En 1940, Benjamin Lee Whorf, lingüista estadounidense discípulo de Sapir, publicó su famoso artículo “Ciencia y Lingüística”,1 en el que afirmaba algo que resultaba tan provocador como sugerente. Visiblemente impresionado por las peculiaridades de las lenguas de los nativos de Norteamérica, sostenía que la visión del mundo que tenemos los seres humanos está determinada por la lengua que hablamos, hasta el punto de que sería precisamente el sistema lingüístico el responsable de configurar el pensamiento. Desde esta perspectiva, adquirir una lengua concreta supondría hacerse con una herramienta básica e imprescindible no solo para comprender el mundo, sino en cierta manera para crearlo, para darle forma en nuestro cerebro, para tener conceptos y para poder pensar. Imaginemos por un momento, en este punto, la transcendencia que desde esta propuesta tendría el fenómeno del multilingüismo. El políglota no solo tendría ciertas ventajas de adaptación al entorno social, sino que tendría distintas llaves para enfrentarse al mundo. Algo así como tener dos (o más) personas monolingües distintas en un solo individuo.
Es innegable que la denominada Teoría del Determinismo Lingüístico que acabo de presentar (conocida como Hipótesis Sapir-Whorf) es por un lado muy intuitiva (sobre todo si tenemos consciencia de lenguas tipológicamente distintas) y por otro muy atractiva. La idea de que las lenguas humanas crean el pensamiento, además, encajó muy bien con los postulados conductistas del momento, que vieron con muy buenos ojos una propuesta que hacía depender las diferentes cosmovisiones del mundo del aprendizaje de las distintas lenguas existentes. Todo esto hace justificable el éxito que tuvo esta propuesta a mediados del siglo pasado. Menos razonable resulta, claro está, mantenerla en nuestros días. Más de 75 años nos separan de la publicación de este artículo y la ciencia ha avanzado mucho en este tiempo, tanto en el ámbito de la biología como en el de la lingüística. Hoy se sabe que la naturaleza de la mente humana no es tan plástica como este modelo parecía suponer, ni las diferencias entre las lenguas son tan profundas como se sugería.2 El ser humano tiene un sistema conceptual-intencional que entronca con el lenguaje, pero es distinto de este. Dicho de otra forma, ni las personas que no han adquirido ninguna lengua son incapaces de pensar por ello, ni utilizar dos o más sistemas lingüísticos distintos nos conduce a un problema mental. Nuestro pensamiento no depende, en última instancia, de la lengua que hablamos. Y los bilingües, lejos de ser “dos monolingües en uno” (utilizando la vieja expresión de Grosjean),3 son individuos que únicamente presentan algunas propiedades cognitivas específicas. Una vez más, la intuición de cómo son las cosas no está corroborada por los datos empíricos.
Eso no significa que hablar una lengua u otra no tenga ninguna consecuencia para el individuo desde el punto de vista cognitivo. Algunos modelos relativistas contemporáneos han demostrado que determinados procesos como la memoria o la atención están claramente condicionados por la lengua que habla el sujeto. Estudios como los realizados por Luna Filipovic han mostrado que los hablantes tendemos a prestar atención a (y por ello recordar) aspectos diferentes de las situaciones según la lengua que hablamos. Así, por ejemplo, los hablantes de inglés tienden a centrar más su atención en el modo de moverse de los demás que los hablantes de español, dado que en inglés se usan más verbos de manera de moverse que en nuestra lengua. Buena prueba de ello es que cuando tienen que describir un movimiento se detienen más en explicar cómo ha sido. Pero lo más interesante de todo es que este sesgo cognitivo atencional aparece incluso en entornos no verbales, de tal modo que la lengua que hablamos influye en nosotros incluso cuando no la utilizamos. ¿Qué ocurre entonces cuando estamos ante un sujeto multilingüe? En estos casos, el hablante tiende a encontrar una solución de consenso entre las dos lenguas. En el ejemplo que nos ocupa,4 los datos apuntan a que los bilingües de inglés-español tienden a no describir demasiado la manera de moverse (comportamiento, por lo que vemos, compatible con las dos lenguas). Así, ser multilingüe no consiste en tener varias cosmovisiones irreducibles del mundo. Por el contrario, en los distintos procesos cognitivos en los que las lenguas inciden, los cerebros que cuentan con varias lenguas adoptarán una de las posibilidades y, por lo que se ve, se inclinarán por las variantes menos costosas.
