Gerorge Bergman

Ted Kazcynski: el solitario contra la tecnologĂ­a

El terrorista mås buscado de Estados Unidos, matemåtico brillante e icono pop, se suicidó el pasado mes de junio. Era también autor de un manifiesto: 'La sociedad industrial y su futuro', que alertaba sobre nuestra relación con la tecnología.
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Fue un matemĂĄtico brillante. Fue un ermitaño. Fue el terrorista mĂĄs buscado de los Estados Unidos. Fue un icono pop. Fue un preso modelo. Y fue inspiraciĂłn para miles de personas que –por suerte– nunca siguieron sus pasos. El 10 de junio de 2023 se suicidĂł sin que haya trascendido el mĂ©todo. TenĂ­a, desde 2021, un cĂĄncer. HabĂ­a sido condenado a tres cadenas perpetuas por haber matado a tres personas y herido a otras veintitrĂ©s. Se mantuvo en activo hasta 1995, cuando fue delatado por su propio hermano. Su nombre para el mundo era Unabomber, pero naciĂł como Theodore Kaczynski. Esta es la historia del hombre que quiso derrocar el sistema desde una cabaña de tres por cuatro metros en un pueblo de Montana. 

En 1994 se habĂ­a estrenado Asesinos natos (guiĂłn de Quentin Tarantino, direcciĂłn de Oliver Stone). PelĂ­cula tan generacional como olvidada, contaba la historia de unos modernos Bonnie y Clyde convertidos en Ă­dolos nacionales gracias al sensacionalismo televisivo. Al año siguiente el FBI detenĂ­a a Ted Kazcynski tras veinte años poniendo en jaque la seguridad de todo un paĂ­s. HabĂ­a fabricado y enviado diez bombas entre 1975 y 1994. Teniendo en cuenta que las construyĂł en una cabaña de madera en la que viviĂł desde 1971 hasta su detenciĂłn, podemos afirmar que viviĂł completamente solo durante cincuenta y dos años de su vida, visitado primero por sus demonios (la civilizaciĂłn) y mĂĄs tarde por admiradores con los que mantuvo correspondencia hasta su entrada en el hospital penitenciario en 2021. Como asesino en serie queda –haciendo recuento de vĂ­ctimas– muy por debajo de Jeffrey Dahmer, Pedro LĂłpez, John Wayne Gacy, Ted Bundy, o incluso de los españolĂ­simos Arropiero y Francisco GarcĂ­a Escalero. Sin embargo las consecuencias de sus acciones sĂ­ trascendieron en las vidas de mucha gente, convirtiendo la paranoia y el miedo en algo cotidiano en un sector clave en Estados Unidos como es la aviaciĂłn: Kazcynski mandĂł cartas bomba a dirigentes de aerolĂ­neas y llegĂł a colocar una en el equipaje de un aviĂłn. 

La fascinaciĂłn del pĂșblico por los asesinos en serie es la versiĂłn moderna (desprovista de fantasĂ­a, envuelta en prosaĂ­smo) que tiene la sociedad tecnificada. Un resquicio al miedo fĂ­sico en un sistema que, en teorĂ­a, te sostiene desde el nacimiento hasta la muerte. 

Parte de la fascinaciĂłn que produce la figura de Unabomber se desatĂł cuando se conociĂł su pasado: alumno brillante al que adelantan tres cursos de niño. Cociente intelectual de 167 (sin que conste, que yo sepa, en quĂ© escala de las varias existentes se midiĂł su C.I.). EntrĂł becado a Harvard a los 16 años y a los 25 tenĂ­a un doctorado en matemĂĄticas y fue profesor en la Universidad de Berkeley hasta los 26. Las fotos que conociĂł el pĂșblico mostraban a un chico joven, atractivo, alto, inteligente y con un brillante futuro por delante y del otro lado, a un hombre de mediana edad descuidado, sucio, con ropa raĂ­da, extremadamente delgado, y culpable de una serie de atentados que pusieron en jaque la seguridad de todo un paĂ­s. 

