La reciente eliminación del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) es una advertencia en al menos dos sentidos. Por un lado, ejemplifica el antagonismo populista hacia el escrutinio público: mientras el INAI facultaba a la ciudadanía con herramientas para exigir rendición de cuentas, los políticos populistas, reacios a la crítica, han optado por vulnerar el acceso a la información. Esta acción constituye otro paso en el deterioro de los mecanismos de control democrático y el avance del autoritarismo. Por otro lado, el caso revela la naturaleza paradójica de un organismo que, en el contexto de un Estado débil, se convirtió en símbolo de un elitismo tecnocrático, alejado de una realidad marcada por la corrupción y disfunción sistémicas. La experiencia del INAI demuestra que ninguna institución democrática puede subsistir aislada; irónicamente, su eficacia técnica contribuyó a su eventual desmantelamiento.
El ascenso de la transparencia en México
Para comprender el significado de esta pérdida, es fundamental reconocer el papel transformador del régimen de transparencia de México, tanto en la democratización nacional como en su proyección hacia el exterior. Si bien la transición de un régimen autoritario a una democracia multipartidista se simboliza con la alternancia del año 2000, en términos de política pública tal vez el mejor ejemplo de esa transición sea la promulgación de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública y, posteriormente, de la Ley General y la creación del INAI y del Sistema Nacional de Transparencia. La información es poder, y descentralizar el poder de la información pública hacia la ciudadanía fue un enorme paso adelante para la joven democracia mexicana.
El sistema de transparencia se construyó sobre dos pilares. El primero fue el compromiso de atender la profunda desconfianza pública en el gobierno, arraigada en una historia de opacidad y manipulación informativa. Se diseñó el INAI para hacer este compromiso creíble: con autonomía constitucional y especialización técnica, y con el poder de llamar a cuentas a las entidades públicas e imponer sanciones en casos de incumplimiento. Estas características fueron fundamentales para garantizar la aplicación de la ley, y sus resoluciones desafiaron con frecuencia las más altas esferas del Estado mexicano.
El segundo pilar fue un enfoque ciudadano. El régimen de transparencia de México redujo significativamente las cargas administrativas y las barreras de acceso a la información pública al estandarizar procedimientos, crear un portal unificado y gratuito para datos públicos y solicitudes de información, y eliminar la necesidad de abogados, jueces y otros intermediarios. Esto, en principio, puso la transparencia al alcance de todos y la convirtió en una herramienta práctica.
El modelo mexicano de transparencia alcanzó reconocimiento internacional como ejemplo de innovación democrática. Su influencia se extendió por América Latina, lo que inspiró la creación de comisiones de información similares al INAI en toda la región, incluyendo las de Chile y El Salvador, y desempeñó un papel clave en la conformación de las leyes modelo (1.0 y 2.0) de acceso a la información de la Organización de los Estados Americanos. Expertos mexicanos se convirtieron en embajadores de la transparencia y ayudaron a elaborar leyes de acceso a la información en todo el mundo. El caso mexicano se convirtió en un referente porque demostraba que las democracias emergentes y en transición podían producir regímenes fuertes de transparencia que podían, a su vez, ser aprovechados para impulsar cambios positivos. De ahí que el desmantelamiento del INAI no solo plantea interrogantes sobre la resistencia de los regímenes de transparencia ante el embate populista, sino también sobre el papel de la transparencia en la consolidación democrática y su lugar en la agenda global de gobernanza.
Populismo y el ataque a la transparencia
El desmantelamiento del INAI es el último episodio de una tendencia global más amplia: líderes populistas, tanto de derechas como de izquierdas, que han buscado debilitar el acceso a la información como parte de sus esfuerzos por concentrar el poder. Este conflicto se ha presentado de manera especialmente dramática en América Latina. El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, intentó debilitar el régimen de transparencia de su país, pero no lo logró por el limitado apoyo legislativo. Por su parte, la falta de respaldo no impidió que el actual presidente de Argentina, Javier Milei, restringiera el acceso a la información mediante el decreto 780/2024. En los populismos “bolivarianos” de izquierda en Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, los regímenes de transparencia han sido descuidados, desmantelados o deformados. Incluso el régimen salvadoreño que alguna vez fue muy prometedor ha sido desmantelado sistemáticamente, dejando una ley de acceso a la información prácticamente irreconocible.
El control sobre mayorías legislativas ha sido determinante en este proceso, como lo demuestra la experiencia mexicana. El dominio sobre el congreso, que caracterizó a la hegemonía priista, permitió controlar los flujos de información. Fue hasta que se adoptaron reformas durante la presidencia de Ernesto Zedillo (1994-1999) y que el partido oficial perdió la mayoría absoluta en 1997 que una mayor circulación de información finalmente contribuyó al colapso del PRI. Desde entonces, la existencia de gobiernos divididos y una fuerte competencia multipartidista fomentaron el apoyo a la transparencia, lo que gradualmente robusteció el régimen de acceso a la información.
Sin embargo, el retorno a las supermayorías, ahora bajo el sello de Morena, ha encaminado nuevamente a México hacia el autoritarismo. Dado el papel clave del INAI en exponer múltiples fallas en las políticas y escándalos de corrupción, incluyendo aquellos que sucedieron durante la administración de Andrés Manuel López Obrador –como el multimillonario desfalco en Segalmex–, no es sorprendente que el ahora expresidente y su sucesora, Claudia Sheinbaum, hayan utilizado su poder mayoritario para aplastar al INAI.