¿Qué entendemos por multilingüismo?
Hasta aquí venimos usando el término multilingüismo como si se tratara de un fenómeno simple y conocido, pero no se puede decir que sea ni lo uno ni lo otro. No es simple, porque son muchos los casos en los que un cerebro puede albergar más de una lengua. Por citar solo los tipos más conocidos, podemos distinguir entre multilingüismo simultáneo (cuando el individuo ha adquirido las distintas lenguas al mismo tiempo) o sucesivo (unas después de otras); entre el que es fruto de la adquisición (proceso natural por inmersión lingüística) y el que depende del aprendizaje formal; o entre el multilingüismo equilibrado (si las distintas lenguas se conocen y se usan por igual) y el no equilibrado. Obviamente, en todos estos aspectos, se trata de un continuo gradual en el que se sitúan los distintos casos. Y, además de esto, hay muchas otras variables que influyen: la edad de adquisición de las segundas lenguas, la motivación, el input recibido, la facilidad para aprender idiomas o la cercanía tipológica existente entre las lenguas adquiridas son solo algunos ejemplos. Además, otros aspectos, en principio externos al multilingüismo, son también esenciales para comprender el fenómeno. Estamos pensando en el estatus socioeconómico de los sujetos, su nivel cultural, el estatuto social de las lenguas, etc.
Una vez que se ha entendido lo complejo que es el multilingüismo, se puede explicar mejor por qué decimos que es un fenómeno todavía no bien comprendido. Dada la existencia de tantas variables, los estudios sobre bilingüismo son especialmente comprometidos desde el punto de vista metodológico. Si todo lo que se afirma en ciencia está sujeto a revisión, tanto más en un aspecto como este, en el que hay tantas variables extrañas influyendo. Con todo, algo podemos decir al respecto.
En primer lugar, a pesar de lo que puede parecer en ciertos entornos mayoritariamente monolingües, lo normal en los humanos es ser multilingüe. Se calcula que aproximadamente entre el 60 y el 75% de la población mundial conoce y usa dos o más lenguas. Esto implica, necesariamente, que nuestro cerebro está preparado para albergar dos o más lenguas y usarlas indistintamente de modo frecuente. Otro asunto es cómo se relacionan estas lenguas entre sí dentro de nuestro cerebro y qué implican para la ejecución de otros procesos cognitivos y para la estructura cerebral en general.
En relación a la primera de las preguntas (cómo se relacionan las lenguas en el cerebro), también tenemos algunos datos que mostrar. Gracias a estudios como los que realizan en la Universidad del País Vasco lingüistas como Itziar Laka sabemos que las lenguas no solo comparten nuestro cerebro, sino que incluso pueden compartir las estructuras y procesos cerebrales que están envueltas en el procesamiento lingüístico. En concreto, cuanto más conocemos las segundas lenguas y más tempranamente las hemos aprendido, más estructuras y procesos comparten con nuestra lengua materna. Por el contrario, aquellas lenguas que se adquieren a una edad más tardía y de las que se tiene menor competencia tienden a localizarse en áreas del cerebro más alejadas. De algún modo, el cerebro procesa de modo diferente las lenguas adquiridas en los primeros años de vida y de las que se tiene un alto nivel de competencia y las lenguas adquiridas posteriormente y con menor competencia. Los mecanismos neuronales implicados son distintos y los efectos del bilingüismo sobre las funciones lingüísticas y no lingüísticas del individuo también.
El proceso de adquisición de las lenguas
Aprender una única lengua como lengua materna o varias tiene diferencias cuantitativas y cualitativas. Por un lado, los niños que adquieren simultáneamente varias lenguas necesitan aprender el doble (como mínimo) de información (dos –o más– sistemas fonológicos, vocabularios, reglas de estructura, etc.), con el mismo input, ya que el entorno monolingüe y el bilingüe son similares en número de enunciados. Por otra parte, los niños deben aprender todo esto de forma separada en dos sistemas lingüísticos distintos.
