Los días 12 y 13 de marzo tendrá lugar la decimotercera edición del Congreso Internacional de Arquitectura y Diseño Arquine. El tema de esta edición estará enfocado en reflexionar sobre los “desplazamientos”, como la dinámica que fundamenta la acción y los escenarios de la actualidad, abordando temas como el cruce constante e intercambio de información transgrediendo los límites propios del oficio y de la localización, los cambios de posición, los flujos migratorios y la dislocación de las tradiciones. En esta entrevista, Miquel Adrià, director de Arquine, nos habla sobre el tema del Congreso y el lenguaje actual de la arquitectura mexicana.
¿De dónde surgió la idea de los desplazamientos como tema del 13º Congreso Arquine?
Miquel Adrià (MA): Los temas siempre han surgido de un ejercicio colectivo que analiza las posibilidades y las exclusiones. De pronto nos dimos cuenta de algo bastante obvio, aquellos casos destacados dentro del panorama arquitectónico de personas que deciden desplazarse, que deciden vivir en condiciones distintas a las que estaban estigmatizadas por nacimiento, de pertenecer a un lugar o a una comunidad. Esto no es algo nuevo, ha pasado toda la vida, desde aquellos que trazaron las ciudades coloniales hasta el mismo Bernini cuando Luis XVI lo invita a vivir en Francia para diseñar una serie de palacios con la venia del papa. Sin embargo, nos parecía que actualmente existe un componente más exacerbado como resultado o consecuencia de la globalización, entonces empezamos a detectar cómo, por distintas razones, algunos trabajan en un lugar que no es su lugar de origen. Casos como el de Zaha Hadid, iraquí y Patrick Schumacher, alemán, que tienen su oficina en Londres y realizan prácticamente todo su trabajo en Medio Oriente o en China. Arquitectos como Alejandro Zaera-Polo, español, que, junto con Farshid Moussavi, iraquí también, fundaron la Foreign Office Architecture, cuya obra más destacada es la Terminal Marítima de Yokohama. Otro caso es el de Benedetta Tagliabue, italiana fincada en Barcelona, que no solo diseñó el Pabellón de España en Shanghai, sino que tiene varias obras en proceso de construcción en China en este momento, lo cual provocó que ella tenga una oficina en Shanghai. Steven Holl, quizá uno de los pocos arquitectos interesantes del panorama norteamericano, tiene oficina en Beijing. Así, te puedes dar cuenta de una serie de personajes cuya apuesta, y en cierto modo también su éxito profesional, depende de esa condición de extranjería que Alejandro Zaera-Polo explica muy bien: ser extranjero como una condición permanente no es lo mismo que ser turista, no es lo mismo que estar de paso, sino que es una condición asumida, a veces no deseada, a veces es una circunstancia temporal antes de obtener ciertas condiciones de igualdad en algunos países y que para algunos es asumida como condición final.
Ahí había un fenómeno que queríamos destacar. Por otro lado, nos incomodaba que el congreso fuera solo una lectura de arquitectura objetual, arquitectura icónica, esa arquitectura protagónica de la cual ya hace tiempo que somos muy críticos por el poco sentido que hace en las condiciones globales en las que vivimos y que tiene que ver más con el final de fiesta que se dio hace algunos años. Nos parecía que era interesante incorporar y confrontar en este escenario a otras personas que más que desplazarse ellos mismos, se ocupan de aquellos que se tienen que desplazar obligatoriamente, ya sea por cuestiones naturales o cuestiones políticas, y que tratan de resolver cuestiones primarias desde su oficio de arquitectos. Ese oficio que nos ha permitido hacer el trazo de una ciudad colonial o que nos ha permitido diseñar un campamento en condiciones adversas o hasta trazar paradojas, como le pasó a Antonio Sant’Elia, que trazó el cementerio de Monfalcone, la única obra que llegó a construir, y un tiro loco en el frente de batalla de la Primera Guerra Mundial dio con él e hizo que estrenara su proyecto.
Desde esa perspectiva nos parecía interesante incorporar a gente como Cameron Sinclair, que lidera el movimiento de Architecture for Humanity o a Joan MacDonald que se dedica a trabajar principalmente en asentamientos provisionales, en asentamientos de emergencia en Latinoamse dio hace algunos años.nvita e como Cameron Sinclair, que lidera el movimiento de Architecture for Humanity o a Joan MacDonald o a Joan MacDonald que se dedica a trabajar principalmente en asentamientos provisionales, en asentamientos de emergencia en Latinoamérica y en África. Todo esto no necesariamente para confrontarlos dialécticamente, pero sí para provocar el acercamiento de actitudes tan dispares detrás de un mismo título. Me parece que esto puede desencadenar ciertas inquietudes o discusiones implícitas.
