La foto de la canciller alemana Angela Merkel leyendo Tyrants. Shakespeare on Politics, del profesor estadounidense Stephen Greenblatt, durante sus vacaciones de verano en el Tirol, ha generado preguntas interesantes. ¿Será Trump, como se rumora, el tirano de la obra? ¿Qué tiene que hacer Trump al lado de Shakespeare?
Curiosamente, como en todo el libro no hay una sola mención de Trump, la pregunta dio un giro. ¿Si no es Trump, en quién de sus contemporáneos estaría pensando la Canciller cuando decidió leerlo? ¿En Vladimir Putin, Xi Jinping, Recep Tayyip Erdogan, Kim Jong Un o Mohammed bin Salman? En mayor o menor medida, todos califican como tiranos.
Los reporteros de Der Spiegel le preguntaron al autor si él y Merkel se conocían. Greenblatt respondió que sí y contó que en mayo, cuando la canciller recibió el honoris causa de Harvard, ella le dijo: “oí que escribiste un libro sobre Shakespeare que describe nuestra actualidad.”
En el prefacio del libro, el autor aclara que, en efecto, escribió el libro pensando en la posible victoria de Trump en la elección presidencial de 2016. Es decir, tomando a Shakespeare como hilo conductor, se dio a la tarea de imaginar cuáles podrían ser las circunstancias que posibilitarían el ascenso de Trump al poder.
El libro, dijo Greenblatt en la entrevista a Der Spiegel, gira en torno a las preguntas que Shakespeare se planteó una y otra vez en sus dramas: ¿cómo es posible que un país entero caiga en manos de un tirano? “Los dramas de Shakespeare exploran los mecanismos psíquicos que mueven a una nación entera a abandonar sus ideales y, hasta sus intereses”. Investigó cómo se forman los bandos que trabajan para destruir a los enemigos del tirano y qué maniobras utilizan para facilitar su empoderamiento.
La definición de tirano en Shakespeare es amplia: tirano es un gobernante que gobierna no para defender los intereses de su pueblo sino por motivos propios, irracionales o malvados.
Si esto es cierto habría que preguntarse, ¿Por qué la gente los arropa? La respuesta es patética: a la gente le fascinan los tiranos porque su realidad es tan miserable que necesita creer en sus mentiras. De ahí el éxito de los populistas.
La pregunta central, sin embargo, sería, ¿hasta qué punto un tirano shakesperiano, que suele ser un sicópata, mentiroso, tramposo, populista que destruye todo lo que toca, retrata a Trump? ¿Se vale comparar a Trump con el rey Lear, un hombre cuya vanidad le lleva a cometer actos imperdonables que terminarán hundiéndolo a él y a su reino; o con Coriolano, un hombre de temperamento irascible pero de enorme popularidad por su reputación de militar exitoso, y quien sin tener aptitudes incursiona en la política para destruir el sistema político imperante en Roma y termina convirtiéndose en un cónsul fracasado; o con Ricardo III, un hombre maquiavélico, traicionero, impostor, paranoico y homicida? La propuesta es atrevida y discutible.
Si decidiéramos que Trump no es un tirano como los de Shakespeare, ¿Dónde colocarlo? Dante nos ofrece alternativas para ponerlo en su lugar. Su infierno consta de nueve círculos que van del más benigno al más cruento. En el octavo están los fraudulentos, los falsos profetas, los corruptos y las figuras divisivas. ¿Cabría Trump aquí? ¡Seguro! En el cuarto están los ambiciosos y egoístas, y en el segundo, los lujuriosos. Es evidente que en ambos estaría muy a sus anchas. Donde no cabe es en el primer círculo, que es una especie de antesala al cielo habitada por Homero, Aristóteles, Sócrates, Cicerón e Hipócrates.
El problema, sin embargo, sigue siendo la falta de una respuesta a la interrogante que Shakespeare se planteó: ¿cómo fue posible que un país entero cayera en manos de Trump?
Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.