A pesar de la complejidad que supone el entorno multilingüe, no parece que esto tenga repercusiones en el proceso de adquisición, pues los niños multilingües parecen tener la misma discriminación de fonemas y el mismo número de palabras (en total) que los monolingües. Sí tiene repercusiones, sin embargo, para los procesos implicados en el aprendizaje. En ocasiones, la adquisición de una única lengua resulta ventajosa frente al entorno multilingüe, como en el siguiente ejemplo tomado de Costa y Sebastián Galles (2015):5
Cuando se presenta una nueva palabra a un niño monolingüe, en presencia de dos objetos, uno nuevo y otro conocido, el tiempo que el niño dedica a observar el nuevo objeto es mayor que el dedicado al objeto conocido. Esto, según los investigadores, implica que en los niños monolingües opera un heurístico, según el cual una palabra nueva merece una realidad nombrable también nueva. Este heurístico proviene de la propia experiencia lingüística del niño, ya que las relaciones correferenciales o las sinonímicas son poco frecuentes. Y da lugar a una estrategia que sin duda colabora en una adquisición más efectiva del léxico de su lengua. Por el contrario, los niños bilingües expuestos a esta misma situación distribuyen los tiempos de cada estímulo de modo equilibrado, de tal forma que parece que en ellos no opera este heurístico. La razón es simple: la experiencia del multilingüe es que un solo objeto suele tener más de una palabra asociada. La estrategia que utilizan los multilingües para poder adquirir, pese a todo, el vocabulario a una velocidad similar es algo que no está claro aún.
En otras ocasiones, la comparación opera al revés y adquirir más de una lengua favorece la adquisición de vocabulario. Un claro ejemplo de ello es el denominado “efecto de la facilitación de los cognados”, por el que aquellas palabras vinculadas tanto en su significado como en su significante a otras unidades léxicas de otras lenguas tienden a aprenderse antes y son más resistentes al olvido. Así, por ejemplo, un sujeto que adquiere inglés y español al mismo tiempo verá reforzada la adquisición de palabras como actor (español) /actor (inglés), analizar (español) / analyze (inglés) o ángel (español) / angel (inglés).
Una pregunta habitual es si existe un “periodo crítico” rebasado el cual será imposible conseguir una buena competencia lingüística. Esta limitación temporal remite sin duda a la encontrada en la adquisición de primeras lenguas, en la que está bien atestiguada. Los seres humanos adquirimos sin excesivo esfuerzo nuestra lengua materna si estamos expuestos a input lingüístico antes de la pubertad. Rebasada esta, sin embargo, la habilidad de adquirir lenguas con completo éxito y de forma natural desaparece. Los denominados “niños salvajes” que, por un motivo u otro, llegaron a la pubertad sin haber adquirido una lengua materna, pudieron aprender posteriormente a hablar, pero su comportamiento lingüístico nunca fue el de un hablante materno, sino más bien el de un usuario de l2.
Además de la existencia de un periodo crítico en l1, la pregunta sobre si en una edad avanzada seremos capaces de alcanzar una competencia cercana a la del bilingüe equilibrado tiene evidentes motivaciones prácticas. ¿Será provechoso todo el esfuerzo que estamos invirtiendo en el estudio de nuestra l2 o llegados a una edad no hay ya nada que hacer? Para resolver esta incógnita, es necesario que diferenciemos entre los distintos componentes del lenguaje, pues se comportan de modo distinto a este respecto.
En primer lugar, el componente léxico-semántico no parece tener en absoluto una edad límite. Por el contrario, los bilingües de tipo sucesivo que comenzaron a aprender su l2 en una edad tardía se comportarán en este nivel de un modo idéntico a los hablantes nativos si llegan a conseguir una competencia alta en la lengua. Con respecto a los componentes más computacionales (como la fonología o la morfosintaxis), sin embargo, sí se han encontrado claros efectos derivados de la edad de inicio de la adquisición. Si los hablantes bilingües tempranos pueden presentar una fonología y una morfosintaxis idéntica a los hablantes nativos, no podemos afirmar lo mismo de los bilingües tardíos. Distintas pruebas en laboratorio han encontrado diferencias entre los bilingües tardíos y los hablantes nativos en estos niveles lingüísticos, incluso en aquellos casos en los que la competencia del sujeto era muy alta.