El motivo de su ascenso al Olimpo de la cultura popular se debe a que mucha gente simpatizaba (y simpatiza) con los pensamientos que Kazcynski expresĂł en su conocido manifiesto titulado La sociedad industrial y su futuro. Treinta mil palabras escritas a mĂĄquina, copiadas cinco veces para ser enviadas a cinco diarios distintos, y mĂĄs tarde difundidas por internet (forma de comunicaciĂłn que es, a la postre, el triunfo absoluto de la sociedad tecnolĂłgica que Unabomber detestaba). El talĂłn de Aquiles del texto era su misantropĂ­a. En ningĂșn pĂĄrrafo de entre los 232 puntos que contiene el manifiesto  se llama a la uniĂłn entre iguales, entre afines, entre hermanos o entre vĂ­ctimas. Kaczynski era ante todo un hombre solitario, y todo credo, para arraigar en la sociedad o en un grupo humano, necesita antes que nada un componente vĂ­rico. Necesita bien buscar el contagio (como es el caso de las religiones proselitistas), bien buscar el sentimiento de pertenencia (como es el caso tanto de las religiones no proselitistas como el judaĂ­smo o el zoroastrismo, pero tambiĂ©n de las causas nacionalistas o incluso del movimiento queer). Si no hay un componente expansivo no habrĂĄ masa, y el hombre, si no es masa, se ve obligado a actuar y pensar por sĂ­ mismo, que es lo que mĂĄs inseguridad causa en el cerebro humano. Pocos corazones estĂĄn capacitados para eso. Kazcynski, antes de pasar veinticinco años en una cabaña, estuvo inmerso en una sociedad herida por la Guerra Mundial y lacerada por la Guerra FrĂ­a. Al mismo tiempo, la escalada tecnolĂłgica se aceleraba de forma exponencial (proceso que continĂșa a dĂ­a de hoy). Dicha escalada quedĂł reflejada en todo el Manifiesto, adelantando problemas que en 1994 parecĂ­an lejanos pero que en 2023 son totalmente actuales y pequeños comparados con la envergadura que pueden llegar a tener. 

En el punto 172 (dentro del apartado “El futuro”) Kaczynski expone: “Supongamos que los informĂĄticos consiguen desarrollar mĂĄquinas inteligentes que pueden hacer todas las actividades humanas mejor que los propios humanos. En tal caso es de suponer que todo el trabajo acabarĂĄ hecho por vastos y altamente organizados sistemas sin que sea necesario el esfuerzo humano. Pueden darse entonces dos casos: que a las mĂĄquinas se les permita tomar sus propias decisiones sin supervisiĂłn humana, o que se mantenga el control humano sobre las mĂĄquinas.” Es imposible no pensar en la inteligencia artificial y en los primeros pasos que la vemos dar. Pero Kazcynski ya adelantĂł problemas sobre los que algunas voces empiezan a advertir. Él desarrollĂł estas dos posibilidades. En la primera (que las mĂĄquinas no tengan supervisiĂłn humana) expone que “mientras que los problemas de la sociedad se vuelven mĂĄs y mĂĄs complejos y las mĂĄquinas se vuelven mĂĄs y mĂĄs inteligentes, la gente dejarĂĄ que las mĂĄquinas tomen decisiones por ellos simplemente porque las decisiones tomadas por las mĂĄquinas traerĂĄn mejores resultados que las hechas por el hombre [
] y la gente no podrĂĄ apagar las mĂĄquinas, porque serĂĄn tan dependentes de ellas que apagarlas serĂ­a equivalente al suicidio”. Ese punto de dependencia ya ha llegado. Imaginemos el colapso social que supondrĂ­a un solo dĂ­a sin sistemas informĂĄticos: puertas que no abren (porque no tienen opciĂłn manual), coches que no arrancan, hospitales que no funcionan, transferencias que no llegan, y por supuesto todas las oficinas del mundo paradas, como cualquier dĂ­a en el que no haya internet en una empresa, que es el momento en el que se demuestra la dependencia absoluta de la tecnologĂ­a (quien mĂĄs y quien menos ha vivido esos parones en los que los empleados simplemente miran a su alrededor como animales desorientados). Sin embargo a dĂ­a de hoy la tecnologĂ­a estĂĄ perfectamente manejada por humanos, que es el segundo escenario que Kazcynski planteĂł. Él advirtiĂł que unas Ă©lites reducidas manejarĂ­an todas las decisiones de las mĂĄquinas, y que el trabajo humano terminarĂ­a por no ser necesario, “convirtiendo a las masas en superfluas, en un peso inĂștil para el sistema”, y seguĂ­a con la idea de que esas mismas Ă©lites podrĂ­an tomar dos caminos: el primero supondrĂ­a la destrucciĂłn de esas masas, bien a travĂ©s de la propaganda para no reproducirse o bien a travĂ©s de tĂ©cnicas de control biolĂłgico, dejando el planeta solo para uso y disfrute de una pequeña Ă©lite. Esa posibilidad la han dado por cierta algunos conspiranoicos, asumiendo que la covid fue una estrategia para deshacerse de una gran parte de la humanidad. Sin embargo, la segunda opciĂłn parece mucho mĂĄs realista: “Si la Ă©lite se compone de liberales puede ser que asuman el papel de buenos pastores hacia el resto de la especie humana. ConseguirĂĄn que las necesidades fĂ­sicas de todo el mundo estĂ©n satisfechas, que los niños sean educados con unas condiciones psicolĂłgicas higiĂ©nicas y que todo el mundo tenga un hobbie para mantenerse ocupado, asĂ­ que nadie estĂ© insatisfecho o busque una ‘cura’ para su ‘problema’”. Y concluye con una afirmaciĂłn lapidaria que podrĂ­a no estar tan lejos: “(Los humanos) serĂĄn reducidos a animales domĂ©sticos.” La Renta BĂĄsica Universal, defendida en España por la izquierda, es una propuesta que tambiĂ©n tiene defensores neoliberales. La derecha y la izquierda tienen motivos muy distintos para proponerla. Mientras que desde la izquierda se presupone que eso crearĂĄ una igualdad y la posibilidad real de que todo el mundo tenga asegurada casa y comida, evitando tener que acceder a trabajos indignos o pĂ©simamente retribuidos, la derecha expone que pronto no habrĂĄ trabajo para todos, y que para mantener el bienestar social serĂĄ necesario que toda la masa de poblaciĂłn tenga unos ingresos que eviten revueltas sociales. En ambos casos las palabras de Unabomber resultarĂĄn certeras: “La gente tendrĂĄ que ser psicolĂłgica o  biolĂłgicamente entrenada para no buscar un proceso de poder y sublimarlo a travĂ©s de hobbies inocuos.” 

