El Jabberwocky

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“Jabberwocky” es, probablemente, el poema más famoso de Lewis Carroll. Se encuentra al inicio de A través del espejo y lo que Alicia encontró ahí, secuela de Alicia en el país de las maravillas. Alicia ya ha atravesado el espejo y, mientras observa al rey blanco del tablero de ajedrez, se topa con un libro que le intriga. Lo hojea, buscando sentido, pero al parecer está en un lenguaje incomprensible. Finalmente, recuerda dónde está y descubre que para enderezar el texto hay que poner el libro frente a un espejo. Y en efecto, ahora sí puede leer el poema… El problema es que “Jabberwocky” es, incluso leído al derecho, un disparate, o al menos así se lo parece en un principio a Alicia. Esto es lo que ella lee:

Jabberwocky

‘Twas brillig, and the slighty toves

Did gyre and gimble in the wabe:

All mimsy were the borogoves

And the mome raths outgrabe.

“Beware the Jabberwock, my son!

The jaws that bite, the claws that catch!

Beware the Jubjub bird, and shun

The frumious Bandersnatch!”

He took his vorpal sword in hand:

Long time the manxome foe he sought–

So rested he by the Tumtum tree,

And stood awhile in thought.

And, as in uffish thought he stood,

The Jabberwock, with eyes of flame,

Came whiffling through the tulgey wood,

And burbled as it came!

One, two! One, two! And through and through

The vorpal blade went snicker-snack!

He left it dead, and with its head

He went galumphing back.

“And hast thou slain the Jabberwock?

Come to my arms, my beamish boy!

O frabjous day! Callooh! Callay!”

He chortled in his joy.

‘Twas brillig, and the slighty toves

Did gyre and gimble in the wabe:

All mimsy were the borogoves

And the mome raths outgrabe.

La reacción de Alicia es entrañable (nos sucede con más frecuencia de lo que nos atrevemos a confesar):

–Parece muy bonito –dijo cuando terminó de leerlo–, ¡pero es algo difícil de entender! –(Es que no quería confesar, incluso a sí misma, que no había entendido nada en absoluto.)– De alguna manera, parece llenar mi cabeza de ideas, ¡sólo que no sé exactamente qué son! No obstante, alguien mató algo: al menos eso está claro.”

Alguien mató algo: ¿qué más podemos sacar en claro del poema? Vamos paso a paso.

Más adelante en su aventura, Alicia conoce a Humpty Dumpty, con quien discute sobre palabras y significados:

“–Cuando yo uso una palabra –le dijo Humpty Dumpty, no sin desdén–, significa exactamente lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos.

–La cuestión es –dijo Alicia– si tú puedes hacer que las palabras signifiquen cosas tan diferentes.

–La cuestión es –dijo Humpty Dumpty– saber quién es el amo, eso es todo.

Toda una poética reducida a cinco palabras: “saber quién es el amo”. Y serlo, claro está. Alicia, al darse cuenta que está ante un experto en palabras, le pide a Humpty Dumpty que le explique el poema “Jabberwocky”, y éste, quien presume de poder explicar todos los poemas inventados hasta entonces, “y muchos de los que no se han inventado todavía”, analiza la primera estrofa (la más complicada) con gracia y destreza. Es Carroll dándonos pistas. Dado que la explicación es en inglés, y tiene que ver con un fino macramé de sonidos y significados, no la repetiré aquí, sólo diré que, en muchos casos, forma parte fundamental del dislate, y que en otros Humpty Dumpty le revela a Alicia que los neologismos son fusiones más o menos caprichosas de dos palabras, o portmanteaus.

Hasta aquí la historia del poema que, se dice, inspiró a Cortázar a la hora de inventar el glíglico, que llevó a Terry Gilliam a parodiarlo-homenajearlo en un largometraje, que ha sido representado varias veces en televisión (una memorable en los Muppets), que ha sido interpretado con fórmulas matemáticas, que ha sido cantado por Marianne Faithful, que ha sido usado para nombres de platillos, bares, revistas y hasta virus cibernéticos, y que, sobre todo, ha sido traducido constantemente por generaciones de lectores temerarios.