No está claro entre los expertos por qué se produce esta limitación en la adquisición tardía de la fonología y la morfosintaxis. Algunos autores consideran que la respuesta es similar a la del periodo crítico de la primera lengua: en la pubertad se produce una especie de “poda neuronal” de tal modo que todas aquellas redes neuronales que no han sido utilizadas (no forman parte de un circuito sináptico) se pierden. En este ámbito, se propone que en la pubertad se habrían perdido los mecanismos específicos de adquisición de los niveles lingüísticos más computacionales. Desde el ámbito lingüístico, una explicación más sencilla remite a que en épocas tardías la lengua materna interfiere más. Otros autores lo relacionan con aspectos no específicamente lingüísticos, como la memoria de trabajo (que en las edades más tempranas todavía no se ha visto enriquecida), o la memoria procedimental, que es menos operativa en edades tardías.
En cualquier caso, queda fuera de toda duda que un hablante de tipo sucesivo tardío puede llegar a tener una competencia alta, a pesar de que su fonología y su morfosintaxis no sean idénticas a las de un hablante nativo. Sea cual sea su edad, puede seguir mejorando su l2.
Consecuencias cognitivas del multilingüismo
Se ha comprobado en numerosos estudios que los hablantes bilingües responden peor que los monolingües en distintas pruebas sobre su lengua materna (menor número de palabras en pruebas de fluidez, por ejemplo) y que en el uso de su l1 se ve influencia de la l2. Este “coste del bilingüismo” puede ser consecuencia de que los hablantes multilingües activan simultáneamente las dos lenguas, con independencia de cuál estén hablando, lo que les obliga constantemente a elegir e inhibir la lengua que no corresponde al contexto. Así, por ejemplo, se ha comprobado en laboratorio que los hablantes multilingües activan simultáneamente todos sus lexicones con independencia de la lengua en la que estén hablando, incluso en entornos marcadamente monolingües.
Pondremos algunos ejemplos que muestren esto. En las denominadas “pruebas de reconocimiento” el sujeto debe leer una palabra en la pantalla y reconocerla. En esta tarea, en entornos monolingües, se ha comprobado un efecto de interferencia de las unidades léxicas vecinas (como mano y mago, que solo difieren en una letra), de modo que las palabras que tienen más interferencias de este tipo ralentizan la prueba. Pues bien, en los sujetos multilingües que realizan la prueba de forma monolingüe (solo deben usar una lengua para completar la tarea) se ha comprobado que las interferencias que se producen no se limitan a la lengua que se está utilizando, sino que intervienen todas las piezas léxicas de todas las lenguas que acumula en su cerebro. Este efecto de interferencia apunta, como vemos, a que en esta prueba de reconocimiento de palabras no solo está activado el lexicón de la lengua que se está utilizando, sino que se activan todos los lexicones al mismo tiempo. Un ejemplo similar suponen las pruebas de lectura, en las que se mide el tiempo que le cuesta a un individuo leer una determinada secuencia. En los sujetos monolingües, el tiempo de lectura de una determinada secuencia se ve ralentizado por la presencia de homógrafos (palabras que se escriben igual, pero significan cosas distintas, como cola –“pegamento” o “rabo de animal”–). En el caso de los hablantes bilingües los homógrafos que ralentizan pueden ser de lenguas distintas. No se podría explicar este efecto si no aceptáramos que todos los lexicones están activos al mismo tiempo. De un modo similar, el ya mencionado “efecto de facilitación de los cognados”, que vimos que beneficiaba a la adquisición, también produce ventajas en la producción y comprensión de las palabras en este tipo de pruebas. Así, si se pide a un sujeto que procese o reconozca una palabra que está relacionada, tanto en su significado como en su forma, a otras palabras de otras lenguas que él conoce, se beneficiará de esta circunstancia y su ejecución será mejor. La razón puede estar en que al procesar los cognados se activan, reforzándolo, todas las palabras relacionadas de otras lenguas. Una nueva prueba de que todos los lexicones se activan a la vez.