En verano de 2023 la inteligencia artificial ha tenido pequeños logros: escribir trabajos mĂĄs decentes que los que hacen la mayorĂ­a de los alumnos de secundaria, redactar ensayos cientĂ­ficos, crear ilustraciones de calidad, o incluso argumentos de novelas y pelĂ­culas. TambiĂ©n sirve para adelantar trabajo que en una empresa llevarĂ­a dĂ­as. La mĂĄquina, sin paños calientes, trabaja mejor que nosotros. Uno de los programas mĂĄs populares, ChatGPT, aĂșn estĂĄ programado para no herir los sentimientos de nadie y no permite insultar ni perpetuar estereotipos de gĂ©nero, raza u orientaciĂłn sexual. Un experimento mucho mĂĄs primitivo fue llevado a cabo hace años en una universidad americana pero sin el freno lingĂŒĂ­stico, y el programa se volviĂł homĂłfobo, nazi, misĂłgino, clasista y faltĂłn en apenas unas semanas. Si el dĂ­a de mañana (en noviembre por ejemplo) el dueño de ChatGPT decide que, por lo que sea, estĂĄ bien que el programa sea un poco racista, los mensajes supremacistas tendrĂĄn una presencia no vista desde los años treinta. Las mĂĄquinas, como predijo Unabomber, solo nos necesitarĂĄn para consumir. Unos años despuĂ©s de la publicaciĂłn del manifiesto, en concreto en 1999, se estrenaba una pelĂ­cula que estetizaba la conversiĂłn de los humanos en fuentes de energĂ­a para la tecnologĂ­a. Esa pelĂ­cula era, obviamente, Matrix, y la Ășnica diferencia entre Matrix y lo que proponĂ­a Kazcynski, lo que proponen los neoliberales con la Renta BĂĄsica Universal y lo que temen los filĂłsofos modernos es la estĂ©tica: no habrĂĄ gafas de sol minĂșsculas, no habrĂĄ gabardinas de cuero, y no habrĂĄ raves con gente atractiva copulando salvajemente. Como durante la covid, el apocalipsis nos encontrarĂĄ en zapatillas y ropa de estar en casa. 

