Foto: Andrés Ibarra, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Roger Waters, deja de negar las atrocidades de Hamás 

Soy el último que trata a la ligera los crímenes de Israel, incluidos los que está cometiendo ahora en Gaza. Merece la crítica más acerba y merece ser castigado. Pero dudar de lo que ocurrió el 7 de octubre es inmoral.
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Querido Roger:

Me permito escribirte una carta abierta, a raíz de tus palabras sobre la guerra, que evocaron una oleada de críticas mordaces en Israel, acusándote de antisemita. No mereces tales críticas. En una entrevista concedida al diario argentino Página 12 la semana pasada, decías que sabes lo que sientes de verdad. “No he tenido un solo pensamiento antisemita en toda mi vida”, dijo.

Yo tampoco he sentido nunca un rastro de antisemitismo en tu sangre. Eras y sigues siendo el gigantesco Roger Waters, el artista e inspirador hombre de conciencia. 

El doctor Eran Naftali, un profesor de física de la Universidad de Tel Aviv al que no conozco personalmente, me facilitó el intercambio de palabras que mantuvisteis. Escribiste unas frases ásperas sobre lo que Israel está haciendo en Gaza, donde decías que “Israel no tiene derecho a poner una multa de aparcamiento en Gaza y mucho menos a cometer un genocidio”, y yo no podría estar más de acuerdo con eso.

Y luego repetías lo que habías dicho en entrevistas anteriores, que “no conocemos todos los detalles de lo que ocurrió. En mi opinión, todos los relatos son sospechosos. El relato israelí contiene historias de bebés decapitados, a mujeres violadas y quemadas hasta quedar irreconocibles. […] ¿Sospechoso? Estas primeras historias quedaron completamente desacreditadas, pero el daño ya estaba hecho. Ahora sabemos más cosas”.

Añadías que “también hay muchas pruebas de que las IDF, que llegaron tarde a la batalla, masacraron indiscriminadamente a amigos y enemigos por igual. […] Además, hablando de cosas sospechosas, ¿por qué las IDF no les oyeron llegar? No sé qué pasó en realidad, pero tengo curiosidad. ¿Acaso es la curiosidad un crimen?”

Y luego terminaste con lo que yo también creo con todo mi corazón, a saber, que “el dolor insoportable permanecerá hasta que Israel y los EEUU y todo el resto de las naciones cómplices acepten e implementen la igualdad de derechos humanos y civiles y religiosos para todos nuestros hermanos y hermanas, independientemente de su origen étnico o religión o nacionalidad desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo y, con suerte, más allá”.

Quisiera detenerme en las persistentes dudas que planteas sobre los sucesos del 7 de octubre. Allí tuvo lugar una atrocidad, Roger, una atrocidad como nunca hemos visto en la sangrante historia de este conflicto. Esta atrocidad tiene un contexto, que es el bloqueo criminal y el fundamentalismo religioso surgido a su sombra, pero ningún contexto en el mundo puede justificar semejante barbarie.

No me baso en informes israelíes, de los que tú dudas, a veces justificadamente. Fui al kibutz Be’eri la mañana siguiente a la masacre, y al lugar de la fiesta de baile al aire libre en el parque Re’im, a la ciudad de Sderot y al kibutz Nir Oz. Lo vi todo con mis propios ojos. Vi los regueros de sangre, las casas quemadas, los cadáveres esparcidos por todas partes y el olor a muerte. Fue horrible. Ninguna persona ni ningún país se merecen algo así.

Las modestas salas de estar de Be’eri probablemente contenían muchos discos de Pink Floyd; algunas de las víctimas crecieron con The Dark Side of the Moon. En estos lugares de muerte, tú y tu música erais muy admirados. No se puede uno hacer el inocente y poner en duda la magnitud del mal que allí se cometió.

Ni siquiera importa cuántas mujeres fueron violadas y si los bebés fueron decapitados. Fue un asesinato en masa, cruel, indiscriminado, un asesinato deliberado de inocentes, de ancianos y mujeres, hombres y niños, fiesteros y kibutzniks que leían Haaretz y creían en la paz con Gaza.

Soy el último que trata a la ligera los crímenes de Israel, incluidos los que está cometiendo ahora en Gaza. Merece la crítica más acerba y merece ser castigado. Pero dudar de lo que le ha ocurrido es patentemente inmoral. Cuando termina tu asombrosa gira mundial de conciertos; cuando acabas de celebrar tu 80 cumpleaños, convertido en la brújula moral de millones de personas, no puedes dejar de reconocer abiertamente que ocurrió en el sur de Israel, sin peros.

Una atrocidad no justifica otras. Cualquiera que se escandalice por las escenas de destrucción en el hospital Shifa, como yo, no puede dejar de escandalizarse por las vistas de Be’eri y el parque en el que se celebró la fiesta.

En el verano de 2015, los dos nos sentamos descalzos en tu casa, a altas horas de la noche. Improvisaste a partir de tu maravillosa “I wish you were here”. Ojalá estuvieras aquí, querido Roger. Te llevaría y te enseñaría las horrendas vistas del sur, y luego iríamos juntos a Gaza y veríamos las horrendas vistas que hay allí. El horror en un sitio y en otro Debes reconocerlo.

Traducción del inglés de Daniel Gascón.

Publicado originalmente en Haaretz

Gideon Levy
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