Esta activación de todos los lexicones a un mismo tiempo en este tipo de pruebas se da tanto cuando la prueba se realiza en la l2 (y se activa a la vez la lengua materna) como cuando la prueba se realiza en la l1 (y se activan las lenguas segundas). Esto implica que los hablantes multilingües deben inhibir siempre (con independencia de la lengua que estén hablando) todas aquellas piezas léxicas que, habiéndose activado, no son relevantes en ese contexto por pertenecer a otro sistema lingüístico. Los autores discuten si, fuera de laboratorio, en el uso habitual de las lenguas, este proceso de atención e inhibición se produce en bloque (es decir, el hablante inhibe todo lo correspondiente a la lengua que no está usando) o palabra por palabra (produciéndose interferencias entre ellas). Con independencia de cuál sea el mecanismo específico, esta necesidad de atención e inhibición explicaría los efectos encontrados en el procesamiento de la lengua materna.
Esta necesidad de atención e inhibición también está presente en los contextos en los que un hablante multilingüe va cambiando de lengua alternativamente. En efecto, en los contextos multilingües es habitual observar cómo los sujetos van cambiando de lengua vehicular dependiendo del interlocutor o de la situación comunicativa. En algunas ocasiones, de hecho, se pueden producir conversaciones multilingües en las que los interlocutores varían de lengua según el interlocutor e incluso realizan traducciones al mismo tiempo. Para realizar este tipo de intercambios lingüísticos es fundamental un buen control atencional y de inhibición que consiga utilizar, en cada caso, la lengua deseada y silenciar el resto. No obstante, no todas las lenguas requieren el mismo esfuerzo. Para dar cuenta de este fenómeno tenemos que mencionar que, en este ámbito de cambio de código, se produce lo que podríamos traducir como “coste asimétrico en el cambio de lengua”, por el que pasar de la lengua materna a una l2 es menos costoso que hacerlo de la l2 a la materna. Esto ocurre, por lo visto, porque el efecto de inhibición de la lengua materna es mucho más fuerte que el de la l2 (debe serlo, si pretende ser eficaz) y, por lo tanto, produce más resistencia al cambio.
Más allá de las consecuencias del multilingüismo sobre el procesamiento de la l1, un asunto que interesa mucho a los científicos y al público en general es si ser multilingüe afecta a otros procesos cognitivos no lingüísticos. En muchos estudios bien conocidos se ha observado que los hablantes bilingües ejecutan mejor las tareas que reclaman atención y procesos inhibitorios que los monolingües.
Para explicar estos beneficios (no lingüísticos) del multilingüismo, los científicos señalan que el uso continuado de dos o más lenguas supone un ejercicio constante de los procesos de control de la atención y de resolución de conflictos, dos componentes de la red de control ejecutivo (localizada en el córtex dorsolateral prefrontal). El ser humano está constantemente utilizando el lenguaje, tanto en sus relaciones sociales (comunicativas), como en el curso habitual de la toma de decisiones. Las personas multilingües están eligiendo, en cada una de estas situaciones, qué lengua usan y cuál inhiben. Este ejercicio constante tiene consecuencias estructurales tanto en el córtex como en las áreas subcorticales y una mayor densidad de materia gris. En concreto, se ha podido comprobar en el laboratorio que los multilingües han lateralizado las funciones ejecutivas no lingüísticas, de tal modo que usan el área de Broca izquierda (especialmente comprometida con la producción del lenguaje). Dicho de otro modo, la adquisición y el uso continuado de dos o más lenguas conlleva que la zona del cerebro especializada para el lenguaje se utilice también para cumplir otras funciones ejecutivas no lingüísticas y esta especialización parece correlacionar con un mejor funcionamiento. Esto explicaría el hecho, sorprendente hasta el momento, de que la ventaja cognitiva de los multilingües se observe incluso en niños de ocho meses de edad. Evidentemente a esa edad tan temprana el niño no habla todavía, por lo que las ventajas atencionales que parece tener no se pueden achacar a los procesos atencionales y de inhibición de la producción del lenguaje. Con estos nuevos datos, dos son las vías por las que un hablante multilingüe presenta beneficios en la ejecución de tareas no lingüísticas: por un lado, el constante uso del lenguaje (con los procesos de atención-inhibición asociados) facilita dichas tareas; por otro, la adquisición de dos o más lenguas provoca una especialización del área de Broca del hemisferio izquierdo para estas funciones, lo que de algún modo también parece favorecer su ejecución.
