Cuando hay amor la tierra es blanda
y la lluvia te entrega, una vez más, su fruto
del origen, sus más altas raíces,
cae sobre tus recuerdos,
pacientemente, a oscuras, los transforma
en íntimas imágenes de barro,
y ahora confías siempre en que te salven
de ti, de tu tristeza,
en esta noche azul de cauces sin retorno,
de tu derrumbamiento,
recuerdos que no han sido fieles como querías,
mientras excavas hasta el fin y buscas
en ellos la promesa,
signos de una bifurcación,
un nuevo mapa oculto en cada pérdida,
como llama que ardiera todavía,
y ahora la tierra enamorada se abre,
con este amor de lluvia inmensa y sin sentido,
parece que se abre para ti:
quieres recuperar no tu pasado, solo
aquellos dos o tres recuerdos,
buscar allí donde perdiste,
entre el humo, las olas, las canciones,
la claridad solar: la que traía
consigo los caminos de arena y tu perdón,
la que te regalaba solamente
siempre la misma sed, el mismo fuego,
aire que todo lo envolvía y daba
un futuro tan limpio: agua del crecimiento,
fiebre de manantial reveladora,
allí donde ahora excavas y no encuentras
sino la sombra húmeda,
allí donde tú insistes con las manos,
con las palabras, con los ojos,
porque quieres saber de nuevo cómo era,
triste tesoro de los días: hoyo
sin fin de tu memoria,
donde solo persiste en su silencio
la fría oscuridad: la calma
de lo que ya no existe. ~