Kaczynski propone un tercer escenario que parece el mĂĄs suave, pero tambiĂ©n el mĂĄs inmediato: la especializaciĂłn constante (punto 175) llevarĂĄ a que muchos humanos no tengan la capacidad para alcanzar un cometido que puedan cumplir, mientras que otros estarĂĄn sometidos a una actualizaciĂłn constante de conocimientos. “Los humanos estarĂĄn ocupados en trabajos sin importancia [
] pasarĂĄn el tiempo abrillantando zapatos, ejerciendo de taxistas, haciendo manualidades para consumo de otros, atendiendo mesas en restaurantes
 [
] dudamos [Unabomber siempre escribĂ­a en plural, aludiendo a una grupo que no era tal] de que nadie encuentre tales trabajos satisfactorios. PodrĂ­an buscar otros entretenimientos peligrosos (drogas, crimen, sectas, grupos radicales) a no ser que fueran biolĂłgica o psicolĂłgicamente entrenados para adaptarse a ese estilo de vida.” Este punto (el 176) parece aludir directamente a la hostelerĂ­a, a servicios como Uber y Cabify, y a la creaciĂłn y consumo de piezas artesanas como forma de entretenimiento. Sobre la tendencia a actividades destructivas, es evidente el repunte de grupos violentos o la entrega personal a pequeños grupos con estructura religiosa pero sin contenido sobrenatural como pueden ser los grupos de criptomonedas, la venta piramidal de productos de herbolario o cualquier otra secta de “superaciĂłn personal” que, para individuos sin dinero se traducen solamente en la adquisiciĂłn de libros de “crecimiento” en los que se enseña a dar “tu mejor versiĂłn”, siendo esta una rueda de hĂĄmster de la que nadie va a escapar jamĂĄs. Unabomber concluye este apartado con una frase tambiĂ©n lapidaria: “SerĂ­a mejor tirar a la basura todo el asqueroso sistema y asumir las consecuencias.” 

Unabomber proponĂ­a una revoluciĂłn, no una reforma, ya que toda reforma no es mĂĄs que un pacto con el sistema. Un cambio radical repentino, dice, no es duradero. Esa afirmaciĂłn la han hecho antes otros filĂłsofos e historiadores. Una revoluciĂłn tiene que ser, pues, un corte de raĂ­z con todo un sistema. Él era muy claro en que no era una lucha polĂ­tica sino una lucha contra el sistema. QuiĂ©n mĂĄs y quien menos ha conocido en su vida a un par de docenas de antisistemas que tuitean desde su iPhone, encargan comida a Glovo, sacan dinero del cajero automĂĄtico y visten camisetas con logos de grupos de mĂșsica que viven de las multinacionales. Quien mĂĄs y quien menos ha conocido en su vida a un par de docenas de farsantes, desde luego. Pero la forma de ser antisistema de Kazcynski era radical como la vida de los primeros cristianos. Hay paralelismos entre su vida y la de los santos. En la biografĂ­a que Chesterton escribiĂł sobre San Francisco de AsĂ­s se retrata el perfil de un ladrĂłn, de un mal hijo, de un loco, y finalmente de un santo. San SimeĂłn el Loco (uno de los varios San Simeones que hubo), patrĂłn de los locos y de los titiriteros, fue un provocador y un bromista extremo con un comportamiento asocial que entraba directamente en lo delictivo. Él, a travĂ©s de la humillaciĂłn, encontraba el camino a Dios. Los anacoretas, los cenobitas, los ermitaños vagaban solos por el mundo dando ejemplo, siguiendo al pie de la letra lo que Dios pedĂ­a de ellos a travĂ©s de actos masoquistas que Unabomber relacionaba con la izquierda (las primeras pĂĄginas de su manifiesto estĂĄn dedicadas a señalar esa ideologĂ­a como propia de gente con una baja autoestima prisionera de mĂ©todos de protesta masoquistas). Pero Kazcynski llevĂł el rechazo a la sociedad hasta sus Ășltimas consecuencias: viviĂł sin agua corriente ni electricidad, se alimentĂł de lo que cazĂł, leyĂł a la luz de las velas que Ă©l mismo hizo y fue libre de las imposiciones de un mundo que le rodeaba. Su revoluciĂłn, en lo personal, fue la de un mendigo. La libertad en un mundo tecnolĂłgico no es mĂĄs que la indigencia. Como Ă©l mismo señalaba, no hay tierras libres en las que construir una cabaña. No hay rĂ­os en los que se pueda pescar. No hay un resquicio para lo salvaje. El planeta estĂĄ colonizado y en la tecnologĂ­a no existe la marcha atrĂĄs. La caja de Pandora una vez se abre no se puede volver a cerrar.  