Otro de los beneficios con los que se relaciona el uso del área de Broca del hemisferio izquierdo por parte de los bilingües equilibrados tiene que ver con el cambio de código. Tal y como veíamos antes, el cambio de una lengua a otra supone un coste atencional que, en general, resulta mayor cuando pasamos de la l2 a la lengua materna que viceversa. Esto, que denominábamos “coste asimétrico en el cambio de lengua”, no ocurre con los bilingües equilibrados. En principio, podría considerarse una consecuencia lógica de que las dos lenguas son, de algún modo, “lenguas maternas”. No obstante, lo interesante de este efecto es que se mantiene incluso cuando el bilingüe equilibrado está hablando una tercera lengua, aprendida más tarde y en la que tiene una menor competencia. En estos casos, tampoco se encuentra una asimetría en el coste de procesamiento de pasar de la l3 a cualquiera de sus lenguas maternas o viceversa. La explicación que dan los científicos es que este cambio de código se produce en los bilingües equilibrados en el área de Broca del hemisferio izquierdo y que esta especialización cerebral, diferente a la de los bilingües de tipo sucesivo, facilita el proceso de atención-inhibición necesario.
Los beneficios del multilingüismo temprano no se quedarían ahí. Un nuevo ejemplo es el encontrado por Kovács, en el ámbito de la Teoría de la Mente.6 Veamos en qué consiste este efecto.
Tener una Teoría de la Mente consiste, a grandes rasgos, en poder imaginar los estados mentales de los demás. Esto, obviamente, es algo extraordinariamente útil para la vida cotidiana y los adultos lo usamos de modo probablemente automático. En cada una de las situaciones diarias debemos imaginar lo que los demás saben, piensan, imaginan o desean. No obstante, esta capacidad de ser conscientes de que los demás tienen estados mentales distintos al propio es algo que se adquiere con la edad. Concretamente, una primera formulación de esta Teoría de la Mente parece adquirirse a la edad de cuatro años. Lo sabemos porque los sujetos de cuatro (pero no los de tres) suelen realizar bien determinadas tareas de laboratorio. Quizá la más conocida es aquella en la que se presenta a los sujetos una escena en la que un niño coloca una muñeca en un determinado lugar y se va. Momentos después llega su madre y cambia de lugar la muñeca. La pregunta que se les hace a los sujetos para saber si tienen ya una Teoría de la Mente es: Cuando vuelva el niño, ¿dónde buscará la muñeca? Los sujetos de cuatro años, por lo general, se dan cuenta de que el niño la buscará allá donde la dejó, a pesar de que la muñeca ya no está ahí. De este modo, están demostrando que distinguen entre la pregunta ¿Dónde está la muñeca? y la de ¿Dónde cree el niño que está la muñeca? Los niños de tres años, por lo general, fallan en esta prueba y no son capaces de distinguir entre esas dos preguntas. Dicho de otra forma, aun no conciben estados de mente en los demás distintos a los propios.
