Piotr Chaadayev, una figura cรฉlebre de la cultura rusa, escribiรณ: “Amo a mรญ paรญs, deseo su gloria y puedo apreciar las grandes cualidades de su pueblo. Pero no aprendรญ a amar a mi patria con los ojos cerrados y la cabeza baja. Creo que un hombre solo puede beneficiar a su paรญs cuando lo ve con claridad. Creo que el tiempo del amor ciego ha pasado y que le debemos la verdad a nuestra patria. Me siento lejos de ese patriotismo devoto y vago que intenta verlo todo bajo una luz amable y se deja adormecer por sus propias ilusiones vanas, pero que, desgraciadamente, ahora domina muchos de nuestros cerebros eminentes.”
Al leer esas palabras ahora, me doy cuenta de su espantosa relevancia.
Vladimir Putin ha conmocionado al mundo con sus acciones en Ucrania. El Anschluss de Crimea parece el resultado de una geopolรญtica militar que sigue el modelo del Tercer Reich. Y eso ha reactivado el estereotipo antirruso: el estereotipo de una naciรณn condenada al estatus de agresor bรกrbaro y esclavo dรณcil.
Ese estereotipo no podrรญa estar mucho mรกs equivocado o ser mรกs destructivo. Las manifestaciones que se celebraron el aรฑo pasado en Moscรบ, con pancartas que decรญan “Rusia sin Putin”, demuestran que Rusia tiene mรกs de una cara. Ademรกs del rostro horrible y repugnante tiene otro, noble y hermoso. Pero, por cierto, ¿es Rusia รบnica en ese aspecto? El de Hitler no era el รบnico rostro de Alemania, ni el de Mussolini era el รบnico rostro de Italia, aunque las culturas alemana e italiana siempre tendrรกn un problema con esa parte de su herencia.
Un colonialismo brutal y cruel no es el รบnico aspecto, o el mรกs determinante, de la identidad inglesa, francesa y holandesa, aunque la era colonial influyรณ profundamente en esas culturas. Del mismo modo, Rusia no estรก condenada al despotismo en el interior y la agresiรณn en el exterior. No es una esfinge: es un paรญs lleno de conflictos y debates.
Putin ha conseguido manipular la conciencia de muchos rusos hasta hacerles creer que Kiev estรก dirigido por seguidores de Stepรก Bandera que persiguen a la poblaciรณn rusa, que las democracias occidentales son un peligro mortal para Rusia y que Polonia y Lituania entrenan a fascistas ucranianos. Pero hay muchos rusos que no han sucumbido a esos mitos engaรฑosos.
En 1968 siete personas protestaron en la Plaza Roja contra la intervenciรณn rusa en Checoslovaquia. Para el mundo, fue un argumento contra el odio ciego hacia los rusos. La rusofobia es absurda, y los muchos actos de resistencia rusa contra las polรญticas de Putin lo demuestran en la actualidad.
Todo demรณcrata ruso podrรญa repetir las palabras que escribiรณ el ilustre pensador Alexander Herzen en diciembre de 1863:
Amamos al pueblo ruso y a Rusia, pero no nos poseen las pasiones patriรณticas, la aburrida locura de la rusomanรญa; y eso no se debe a que seamos cosmopolitas sino a que nuestro amor por nuestro paรญs no llega hasta la solidaridad gregaria que encuentra excusas para los crรญmenes. Toda esta orgรญa de hazaรฑas de verdugos y patriotismo ebrio muestra que es imposible detener el movimiento domรฉstico a travรฉs de mรฉtodos tan odiosos.
Este “movimiento domรฉstico” es la aspiraciรณn hacia la democracia y el imperio de la ley. El pueblo ruso tiene el mismo derecho a vivir en el mundo de los valores europeos que los ucranianos o los polacos. Europa y el mundo necesitan una Ucrania independiente, democrรกtica y estable. Es la Ucrania en la que creemos. Aรฑadirรฉ, sin embargo: Europa y el mundo necesitan una Rusia independiente, democrรกtica y estable; es un paรญs lleno de grandes oportunidades y gente maravillosa. Aunque probablemente serรก una Rusia sin Putin. El mundo necesita a Rusia. Rusia no necesita a Putin.
Esa es la Rusia en la que creemos. ~
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Publicado originalmente en The New Republic. Traducciรณn de Daniel Gascรณn