En español hay varias versiones, todas respetables por el simple hecho de existir. Para asomarnos a la sabrosa complejidad del texto, preguntémonos tan sólo qué hacer con el título. “Jabberwocky”, palabra inventada por Carroll, ha ingresado ya a los diccionarios inglés-inglés por fuerza de uso, y significa “hablar o escribir sin sentido”. Palabra carnosa y ya oficial… tentador dejarla así, como lo han hecho varios traductores: “El Jabberwocky”. Pero no olvidemos la explicación de Humpty Dumpty: muchos neologismos son contracciones o portmanteaus. “Jabber” significa “barbulla”, “jerigonza”, “guirigay”. Perfecto. ¿Y “wock”? No hay que buscar mucho para encontrarnos con una explicación del propio Carroll. En una carta a una señorita que le solicitaba su autorización para nombrar el periódico de su escuela como el poema, y de paso para pedirle que le explicara el título del mismo, el matemático de Chesire responde así: “…la palabra anglosajona ‘wocer’ o ‘wocor’ significa fruto o consecuencia. Y tomando ‘jabber’ en su acepción ordinaria de ‘discusión encendida o verbosa’, esto nos daría el significado ‘resultado de una gran discusión’”. Tomando en cuenta la radiografía del término, creo que el traductor pecaría de pusilánime si no arriesgara su propio neologismo. De inmediato se me ocurre que “El Jitanjáforo” podría ser una buena bestia. Veamos cómo lo han titulado otros traductores: “Chacaloco”, “El Dragobán”, “Galimatazo”, “Jerigóndor” (de mis favoritos), “El Fablistanón” y “Yaberguoko”, entre otros.

Además de “Jitanjáforo”, para saludar a Reyes, se me ocurre “Odumodneurtse”, para saludar a Vallejo, pero lo cierto es que ninguno de esos palabros funciona para bautizar a la fiera. Necesitamos un nombre que inspire miedo, que sea pegajoso y que preferentemente aluda al sinsentido, a un blablaísmo encendido. “El Broncargot”: puede ser; “El Bataholo”: no; “El Rapapolvo”: nunca; “El Bullandriago”: parece un baile veracruzano; “El Farfugrifo”: dios, qué pena. “El Baraúndo”… ¿Cómo? El Baraúndo. A ver, el diccionario dice: “Barahúnda. (De barafunda.) f. Ruido y confusión grandes.” ¡Nada mal! Si elimino la hache y lo cambio por un sustantivo masculino, algo tengo. Barahúnda es, además, palabra onomatopéyica: imita su sonido, su ruido y confusión grandes. El origen de la palabra es portugués y conecta con “marabunta”. Me parece que funciona. Basta de rollo, intentémoslo así:

El Baraúndo

Era el bullir, los tersos lagartejos

se arrizomaban en la verdiloma,

los bogrios suspiraban a lo lejos

y hasta ululaba el tortuguín de goma.

“¡Hijo: del Baraúndo ten cuidado!

¡De su quijada y su feroz zarpazo!

¡Si ves al ave Jubjub hazte a un lado

y evita al frumibundo Tarascazo!”

Él empuñó su vorpalina espada

y buscó largamente a su enemigo,

se echó bajo un tamtam, pensando en nada

y estuvo un rato así, solo y consigo.

Y mientras cavilaba ufosamente,

¡el Baraúndo, con mirar de flama,

zumbó a través del bosque, de repente,

con borborigmos y un rugir que es fama!

¡Un, dos!, ¡un, dos!, ¡un, dos!, ¡atravesando

con su espadón el músculo y el hueso!

Cargó con su cabeza, y entonando

un son de triunfo comenzó el regreso.

“¿Pudiste asesinar al Baraúndo?

¡Ven a mis brazos, niño esplendoroso!

¡Oh día fragnífico, genial, rotundo!”

Desternillábase el señor de gozo.

Era el bullir, los tersos lagartejos

se arrizomaban en la verdiloma,

los bogrios suspiraban a lo lejos

y hasta ululaba el tortuguín de goma.

En la película de Tim Burton, es Alicia quien enfrenta al Jabberwock, y ya no la lectora del poema, lo cual es una pirueta de la adaptación que demuestra muy bien qué tan tenue es la frontera entre la lectura y la acción.

– Julio Trujillo

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