Lo que encontró Kovács es que los niños bilingües de tres años ya hacían bien una prueba de este tipo. De este modo, controlado el resto de variables, todo indica que el conocimiento y uso de dos o más lenguas a una edad muy temprana adelanta el momento en el que se cuenta con una Teoría de la Mente. Otro asunto es intentar explicar este fenómeno. Para ello, la autora considera dos posibilidades principales. Por un lado, es posible que los niños bilingües sean conscientes de manera prematura de que los demás tienen estados mentales distintos a los propios, por la experiencia habitual de que existen individuos monolingües que no pueden hablar en una de las lenguas en las que ellos son competentes. Esta consciencia prematura podría explicar por sí misma que los niños bilingües posean con antelación una Teoría de la Mente. Por otro lado, la autora también apunta a la posibilidad de que la capacidad de representar estados mentales ajenos esté presente ya en los niños de tres años y que el problema radique en el tipo de tarea utilizado. Según esto, tareas como la descrita están sujetas a un control atencional-inhibitorio por el cual el sujeto necesita inhibir dónde está realmente la muñeca para poder pensar en el estado mental del niño. De este modo, estaríamos de nuevo ante un caso de aplicación de las mejoras en el sistema atencional-inhibitorio regulado por el área de Broca del hemisferio izquierdo. Con independencia de cuál sea el motivo por el que realmente los niños bilingües realizan mejor esta tarea, tenemos que concluir que realizarla bien supone un beneficio para su socialización. Estamos, por tanto, ante un nuevo ejemplo de efecto benéfico del bilingüismo temprano.
Ventajas en los procesos de deterioro neuronal
Uno de los primeros indicios de que el bilingüismo retrasa el declive neuronal se encontró en el laboratorio en una de las tareas diseñadas para medir el control atencional de los sujetos denominada Tarea de Simon. En ella, sujetos monolingües y bilingües debían agrupar diversos objetos atendiendo a determinadas propiedades (color y forma) pero obviando su localización en la pantalla. Al analizar los resultados se pudo comprobar que, además del ya conocido efecto positivo del multilingüismo (los monolingües tenían más dificultades para realizar la tarea), dicho efecto era especialmente significativo en los sujetos mayores de sesenta años.
Otro efecto positivo del multilingüismo en edades avanzadas tiene que ver con las enfermedades degenerativas como el Alzheimer. Son muchos los estudios que han encontrado que el uso continuado de dos o más lenguas retrasa la edad de aparición de los síntomas en, al menos, cinco años. Este incremento es significativamente mayor si el bilingüismo es temprano y el hablante es altamente competente en ambas lenguas.
Para entender bien este nuevo efecto del bilingüismo debemos conocer un poco mejor la enfermedad de Alzheimer y sus síntomas. Con este objetivo, David Snowdon, de la Universidad de Minnesota,7 realizó un estudio longitudinal en un convento de monjas de clausura. El objetivo era recoger los síntomas conductuales de un conjunto de monjas, algunas de las cuales desarrollarían posteriormente Alzheimer. Sorprendentemente, una de las conclusiones del estudio fue que aquellas personas que tenían una vida intelectual más activa presentaban un cierto tipo de protección a los síntomas de la enfermedad. Estas monjas, a pesar de que en ocasiones pudieran tener un grado mayor de afectación por la enfermedad (tal y como la autopsia mostró después), tenían un comportamiento más normalizado. Esto es, una vida cognitiva activa no evitaba sufrir la enfermedad, pero provocaba una disminución y ralentización en la sintomatología que es, a fin de cuentas, lo que interesa al enfermo.
Para tratar de entender el modo en el que una vida racionalmente activa ayuda a encarar mejor la enfermedad se considera que el uso continuado de las facultades mentales superiores (con actividades como la lectura o el cálculo, por ejemplo) supone una reserva cognitiva adicional, que podría prevenir los síntomas de las enfermedades neurodegenerativas. Cómo funciona dicha reserva es algo que todavía debe ser explicado adecuadamente.
En este marco, los efectos preventivos del multilingüismo pueden interpretarse a través también de dicha reserva cognitiva. De hecho, tal y como antes dijimos, el uso continuado de dos o más lenguas puede suponer un incremento en la densidad de la sustancia gris, especialmente del hemisferio izquierdo y del área de Broca, lo que podría dar sustento a esta hipótesis. Ser bilingüe supone ser más activo cognitivamente, lo que implica una mayor reserva cognitiva y, por consiguiente, un retraso en los síntomas de la demencia.
La verdad científica avanza a su ritmo
Hasta aquí hemos resumido los principales efectos del multilingüismo detectados en el laboratorio. El conocido “coste del bilingüismo” que afecta sobre todo a la rapidez y densidad de vocabulario de la primera lengua parece verse compensado por los múltiples efectos beneficiosos sobre la capacidad atencional y la resistencia a enfermedades neurodegenerativas. Esto supone un importante cambio sobre la visión de este fenómeno, especialmente en un país como Estados Unidos, en el que la población bilingüe es fundamentalmente inmigrante y con poca consideración social.
