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¿Por qué Trump ama a Putin?

Desde hace décadas, Donald Trump ha expresado admiración por líderes autócratas. Sus elogios nos dicen mucho de lo que podríamos esperar durante su presidencia.
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Donald Trump admira a los autócratas. Esa es una de las líneas más claras en su retórica y pensamiento. En una entrevista que dio a Playboy en 1990, elogió al gobierno de China por su trato a los estudiantes que protestaron en la plaza Tiananmen, una masacre en la que murieron cientos de personas. “Acabaron con esa protesta con fuerza”, dijo Trump. “Eso te muestra el poder de la fortaleza. Ahora mismo, nuestro país es percibido como un país débil”.

Incluso ahora que es candidato a la presidencia de Estados Unidos –una democracia liberal, con derechos individuales y un gobierno constitucional–, Trump no puede ocultar a qué grado le impresionan los dictadores. “Era un tipo malo, un tipo realmente malo. Pero, ¿sabes qué hacía muy bien? Mataba terroristas. Y era buenísimo para eso”, dijo Trump sobre Saddam Hussein durante un evento de su campaña en Raleigh, Carolina del Norte. “No les leía sus derechos”, continuó. “No hablaba con ellos. Si se trataba de un terrorista, ahí se acababa la cosa”.

En enero, Trump expresó respeto hacia el líder de Corea del Norte, Kim Jong-Un. “Tienen que darle crédito”, dijo, al mismo tiempo que aceptó que Jong-Un es un “loco”. “Cuando murió su padre tenía 25 o 26 años. ¿Cuántos jóvenes como él le pueden dar órdenes a generales? Es impresionante, si lo piensas. ¿Cómo le hace? Aunque sea un asunto cultural, Jong-Un llegó, se apoderó del país y ahora es el jefe. Es increíble. Acabó con su tío. Acabó con este y con este otro. Vaya, el tipo no está jugando”.

Sin embargo, de todos los autócratas del mundo, Putin es de quien Trump habla con más frecuencia y a quien más respeta como líder fuerte. Más fuerte, claro, que Barack Obama. “Lo he dicho muchas veces, Putin realmente es un líder. O sea, puedes decir que, sí, es terrible que controle a su país de esa forma”, dijo Trump esta semana en NBC, durante un foro sobre seguridad nacional. “Allá tienen un sistema distinto, un sistema que no me gusta. Pero no hay duda que, dentro de ese sistema, Putin ha sido un líder, mucho más de lo que nuestro presidente lo ha sido”. (Aquí cabe mencionar que, a partir de cualquier tamiz razonable, Putin ha sido un desastre para Rusia, un país que está hundido en conflictos internacionales, luchando contra una economía detenida, represión y corrupción).

¿Por qué a Trump le llaman tanto la atención los autócratas? Es difícil saberlo. Lo que sabemos es que es un hombre al que le obsesiona dominar y el concepto de “fuerza”; un hombre fascinado con la opulencia y la proyección de riqueza, que ve la vida como una competencia entre “perdedores” y “ganadores”. Pero esto se aproxima a la especulación y al psicoanálisis amateur. Lo que sabemos es que la admiración que Trump siente por Putin por lo menos va de la mano con los vínculos materiales que sostiene con él y un grupo variado de oligarcas rusos, desde su anterior asesor de campaña Paul Manafort –quien pujó para que se eligiera a un aliado de Putin en Ucrania – a la sólida evidencia de que los negocios de Trump han recibido una cantidad de dinero sustancial de las élites rusas.  

No es necesario romperse la cabeza para hallar conexiones entre la campaña de Trump y Putin para entender por qué a Trump le conviene elogiar al régimen ruso. Para empezar, ya existe una admiración por Putin en la derecha estadounidense, donde el presidente ruso es visto como una alternativa supuestamente masculina frente al aparentemente suave Obama. Recordemos el ataque de Sarah Palin de hace algunos años. “Hay que entender que la gente ve a Putin como un hombre que lucha contra osos y taladra en busca de petróleo. Esa misma gente ve a nuestro presidente como un tipo que usa jeans de señora y se equivoca y habla y habla”.

De esa cita a la admiración más agresiva que la campaña de Trump ha expresado por Putin hay solo un corto trecho, especialmente dado el vínculo de Trump con el nacionalismo blanco estadounidense. Él y su equipo nadan en los pantanos febriles de la derecha racista. El “CEO de su campaña”, Stephen Bannon, dirigió un sitio de internet que funcionó como un refugio para la generación más joven de supremacistas blancos. El hijo mayor de Trump, Donald Trump Jr., a menudo tuitea y retuitea a personajes de la derecha conspiratoria y nacionalista, quienes están abiertamente en contra de los inmigrantes indocumentados y a favor de prohibir la entrada de musulmanes al país.

Dentro de esos pantanos febriles, hay auténtica admiración hacia Putin como “defensor” de la “civilización occidental” contra musulmanes y el multiculturalismo. No es coincidencia que Nigel Farage, la contraparte de Trump en demagogia antiinmigrante, también elogia a Putin como un talentoso “mandamás”.

Al colocar la admiración que Trump siente por líderes autoritarios dentro de la actual corriente de pensamiento de ultra derecha y nacionalismo blanco, lo que resulta es lo que hemos visto recientemente en su campaña: elogios abiertos a un hombre que utiliza los recursos nacionales para su enriquecimiento personal, encarcela disidentes y que está vinculado al asesinato de periodistas.

El amor de Trump hacia Putin nos obliga a preguntarnos a qué se refiere el candidato republicano cuando dice que es necesario hacer de Estados Unidos un país formidable de nuevo (“make America great again”). Con Vladimir Putin, Rusia se ha derrapado hacia una autocracia de derecha, donde se han diezmado las libertades políticas más elementales. En años recientes, la atención de Putin ha girado hacia las minorías étnicas y religiosas, así como las comunidades gay, como chivos expiatorios por los cada vez peores resultados económicos y guerras fallidas.

Tomando en cuenta los ataques que Trump ha llevado a cabo contra inmigrantes y musulmanes, así como su beligerancia y su larga historia de mal manejo empresarial y agresiva búsqueda de chivos expiatorios, parece que es eso a lo que Estados Unidos podría enfrentarse durante la administración de Trump: un país “formidable”, bajo un nuevo régimen nacionalista, cleptómano y autoritario.

 

Publicado previamente en Slate.

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Corresponsal en jefe sobre política en Slate.


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