Elecciones Venezuela 2012: La voz silenciosa de los invisibles

El pasado jueves, Chรกvez cerrรณ su campaรฑa en los alrededores del centro de Caracas con una concentraciรณn masiva que sorteรณ la lluvia para celebrar la presunta victoria del domingo.
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El suelo aรบn resbala. El jueves una capa gris de tres centรญmetros cubrรญa la salida del metro de La Hoyada, mezcla de agua, cerveza, afiches hรบmedos, restos de comida, orines y barro. Ese dรญa Chรกvez cerrรณ su campaรฑa en los alrededores del centro de Caracas con una concentraciรณn masiva que sorteรณ la lluvia para celebrar la presunta victoria del domingo y miles de personas moviรฉndose por el subterrรกneo capitalino siempre dejan un  rastro. El viernes tambiรฉn lloviรณ y el agua lavรณ el asfalto, pero el suelo aรบn resbala a modo de recordatorio: por el metro de esas calles pasรณ un paรญs que va a votar.

No todos vivรญan en Caracas.

Cientos de autobuses entraron por el oriente y el occidente de la ciudad desde la madrugada con consignas pintadas en los vidrios, banderas, vuvuzelas y, si el recorrido era largo, un animador con megรกfono: “Y yo te lo dije a ti / Y yo te lo dije a ti / Chรกvez se queda aquรญ”. Gritos de “¡Comandante! ¡Comandante!”, silbidos, canciones de Ali Primera y cada cierto tiempo otra vez el animador jugando a rapero: “Y no te confundas / no votes por la oposiciรณn / ellos se quieren llevar / el petrรณleo de la naciรณn”. A quiรฉn le importa la mรฉtrica.

Algunos venรญan desde ciudades a 15 o 18 horas de Caracas, pero la movilizaciรณn estaba financiada por el gobierno. Cada conductor y dueรฑo de esos autobuses recibรญa un incentivo que, segรบn me dijeron varios de ellos, oscilaba entre los 1,200 y 2,000 dรณlares. Mรกs de lo que gana en un mes un profesor de cualquier universidad pรบblica. Subiendo del aeropuerto contรฉ 26 autobuses en un tramo no mayor a dos kilรณmetros. Otra vez en el centro, al final de la transitada avenida Baralt, mรกs de 40 ocupaban todos los carriles y bloqueaban la circulaciรณn, por eso los que llegaron tarde manejaron por callejuelas con menos de ocho metros de ancho. Cotiza es uno de los barrios mรกs famosos de Caracas por su carรกcter violento y marcadamente oficialista y aunque los autobuses serpenteaban bien respaldados entre casas precarias con afiches de Chรกvez sonriendo bajo el eslogan “Corazรณn de mi patria”, en callejones como Los Pinos y la frontera con el barrio Sabana del blanco, vi doce propagandas de Henrique Capriles aรบn intactas. Claramente hubo mรกs, pero ya solo quedan los rasguรฑos del papel sobre el pegamento.

La escena se repitiรณ en buena parte de La Pastora. En septiembre el candidato opositor no pudo entrar al barrio tras ser amedrentado por grupos armados afectos al rรฉgimen, por eso encontrar pequeรฑas manifestaciones de disidencia en zonas inusuales a dos dรญas de las elecciones tiene un carรกcter simbรณlico importante: “La gente pobre y la gente que se ha beneficiado del chavismo no tiene miedo a decir que va a votar por Chรกvez. Si las encuestas reflejan indecisos es porque algunos son parte de un voto encubierto que deberรญa convertirse en un voto por Capriles”, augura la analista Mariana Bacalao, de Mejo-Kรณji Consultores.

El famoso grupo de los “ni-ni” agrupa a esos que en encuestas se decantan por la opciรณn “no sabe / no responde”, pero son ellos los que pueden tener la palabra final. “Para mรญ, se dividen en tres grupos: unos que sencillamente no van a votar y no lo dicen porque la abstenciรณn no estรก bien vista por nadie, otros que saben por quiรฉn van a votar pero no saben expresarlo o no lo quieren decir por miedo, y otros que son los verdaderos indecisos, donde hay pragmรกticos que quieren jugarle al ganador, pero tambiรฉn hay chavistas que se han venido separando, aunque eso no significa que vayan a votar por Capriles”, prosigue Bacalao, quien ve a la campaรฑa del opositor como una victoria en sรญ misma.

