Su rostro adusto haciendo revolcar de risa a la concurrencia, su arte de la cita chocarrera para exhibir la jumentalia política, su errancia por calles, páginas periodísticas, pantallas televisivas y revistas de espectáculos practicando una singular mayéutica eran rasgos que hacían de Carlos Monsiváis un socrático posmoderno. Pero, más allá de ese carisma desparpajado que lo proyectó entre distintos públicos, Monsiváis fue un escritor y crítico de la cultura que revolucionó un par de géneros literarios y que representó un arquetipo de militancia.
Monsiváis renovó el estilo y las temáticas de la crónica y el ensayo y les imprimió innovaciones técnicas, velocidad, riqueza digresiva e ingenio. Cronista y a la vez personaje de la ciudad que habitó, cuestionó la modernidad mexicana y sus identidades, retrató distintas épocas de oro de la cultura popular, evocó movimientos sociales, tragedias ejemplares y efervescencias contestatarias, ridiculizó costumbres políticas, acercó distintas dimensiones culturales y creó personajes y lugares entrañables. Monsiváis hizo convivir las distintas dimensiones de la cultura y empeñó el mismo ahínco en, por ejemplo, traducir a Robert Lowell que en reivindicar a Agustín Lara; en hacer la biografía de Salvador Novo que la de Pedro Infante. Si bien esta exaltación de la hibridez cultural se convirtió después en una actitud maquinal, tuvo en Monsiváis a uno de sus más rigurosos pioneros. Aspirante a describir todas las metamorfosis del fenómeno cultural y las manifestaciones de la heterogeneidad social, Monsiváis escribió profusamente y mucho de su talento lo encauzó al comentario de coyuntura y al rescate de la trivia. Es natural que, ante esta hiperactividad, a veces el impacto de su prosa se dispersara, sus opiniones perdieran profundidad o sus chistes se repitieran. De ese aluvión de escritura, declaraciones banqueteras, chascarrillos y gestos que formaron el magisterio de Monsiváis habrá que rescatar sus momentos más memorables.
La influencia de Monsiváis, por supuesto, desbordó lo literario y fue un emblema crítico, asociado a la militancia de izquierda. Como crítico social, Monsiváis fue salvado por su humor: fue un compañero de ruta, cuya militancia respondía, más que a un convencimiento teórico, a un liberalismo y sentido de justicia instintivos. Se trataba de una militancia vivaz y socarrona que no comulgaba con la solemnidad y el dogmatismo y que era capaz de solidarizarse con las causas, pero también de expresar desacuerdos y matices. De ahí que en su trayectoria destaquen, más que los entusiasmos y adhesiones pasajeras, sus defensas de la tolerancia y el respeto a las libertades individuales. Lo más importante del escritor y del crítico social, pues, no eran sus eventuales ascensos al templete, sino la índole de su humor festivo y piadoso, susceptible de generar un acto de conciencia en la sonrisa y de denunciar, entender y redimir al mismo tiempo. ~
(ciudad de México, 1964) es poeta y ensayista. Su libro más reciente es 'La pequeña tradición. Apuntes sobre literatura mexicana' (DGE|Equilibrista/UNAM, 2011).