Pero ¿todos los estudios han encontrado esta conocida ventaja del bilingüismo? Sí y no. En los estudios en los que se utilizan técnicas de neuroimagen, parece ser que no hay contradicciones en los resultados y los estudios avalan que los bilingües tempranos y de alta competencia usan el área de Broca del hemisferio izquierdo tanto para el procesamiento lingüístico como para otras tareas en las que interviene el control ejecutivo. Igualmente existe un consenso ante la afirmación de que el bilingüismo supone una mayor densidad neuronal en determinadas zonas. Distinto es el caso de los estudios en los que se utilizan tareas conductuales. Frente a los estudios presentados hasta el momento donde se ha observado una clara ventaja atencional y de inhibición para los bilingües, otros no revelan dicha ventaja8 (o, incluso, han encontrado una ventaja en la población monolingüe). Del mismo modo, frente a los estudios que encuentran un retraso de unos cinco años en la aparición de los síntomas del Alzheimer en la población bilingüe, otros estudios no lo sostienen. Esta discordancia de resultados ha llevado a algunos a llegar a la falsa conclusión de que todos los estudios clásicos tenían problemas metodológicos y que, en realidad, la ventaja nunca existió. Esta conclusión, de la que se han hecho eco algunos medios, se basa, sin embargo, en una mala interpretación del trabajo científico aplicado al comportamiento de los seres humanos.
Comenzábamos estas líneas afirmando que el multilingüismo es un fenómeno muy complejo en el que intervienen muchas variables, por lo que no podíamos esperar una respuesta sencilla a la pregunta de si ofrece ventajas cognitivas. Probablemente las presenta, puesto que son muchos los estudios independientes que las han encontrado y puesto que, además, se puede constatar una reorganización estructural del cerebro. Ahora bien, dicha ventaja tiene que estar necesariamente modulada por determinadas variables, como la edad de adquisición, la edad de los sujetos que realizan las tareas, el tipo de lenguas que usan, etc. Esperar una respuesta de sí o no a un problema tan complejo como este es no entender la naturaleza del conocimiento científico y la complejidad del problema planteado. Lo que nos queda a los investigadores es hacer lo que siempre hacemos: recoger todas las evidencias posibles, tanto a favor como en contra, y encontrar las variables que resultan claves en la ejecución de las tareas. ~
1 B. L. Whorf, “Science and Linguistics”, Technology Review, 42, 1940, pp. 229-231.
2 J. L. Mendívil Giró, “The myth of language diversity”, en C. Boeckx, M. C. Horno y J. L. Mendívil (eds.), Language, from a biological point of view: current issues in biolinguistics, Newcastle, Cambridge Scholars, 2012.
3 F. Grosjean, “Neurolinguist, beware! The bilingual is not two monolinguals in one person”, Brain and Language, 36 (1), 1989, pp. 3-15.
4 L. Filipovic, “Speaking and remembering in one or two languages: bilingual vs. monolingual lexicalization and memory for motion events”, International Journal of Bilingualism, 15(4), 2011, pp. 466-485.
5 Costa, A., Sebastián-Gallés, N., “How does the bilingual experience sculpt the brain?”, Nature Reviews Neuroscience, 15(5), 2014, pp. 336-345.
6 A. M. Kovács, “Early bilingualism enhances mechanisms of false-belief reasoning”, Developmental Science 12 (1), 2009, pp. 48-54.
7 David Snowdon, 678 monjas y un científico, Barcelona, Planeta, 2002.
8 J. A. Duñabeitia y M. Carreiras (2015). “The bilingual advantage: Acta est fabula”, Cortex, 73, pp. 371-372.
Mamen Horno (Madrid, 1973) es profesora de lingüística en la Universidad de Zaragoza y miembro del grupo de investigación de referencia de la DGA
Psylex. En 2024 ha publicado el ensayo "Un cerebro lleno de palabras. Descubre cómo influye tu diccionario mental en lo que piensas y sientes" (Plataforma Editorial).