Las teorĂ­as de Unabomber se ahogaron en su propia misantropĂ­a. El desdĂ©n que sintiĂł hacia las actividades creativas es evidente, asĂ­ como hacia la propia ciencia, a la que consideraba “actividad subrogada”, porque las actividades elementales para Ă©l eran las estrictamente necesarias para sobrevivir. El hombre, para Ă©l, solo es libre cuando caza su comida y fabrica lo que necesita. Pero en ese modelo de vida cabe un solo tipo de hombre: el varĂłn sano adulto. La liberad se convierte en patetismo cuando, por ejemplo, a ese hombre libre le falla la vista, o las piernas, o cuando una mujer sola se encuentra con un grupo de hombres que pueden no tener en cuenta que ella no desea sexo en grupo. Las pequeñas sociedades (que Ă©l veĂ­a como un mal menor) eran tambiĂ©n nidos de opresiĂłn para el diferente (el sensible, el intelectual, el extravagante). Kazcynski, criado en Estados Unidos, tenĂ­a un respeto reverencial por las libertades individuales y tambiĂ©n una nada disimulada admiraciĂłn hacia la vida de los colonos (de hecho su vida recuerda a algunos clĂĄsicos de la literatura del Oeste, como Bajo cielos inmensos o Un hombre llamado Caballo). Él propuso un modelo de vida que necesitaba derrocar el del resto de humanos. Entre los muchos problemas que nos plantea el modelo que Ă©l siguiĂł estĂĄ que la mayorĂ­a de humanos no somos capaces, a dĂ­a de hoy, de hacer crecer una simple albahaca. No sabemos pescar, no sabemos cazar. No sabemos abrigarnos. No sabemos seguir las huellas de un animal. No sabemos hacer nada por nosotros mismos. Incluso los parques infantiles han cambiado la arena por un material sintĂ©tico para que los niños jamĂĄs tengan contacto con la  tierra. Se construyen casas sin alfĂ©izar en el que colocar un simple tiesto. Se construyen barriadas sin comercios, sin espacios de encuentro, sin vegetaciĂłn. El mundo sigue ya sin Kazcynski, que fue fagocitado por lo pop. Y como todo icono pop se volviĂł inocuo, inofensivo. Poco mĂĄs que un lema en una camiseta. Ted Kazcynski tenĂ­a razĂłn en prĂĄcticamente todo, pero su planteamiento, como Ă©l mismo dijo, exigĂ­a sangre, “Para dar a conocer nuestras ideas no nos ha quedado mĂĄs remedio que matar”, y ese es el Ășnico lĂ­mite que un hombre solo no puede traspasar si no es un psicĂłpata. En El extranjero Meursault comete un crimen sin mĂłvil. Rosado matĂł porque sĂ­ y su primera vĂ­ctima cayĂł por casualidad junto a una carta que mĂĄs tarde serĂ­a su sello (el asesino de la baraja). El ser humano puede matar –como decĂ­a Margarita Landi– por muchos motivos y con muchos mĂ©todos, pero de forma racional no es capaz de enfrentarse al asesinato si no es por una causa visceral o sostenida por un grupo. El Ășnico pecado que Dios no perdona es quitarse la propia vida, y el Ășnico pecado que no perdona la sociedad es quitar una vida ajena. Un libro puede cambiar el mundo con o sin derramamiento de sangre (generalmente con sangre) pero para ello es necesario que llame a la uniĂłn. Por eso el texto que nos alertĂł de lo que nos pasarĂ­a no pasĂł de ser un verso suelto en  un mar de informaciĂłn, que es precisamente lo que llevĂł a Unabomber –segĂșn Ă©l– a matar. 

La primera vez que la autora de este texto accediĂł a Internet fue para buscar el Manifiesto Unabomber. En marzo comenzĂł a escribirle una carta a su autor. En junio, antes de que la carta estuviera terminada y enviada, Ted Kazcynski se quitĂł la vida. 

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es escritora y guionista. Este mes se publica su novela Las palmeras (Algaida)


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