Las imĆ”genes del horror circularon de nuevo y nadie recordĆ³ su origen. Ha pasado demasiado tiempo. Hace unos meses, cuando las redes sociales y el mal periodismo volvieron a mostrar la destrucciĆ³n causada por las bombas en las calles y las postales de la muerte, sobrĆ³ la indecencia de hacerlas pasar por retratos de Gaza. Eran las ruinas de Homs y Alepo, sus huĆ©rfanos y desesperaciones.
Si todos los escombros de una guerra se parecen, no fue eso por lo que su difusiĆ³n corriĆ³ sin problemas. Corrieron porque el abismo sirio no es identificable ni para quienes denuncian las condiciones palestinas, justifican los ataques de HamĆ”s en octubre pasado o avalan la brutalidad en la operaciĆ³n del gobierno de Netanyahu.
Cuando apenas habĆan transcurrido los primeros seis aƱos de la guerra, escribĆ que Siria era el fin de la memoria. Me anticipĆ©. Ese parece mĆ”s bien ser el momento actual. En cierta medida, al menos para una parte del territorio, Siria no se lee Ćŗnicamente en lĆ³gicas suscritas a lo interno, como en cĆ³digos que mezclan a Palestina e Israel o segĆŗn las lĆ³gicas de IrĆ”n y el despliegue de sus milicias afiliadas.
La reconstrucciĆ³n posterior a los terremotos de febrero pasado, aquellos que enterraron el sur de TurquĆa y el noreste de Siria, entrĆ³ rĆ”pidamente en segundo plano. Una engaƱosa concepciĆ³n de postguerra con la guerra en activo, dependiendo de la zona, comenzĆ³ a lidiar en forma simultĆ”nea con una fragmentaciĆ³n acentuada por el desastre natural.
Siria son varios paĆses. AhĆ donde llegaron los fondos controlados por la dictadura, los sismos quedaron atrĆ”s. En otros lados, donaciones privadas y mano de obra voluntaria han permitido a cuentagotas el levantamiento tardĆo de nuevas viviendas, muchas de ellas para desplazados internos. Campamentos con poca agua, electricidad y condiciones sanitarias siguen siendo hogar de miles. La nieve de 2023 complicĆ³ los rescates, pero este invierno hubo lluvia. Un grupo de niƱos, acostumbrados a vivir en carpas, me cuentan por video que āla nieve es mĆ”s bonita que el lodoā. No habĆan nacido en marzo de 2011, cuando empezĆ³ todo. El aƱo sirio sigue comenzando este mes.
Algunos de entre los que creĆmos nunca hacerlo han regresado a uno de esos distintos paĆses, aunque haya sido por unas cuantas semanas. En Damasco, cafĆ©s y restaurantes de comida rĆ”pida, fiestas y barrios que aparentemente se ven como siempre exhiben la esquizofrenia de una sociedad inconexa. Por primera vez desde 2011 he imaginado, brevemente, la posibilidad de volver. SĆ© que mientras Assad siga en el poder es imposible. La resistencia a disociar las demĆ”s realidades impide seguir adelante con esa idea. EstĆ” el paĆs del 90% de la gente que vive por debajo de la lĆnea de pobreza, el del hambre; estĆ” el de los edificios colapsados al noreste; el de los combates constantes y sin la menor atenciĆ³n mediĆ”tica. El paĆs con dominio kurdo al noroeste, el de las conflagraciones entre ellos y sus aliados, los Ć”rabes de las Fuerzas DemocrĆ”ticas Sirias, opositoras a Damasco. El de los grupos armados y entrenados por IrĆ”n con sus Guardias Revolucionarias.