Sin embargo, estas dos vertientes son un poco contradictorias, ¿cómo crees que pueda darse una discusión?
MA: En el fondo, cuando armas un elenco de este tipo, tienes que imaginar las piezas y amalgamarlas, como cuando cocinas una serie de distintos platillos que tienes que combinar y donde de pronto se cruzan temas logísticos que se anteponen al orden adecuado de los ingredientes. Lo ideal es tratar de ver cómo alguien se ocupa de los deportados a campos de palestinos y que después Zaha Hadid te enseñe el lujo de las formas caprichosas en algún lugar vecino, Arabia Saudita, Dubai o el MAXXI de Roma. Creo que sí se establece una confrontación implícita.
¿Crees que el desplazamiento de los arquitectos a lugares ajenos a su cultura puede enriquecer la visión de los arquitectos locales?
MA: Y también un mismo arquitecto puede tener miradas distintas, no es lo mismo Steven Holl en China que Steven Holl en Estados Unidos. Benedetta Tagliabue, por ejemplo, puede hacer comentarios desde la perspectiva de alguien que se encuentra inmersa en una cultura alejada de la suya pero de alguna manera cercana. Benedetta, siendo italiana, habla perfectamente catalán y español, y siempre intenta tener las referencias próximas, no compara sino que intenta comprender, analizar. Ella dice, "son muy interesantes los chinos, por ejemplo, cuando ganamos el proyecto nos dijeron: felicidades, ganaron el proyecto, pues mucha suerte porque ahora tienen que ganar el contrato”. Ella lo tomaba como un reto puesto que viene de una cultura donde todo está blindado. Alguien que está sobreprotegido en sus casillas no toleraría algo así. Lo cual te hace reflexionar mucho sobre otros aspectos, tanto para aquellos que proyectan metiéndose en los esquemas de otro lugar como los que se plantean unas necesidades de emergencia de otro lugar.
Podemos hablar de las migraciones clásicas, históricas, la migración de los judíos a Estados Unidos, por ejemplo, o las tres grandes migraciones que ha habido en México, que en general han sido muy positivas: la judía, la de los españoles republicanos, la de los argentinos en los años setenta, que son muy puntuales, hasta temporalmente muy identificables; pero en este caso es bastante más azaroso, es decir, no había un motivo para que los iraquíes emigraran. Es excepcional que Zaha Hadid haya emigrado, pero Farshid Moussavi también, entonces de alguna manera empiezan a existir una serie de coincidencias. Son las puntas de lanza de una condición de movimiento, de desplazamiento permanente.
El concurso de este año aborda el tema de los desplazados centroamericanos que cruzan México rumbo a Estados Unidos. Es un tema completamente relacionado con el Congreso, cosa que no había pasado en otros años.
MA: Pensamos que era importante que el congreso y el concurso se acercaran. El concurso, de alguna manera, es lo más global que hacemos, participa gente de muchos países. En general, hemos intentado crear las condiciones para un concurso de ideas que no solo sea abierto y libre, sino que de algún modo participe en la construcción de una cultura de concursos que en un territorio como el mexicano casi no existe, además ni exigimos que los concursantes sean arquitectos, a priori todos somos iguales, ¿qué significa ser arquitecto en México? Es absurdo exigirle a la gente que sea arquitecto o que esté colegiado. En este sentido, el concurso es de lo más radical dentro de la modestia de nuestros alcances. Se trata de confrontar ideas para después compartirlas dentro de la comunidad, posteriormente se publican los proyectos ganadores, hay una exposición itinerante por toda la república, y se le enseñan los proyectos a eso que aquí le llaman autoridades.