En la noche del jueves, el populoso barrio de Catia dedicรณ un “cacerolazo” para protestar la retirada arbitraria de propaganda opositora. El gesto habla otra vez de cierto cansancio en sectores oficialistas, pues Catia es el corazรณn de una parroquia que suma 400.000 habitantes, la mayorรญa de clase media baja y en algunos casos marginal.  Tal vez como respuesta a esa sensaciรณn, el oficialismo acelerรณ durante los รบltimos meses la Misiรณn Vivienda para entregar bloques habitacionales nuevos, aunque no siempre bien acabados, como es el caso del Parque Residencial Catia que todavรญa tiene ventanas forradas con material de construcciรณn. Curiosamente apenas hay afiches de Chรกvez en las fachadas de los apartamentos.

“¿Y tรบ no te montas?”, le pregunto a una vendedora callejera que reprueba con la mirada la sucesiรณn de autobuses: “No, chico. Eso lo que son es unos cochinos, mira cรณmo dejan esta vaina”. No regresรฉ a Catia al dรญa siguiente, pero como apenas fue un lugar de trรกnsito que abriรณ los comercios y viviรณ de espaldas a la concentraciรณn del jueves, supongo que quedรณ en mejores condiciones que el centro.

El plan de Chรกvez era hablar en varias tarimas distribuidas a lo largo y ancho de las grandes avenidas de la zona, pero contra todo pronรณstico se retirรณ pasados unos minutos cuando apenas se dirigรญa a la segunda estaciรณn. “Porque habรญa mucha gente”, declarรณ luego el ministro de Comunicaciรณn Andrรฉs Izarra. Y es cierto que el centro estaba lleno, pero las imรกgenes del momento son inquietantes. En cualquier caso quedaron las tarimas y a partir de las 4:30 de la tarde todo se convirtiรณ en una larga fiesta con diferentes ambientes: mรบsica llanera, salsa erรณtica, reguetรณn, hip hop. Mรกs Love Parade que concentraciรณn estratรฉgica; mรกs celebraciรณn vicaria que convocatoria polรญtica. Habรญa camiones repartiendo cerveza, mesas con ollas llenas de arroz y caraotas (frijoles negros) y ya hacia el final de la tarde el aire tenรญa la particular densidad del aliento a alcohol mezclado con sudor.  Vi cรณmo un grupo de chavistas ebrios estuvo a punto de irse a las manos para demostrar quiรฉn estaba “mรกs comprometido con el proceso”, asรญ que no extraรฑรณ que horas despuรฉs el ambiente tenso terminara en un tiroteo dentro de una discoteca.

El metro de La Hoyada estรก cerca de la Asamblea Nacional, del Consejo Nacional Electoral (CNE), de varios ministerios, del edificio principal del Banco de Venezuela, antes parte del Grupo Santander, pero ahora estatizado. Ayer fui al CNE a buscar mi credencial para el domingo, pero soy apenas uno de los 10,000 periodistas –nacionales e internacionales– registrados, segรบn me contaron en la Sala de Prensa del organismo. Pero el ruido no estaba ahรญ, tampoco en las mangueras de alta presiรณn que limpiaban las calles bajo la lluvia; lo raro fue ver una docena de militares resguardando la entrada del Banco de Venezuela y al menos 80 personas sentadas en las escaleras que dan en la oficina. Esperaban su turno. Adentro habรญa otras 200, la mayorรญa vestidas de rojo, esperando agitadas.

–¿Y eso? ¿Quรฉ pasรณ aquรญ?

El muchacho debe tener treinta aรฑos. Jeans azules, zapatos deportivos, camiseta roja con la inscripciรณn “Misiรณn 7 de octubre”. Me mira con media sonrisa, casi como extendiendo la invitaciรณn, y responde con indiferencia:

–No, pana, aquรญ y que estรกn dando real*.

La noche anterior Capriles cerrรณ su campaรฑa con optimismo y mรกs mensajes a esos invisibles que las encuestas apenas logran esbozar: “Los que se ponen una franela roja, saben que pueden estar mejor y tambiรฉn tienen ese derecho. Saben que este Gobierno se venciรณ, se la acabรณ la energรญa (…) El Gobierno nunca podrรก expropiar la esperanza de ustedes, de esa fuerza que tienen ustedes y las oportunidades que vendrรกn.”

A veces la esperanza se vende barato.

 

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* "Reales" es un modo de decirle al dinero. Y esa forma sintรกctica de "y que" es una muletilla tรญpica de las clases pobres venezolanas.

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Periodista. Coordinador Editorial de la revista El Librero Colombia y colaborador de medios como El Paรญs, El Malpensante y El Nacional.


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