Si bien su presencia, como antes la del Grupo Wagner, establece el cĆ³digo para entrar al nuevo aƱo de la guerra, las equivalencias resultan mĆ”s complicadas. En el aƱo trece, la muerte de Prigozhin, cabeza de la organizaciĆ³n de mercenarios rusos, trajo un efĆmero alivio a muchas de sus vĆctimas en Siria. Estaban dispuestas a asumir ese asomo de justicia, incluso si el fin del oligarca culpable de torturas y masacres se vinculase con MoscĆŗ, su empleador y segundo mayor responsable de muertes despuĆ©s del gobierno en Damasco. La efectividad asesina de Wagner cumpliĆ³ el objetivo de resguardar y fortalecer a la dictadura. Su operaciĆ³n ya prescindĆa del liderazgo de Prigozhin. La invasiĆ³n rusa a Ucrania reforzĆ³ la necesidad siria de IrĆ”n, apresurĆ³ la voracidad iranĆ en el paĆs.
Nadie como Assad y TeherĆ”n han sabido aprovechar el nuevo capĆtulo de Palestina e Israel. Hasta ahora. Antes de octubre, mĆ”s de una decena de milicias relacionadas con las Guardias Revolucionarias de IrĆ”n expandĆan tranquilamente su presencia sobre regiones en disputa con las Fuerzas DemocrĆ”ticas Sirias. TambiĆ©n se encargaban de parte del trĆ”fico de captagĆ³n, la anfetamina que es fuente de ingresos para la dictadura. Assad justificaba sus actividades por la ventaja tĆ”ctica y financiera. Luego del ataque de HamĆ”s y la respuesta israelĆ, se transformaron, ademĆ”s, en su herramienta para socavar la presencia de las fuerzas de coaliciĆ³n internacional no solo en Siria, sino en toda la regiĆ³n.
La ecuaciĆ³n es simple. La retĆ³rica de Damasco siempre ha utilizado a conveniencia la condiciĆ³n palestina como un instrumento de identidad. A Bashar no le costĆ³ suscribir sus alianzas a la reacciĆ³n generalizada de los paĆses Ć”rabes contra la operaciĆ³n israelĆ. Ha utilizado cada ataque de Israel en Siria contra posiciones ligadas a las Guardias Revolucionarias para refrendar su discurso y exigir la retirada de tropas norteamericanas. Estados Unidos, por su parte, discute desde hace unos meses dicha retirada. Assad gana, una vez mĆ”s. ContinĆŗan los ataques de su artillerĆa y los bombardeos rusos contra enclaves opositores, sin que aumente el nĆŗmero de vĆctimas porque hace aƱos que las agencias internacionales abandonaron el conteo, que quedĆ³ estancado en medio millĆ³n āel elemento mĆ”s perverso de esta guerra sin finā.
Cuando, en noviembre de 2023, autoridades francesas emitieron una orden de arresto contra Bashar y Maher al Assad por crĆmenes contra la humanidad debido al uso comprobado de armas quĆmicas en 2013, surgiĆ³ una de las pocas posibilidades para resistir su triunfo. La increĆblemente frĆ”gil vĆa legal parece ser el Ćŗnico espacio al fondo del fin de la memoria para que permanezca el recuerdo de lo atroz.
La normalizaciĆ³n de relaciones entre Damasco y algunos paĆses de la zona permitiĆ³ que quien ha cometido todas las violaciones de derechos humanos sobre su poblaciĆ³n y expulsĆ³ a la mitad de ella defendiera con cinismo esos derechos humanos al referirse a Palestina.
En estos trece aƱos no se pudo hacer nada con la expansiĆ³n iranĆ gracias a la cual, ademĆ”s del respaldo ruso, se sostiene Assad. Gaza e Israel han abierto una discusiĆ³n pendiente sobre la urgencia de detener el flujo de respaldos a la red de grupos financiados y bajo el ala de TeherĆ”n: HezbolĆ”, HamĆ”s, los hutĆes, etcĆ©tera.
Si hay un gramo de cordura, comenzaremos a notar que la forma de contener a dichos grupos no es la devastaciĆ³n absoluta de territorio palestino, sino cortar la raĆz de su fortaleza: el dinero, la protecciĆ³n y las armas iranĆes. QuizĆ”s entonces el paso natural serĆ” la caĆda de la red paralela en suelo sirio. Un segundo efecto no buscado. Tal vez, asĆ, tendrĆ”n sentido las acciones de justicia internacional como la francesa. Por lo pronto, inicia el aƱo catorce de guerra civil en Siria. ~
es novelista y ensayista.