiquen las relaciones de poder, las de lo que califica como central y “periférico”, lo relevante y lo menos relevante.

Aúna existe porque la diversidad de realidades locales es enorme y eso implica que, independiente de los grados de intensidad, hay problemáticas que atraviesan todo el país. En todos los estados hay violencia de género, violencia política, desigualdad, desapariciones, aprovechamientos de candidaturas. Aun cuando hay obligatoriedad de mujeres en puestos públicos, se designa a hombres o personas privilegiadas. 

Históricamente, lo público no le ha correspondido a la mujer, no es un espacio que le pertenezca, como sí le ha pertenecido a los hombres. Aúna entonces identifica a sus candidatas, les facilita formación, programas de protección, y las acompaña antes y durante los procesos de campaña y en el cargo si salen electas.

En 1985, la consultora laboral Marilyn Loden publicó una investigación en la que sostuvo que mientras los liderazgos ejercidos por hombres respondían a un esquema piramidal, el que ejercían las mujeres solía identificarse con una estructura en forma de red, mucho más expansiva. En parte, por supuesto, por cómo fuimos socializadas. Hasta cierto punto, al liderazgo usualmente asociado a lo masculino, se le dio más valor. ¿Cómo se configura hoy la identidad de la mujer líder, sin caer en reforzar ciertos estereotipos o comportamientos que la sociedad espera de la mujer?

RM: Cuando trabajamos los tipos de liderazgo, lo hacemos desde una perspectiva colaborativa y creadora de puentes, distinto al liderazgo jerárquico tradicional. Pero en ese proceso, no lo asociamos a un género, sino a cualidades y capacidades de adaptación, de escucha, personas que en sus equipos reúnen a expertos, delegan, confían y se asesoran. El líder creador de puentes busca el consenso, las alianzas con diversos sectores para poder cumplir objetivos mayores. La lógica es la de trabajar en conjunto y convocar para avanzar. Algunas mujeres de Aúna trabajan en política desde hace años y han aprendido un liderazgo muy rígido, muy tradicional, pero cuando ven que hay otras formas que aúnan más, que son mayormente sensibles, están dispuestas a desaprender lo aprendido y poner en práctica otros modos.

RC: Desde mi experiencia como luchadora por los derechos sociales en Oaxaca, he visto cómo traemos muy enraizadas ciertas actitudes, y cómo valoramos más el liderazgo del hombre. Decimos cosas como “mis personas”, “mis mujeres”. Los discursos y los comportamientos son machistas y todas y todos aprendimos eso. Pero de pronto nos damos cuenta que hay otras formas, otros relatos, tomamos en cuenta nuestro alrededor, visibilizamos al equipo y dejamos de replicar esas conductas aprendidas, dejamos de reforzar la idea de que las mujeres no podemos trabajar juntas. Lo que menos les interesa a los políticos es apoyar y acompañarnos para que eventualmente lleguemos a “quitarles” sus puestos. Así lo ven ellos y por eso, prefieren dividirnos. Por lo mismo nosotras tenemos que cuestionar, trabajar juntas y exigir el derecho a la participación. ¿Por qué, por ejemplo, las mujeres víctimas de violencia tienen que pagar sus propias fotocopias? ¿O la gasolina para poder ir a denunciar a su agresor? ¿Por qué cuando una víctima pregunta por los avances en su caso, ya nadie encuentra la carpeta de investigación? Algo hay que hacer, y yo quiero ser la voz que lleva estas demandas al congreso local para que las mujeres tengan algo de esperanza en la justicia.

AFH: Es importante también destacar que el problema no son las cualidades en sí, esas que se esperan socialmente de la mujer. Todo lo contrario, esas son cualidades que hay que reivindicar. El problema se da cuando se las consideran biológicas e inherentes a las mujeres. Esas son características aprendidas y todas y todos tenemos la capacidad de ponerlas en práctica. Claro, hay estereotipos y no queremos estar encasilladas, pero también es hora de reivindicar todo lo que se nos atribuye socialmente. Porque todo eso es valioso en sí mismo. Claro que somos cuidadoras, claro que observamos y escuchamos, que somos empáticas y lideres horizontales. Y eso es beneficiosos para toda la comunidad.

RM: Así como también hay que saber que no todas las mujeres traen esas características y eso también es positivo, porque nos amplía el espectro y nos refuerza que somos muchas y somos diversas. Aúna tiene dos grandes vertientes; las nominadas y nuestra red cívica, compuesta por mujeres que no necesariamente quieren hacer política, pero quieren ayudar. Son parte de una membresía y son biólogas, politólogas, cineastas, trabajadoras del hogar, hay de todo. En este momento se vuelve fundamental esta red, porque es el espacio en el que podemos juntarnos a preguntar, debatir, entender y llorar. Es un lugar para volver a construir diálogo y tejido ciudadano. ~

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nació en Nueva York, vivió en Santiago de Chile y actualmente reside en Ciudad de México. Periodista especializada en temas de género y procesos socioculturales, escribe para medios y revistas de la región y desarrolla junto al diario La Tercera (Chile) un programa audiovisual de conversaciones en profundidad que indaga en los desafíos que surgen en la intersección entre género, socialización, trabajo remunerado y no remunerado. Es becaria del International Women's Media Foundation.


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