El INAI y la política de la hipocresía
Si bien los populistas rechazan la crítica y los cuestionamientos, también aborrecen la hipocresía, al menos retóricamente: “Lamento que existan esos aparatos para simular de que iban a combatir la corrupción y lo que hacían era ocultar los actos de corrupción. Pero además cuestan, ¿saben cuándo le cuesta esa oficina al pueblo de México? Mil millones de pesos. […] Sería mejor que no existiera porque nos ahorramos los mil millones”. Como suelen hacer los populistas, López Obrador enmarcó hábilmente al INAI como parte del problema. Este fue retratado como la quintaesencia de la hipocresía neoliberal: costoso, ineficaz, dominado por las élites y corrupto. En pocas palabras, el expresidente argumentó que era un obsceno desperdicio de recursos.
Si bien está documentado que las inversiones en información –ya sea en educación o en la divulgación de los gastos e ingresos del gobierno– impulsan el desarrollo económico y social, y ahorran a las sociedades muchos recursos, los beneficios inmediatos de la transparencia son difíciles de cuantificar y más aún de comunicar eficazmente. Aunque la eliminación del INAI no producirá los ahorros prometidos por López Obrador, es innegable que el sofisticado sistema de transparencia mexicano contrasta de manera marcada con la precariedad fiscal del Estado, la debilidad del Estado de derecho y el deficiente desempeño institucional.
Tal vez esta disonancia no habría sido un problema si los avances en transparencia hubieran sido acompañados de un compromiso igualmente decidido con sanear y fortalecer el sistema de justicia penal, la seguridad pública y la prestación de servicios públicos. Impulsar estas agendas más tangibles e inmediatas podría haber contribuido a disipar, o al menos mitigar, la sensación de contradicción entre un régimen de transparencia de vanguardia y la realidad más amplia de un Estado precario y disfuncional.
Sin embargo, en el caso de México, los compromisos con la transparencia no se correspondieron siempre con esfuerzos igualmente decididos para transformar otras áreas críticas y complementarias de la gobernanza democrática. En realidad, los esfuerzos de construcción institucional fueron desequilibrados e inconstantes, lo que dejó rezagos en ámbitos clave como la aplicación efectiva de la ley, la profesionalización de la administración pública y la rendición de cuentas. El INAI se convirtió así en una “institución boutique”: un lujo sofisticado, atípico en un Estado con mal desempeño. Esta desconexión dejó al INAI cada vez más vulnerable a ataques políticos y al escepticismo público, ya que sus logros se vieron ensombrecidos por los fracasos sistémicos que contribuyó a evidenciar, aumentando así la frustración pública.
La paradoja de la transparencia
La efectividad del régimen de transparencia en México produjo una paradoja inesperada: contribuyó a la percepción de fracaso institucional. La retórica de López Obrador –“¿Saben para qué sirve ese instituto? Nada más era una fachada para encubrir las corruptelas”–, aunque tramposa, resonó en la opinión pública. La pregunta fue y es una distracción; la transparencia solo proporciona una condición para identificar la corrupción, esto es, ofrece información, pero por sí misma no garantiza la aplicación de las leyes anticorrupción o de castigos efectivos. Sin embargo, la percepción de que la corrupción había aumentado a despecho del INAI tiene sentido. La evidencia demuestra que al exponer el despilfarro, la incompetencia y la corrupción, las leyes de transparencia inicialmente incrementan la percepción de corrupción. Este efecto se amplificó en México por la coincidencia temporal entre el desarrollo del sistema de transparencia (2003-2018) y el auge de las redes sociales, lo que terminó por exponer la disfunción institucional y alimentar, inadvertidamente, la frustración y la desilusión con las mismas instituciones democráticas que se buscaba fortalecer.
Una dinámica de este tipo no se limita a México. Durante la primera década del siglo XXI, donantes internacionales y gobiernos nacionales destinaron muchos recursos al gobierno abierto, la transparencia y las reformas participativas. Sin embargo, estas iniciativas, lejos de fortalecer la confianza institucional, acentuaron la percepción de disfunción estatal, un fenómeno que se exacerbó por el auge de la sociedad digital, y que desencadenó una oleada de descontento democrático. Uno de los errores más graves fue no acompañar las reformas de transparencia y apertura con avances más significativos en el fortalecimiento del Estado de derecho. En lugar de esto, la falta de reformas efectivas y la débil aplicación de la ley alimentaron mayores niveles de ilegalidad en América Latina y otras regiones, intensificando así el malestar. El clima de frustración ha facilitado, en parte, el ascenso de liderazgos populistas.
La experiencia del INAI deja una lección fundamental: las reformas de transparencia, al igual que cualquier transformación orientada a fortalecer la gobernanza democrática, requieren complementarse con avances sustanciales en la prestación de servicios públicos y el fortalecimiento del Estado de derecho. Resulta esencial, en este contexto, establecer ejemplos claros mediante la prevención y el castigo efectivo a la corrupción y la impunidad, especialmente entre las élites económica y política. Sin esta visión integral, las reformas de transparencia pueden convertirse en símbolos vacíos que, en lugar de resolver el descontento social, lo intensifican.
De ahí que la disolución del INAI trascienda la pérdida de una institución; simboliza la fragilidad del progreso democrático frente a amenazas internas. Más allá de ser una advertencia sobre el poder destructivo del populismo, el episodio expone las fallas de agendas fragmentadas y unilaterales que priorizan la transparencia y la apertura, pero descuidan el fortalecimiento del Estado de derecho y la mejora de los bienes y servicios públicos que recibe una sociedad. Sin estas reformas más integrales, se allana el camino a liderazgos populistas que prometen soluciones rápidas, pero a menudo regresivas y autoritarias. La caída del INAI es, en última instancia, un llamado urgente para quienes defienden la democracia liberal en todo el mundo: no basta con apostar por reformas aisladas; es imprescindible construir estrategias comprensivas que atiendan las raíces del descontento social y blinden las bases de la gobernanza democrática. ~