En cualquier caso, este año el tema del congreso y el concurso es muy cercano. Es un tema sensible porque se sabe lo mal que les va a los migrantes centroamericanos. Existe la idea de que los mexicanos van a Estados Unidos y los tratan mal, pero resulta que al menos hay 20 millones de mexicanos allá que mandan sus remesas, este es el segundo ingreso del país. Mientras tanto aquí hay una migración centroamericana cuantificada, cuyas rutas se conocen y son terribles. Durante el trayecto hay una serie de puntos bastante identificados, algunos más rojos que otros, donde los migrantes pueden tener posada. Hicimos un trabajo de investigación para analizar estos sitios y al final decidimos que fuera un albergue que de hecho ya existe pero en muy malas condiciones, es decir, tiene todo el sentido plantear el tema porque se trata de generar nuevas condiciones de salubridad, seguridad, etc. Además, el sitio elegido tiene una condición de periferia metropolitana, entre zona industrial y zona informal, rodeado de grandes infraestructuras como la autopista de Querétaro y grandes obras arquitectónicas como la planta de Bacardí. La mejor arquitectura que hay en México, dos grandes obras, la de Mies van der Rohe y de Félix Candela, están ahí al lado. Y ahí, estamos planteando, 50 años después, un proyecto para dar cobijo temporal a unos individuos que no saben si van a sobrevivir o no. A mí esto me parece escalofriante. Parece que fuimos para atrás. Es Mad Max. Plantear un concurso de este tipo básicamente sirve para apuntar, señalar, para poner el dedo en la llaga. Desde el punto de vista programático es un tema muy fácil, pero, ¿cómo relacionarse con ese contexto? ¿Debe tener fachada un lugar para protegerse? ¿Es un lugar abierto y por lo tanto se abre y se convierte en la continuación de la calle? ¿Es una plaza o es un castillo? A mí me parece que la discusión de fondo es mucho más interesante que resolver un simple programa.
¿Crees que es posible encontrar un lenguaje actual en la arquitectura mexicana, algo como lo que intentaba mostrar Max Cetto con su libro de los años sesenta o incluso tú mismo con el libro de México 90s?
MA: Antes que nada, hay que decir que necesitamos distancia, una perspectiva distinta. Como por ejemplo, en Play Time de Jacques Tati podemos ver esa arquitectura internacional anónima de los años sesenta, formalmente funcionalista, que se aborreció hasta bien entrada la década de los ochenta. A mí ahora me parece una maravilla, una arquitectura de gran delicadeza. En la película ninguna obra pretende ser Mies ni SOM, son réplicas de la réplica. A lo que voy es que para realizar cualquier comparación de este tipo nos hace falta cierta perspectiva histórica para poder entender sus virtudes y sus defectos. Es decir, si tú ves ahora la arquitectura de los años noventa y piensas en ese expresionismo monumental de algunos de esos proyectos probablemente te pueden salir ronchas, pero creo que con un poco más de tiempo, veremos algo insólito, algo genuino. Por ejemplo, hay un libro que queremos hacer en algún momento acerca de los proyectos no construidos de Agustín Hernández, representan un momento de transición muy interesante.
Creo que el libro de Max Cetto está muy bien pero si analizas ese gran catálogo que es Ciudad Universitaria, en realidad lo que está muy bien es el campus. Carlos Raúl Villanueva en Venezuela es para mí un parámetro clarísimo. Villanueva diseñó edificios extraordinarios en un campus notable, Ciudad Universitaria es un campus extraordinario con edificios notables. ¿Qué sucede en los años noventa? El Centro Nacional de las Artes. Ese es el paradigma de los noventa. Neoliberalismo a saco, la falta de espacio público y el vedettismo autista de distintos edificios más o menos icónicos, pero te aseguro que en quince años cuando veamos los cojones que tenía Legorreta para hacer esas dos torres, va a ser la envidia de cualquiera. Otros edificios no tanto, porque son mucho más contextuales y además hicieron demasiado esfuerzo por tratar de ser modernillos en su tiempo, y eso siempre tiene su costo, la historia trata muy mal a estos proyectos.
En la actualidad, creo que hay una cierta exacerbación muy mexicana, es decir, mucho más formal y superficial, que de fondo. Nunca ha habido mucho interés en temas de pensamiento, de contenido, de estructura, hasta de función misma. Siempre ha habido una falta de densidad, detrás de una arquitectura tremendamente monumental. Así ha sido en el barroco, en la colonia, quizá hasta en la época prehispánica, aunque ahí no lo tengo muy claro, y continúa siéndolo ahora con una gran confluencia de recursos formales. Existen buenas condiciones generales aunque no haya unas causas de origen. Así como te puedo explicar por qué en Chile se está dando o se ha dado durante un buen tiempo una arquitectura de calidad notable, aquí no se dan esos datos, por ejemplo no hay una historia clara sobre alguna universidad de referencia. En cambio en Chile sí existen elementos claros en cuestiones educativas y hay una cierta continuidad y estabilidad económica que aquí no se da porque hemos ido de crisis en crisis. Hay cierta euforia no demasiado argumentada pero que ha convertido a México en uno de los referentes a nivel de Latinoamérica. Hay gente bastante talentosa, aunque algunos discursos que me parecían muy interesantes se encuentran excesivamente ensimismados y otros son como el ruido de un cascarón cuando está a punto de tronar, sabes que pasa algo pero no sabes todavía qué va a salir, pero bueno, hay arquitectura.