Recuerdo a Juan Gelman en medio de la brisa fría de Saint Denis, caminando al lado de su esposa Mara Lamadrid, en diciembre de 1995, y recuerdo haberlo recordado entonces tal y como lo vi un año antes, en agosto de 1994, en la Selva Lacandona, durante la Convención Democrática organizada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Esas dos imágenes del gran poeta argentino, ahora galardonado con el Premio Juan Rulfo, tienen un valor entrañable en mi memoria: representan dos de las estribaciones más poderosas de la personalidad multidimensional de Gelman. En Saint Denis, Gelman asistía a las celebraciones del centenario del nacimiento de Paul Éluard; en la Selva, acudía al llamado de unos campesinos indígenas sublevados "contra el mal gobierno".
Él venía del Sur profundo de nuestro continente, de la atormentada Argentina. Y había conocido ahí —como las conocería en el exilio— penas sin cuento, que arrostró con un temple admirable, verdaderamente ejemplar. Su lección era y es de coraje y de lucidez, con el fervor poético por delante, contra toda injusticia.
Juan Gelman llega a una espléndida madurez rodeado por la admiración y el cariño de miles de lectores. Alguien, que en realidad no es nadie, podrá decir que su premio fue impuramente decidido o "politizado". No hay que hacer caso de pequeñeces. Démosle en cambio un abrazo grande a Juan Gelman por su vida, por su escritura, por sus momentos entre nosotros. –
(Ciudad de México, 1949-2022) fue poeta, editor, ensayista y traductor.